Buenos Aires, 28 de junio de 2025 – Total News Agency-TNA-En una presentación judicial que combina ironía, memoria selectiva y una vasta cita de doctrina jurídica, el ex juez federal Guillermo Tiscornia solicitó formalmente autorización para visitar a la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner en su domicilio, donde actualmente cumple prisión domiciliaria, con la intención —según sus propias palabras— de expresarle “un sincero agradecimiento”.
El planteo, dirigido al tribunal competente y firmado digitalmente, repasa en más de treinta extensos considerandos los motivos del insólito pedido. Pero detrás del ropaje jurídico y las citas internacionales sobre el debido proceso, asoma la ironía: Tiscornia no olvida que fue removido de su cargo en 2007 tras haber procesado a la entonces ministra de Defensa, Nilda Garré, por presunta malversación de fondos y contrabando de armas. La decisión del Consejo de la Magistratura, controlado entonces por el kirchnerismo, derivó en un “juicio político” que tuvo más aroma a vendetta que a control institucional.
“Reitero mi agradecimiento a la doctora Cristina Fernández de Kirchner”, sostiene Tiscornia, quien afirma que su intención es saludar personalmente a quien, irónicamente, se convirtió en artífice de su expulsión de la Justicia. Como si de una paradoja del destino se tratara, el ex magistrado recuerda que la propia expresidenta le habría dicho a un senador: “Tiscornia no va a ser ni juez ni camarista ni nada, lo vamos a echar”, en una frase rescatada de los pasillos del poder y registrada en su escrito como “imperdible”.
Tiscornia, que en su paso por el fuero Penal Económico instruyó causas contra funcionarios de distintas administraciones, también menciona una larga lista de testigos de la operación para destituirlo: desde la consejera Diana Conti, quien lo calificó de “juez aplicado, memorioso e inteligente”, hasta el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, quien —según el texto— lo llamó por teléfono para celebrar que lo habían apartado “como a una manzana podrida”.
El extenso escrito se presenta con la rigurosidad técnica de un tratado jurídico, plagado de referencias al derecho internacional, jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y doctrina sobre el rol del abogado. Pero más allá de la retórica, Tiscornia no deja pasar la oportunidad de retratar al Consejo de la Magistratura como “el botín de la política y el caballo de Troya de la Justicia”, parafraseando al constitucionalista Alberto Bianchi.
En tono sardónico, el ex juez también recuerda que fue sobreseído en 2015 por la Corte Suprema en todas las causas iniciadas tras su destitución, y subraya que su caso fue admitido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, junto al de su familia.
El pedido concluye con un gesto que no se sabe si es humanitario, sarcástico o protocolar: en caso de que el tribunal no acceda a su solicitud de visita personal, Tiscornia ruega que, al menos, se le remita una copia digital del escrito a la ex mandataria, “para su conocimiento”.
Aunque improbable en su concreción, la solicitud de Tiscornia revive un capítulo olvidado de la Justicia argentina, donde las causas judiciales y las internas políticas confluían en los mismos pasillos. En una escena digna del realismo mágico local, el juez removido por “mal desempeño” quiere agradecer a quien lo destituyó. Porque, según se infiere, en esta Argentina de vueltas insospechadas, hasta la ironía necesita ser firmada digitalmente.