
En épocas de campaña electoral, como la que atraviesa la Argentina año por medio, es habitual escuchar ciertos discursos de parte de las distintas áreas que se postulan a ocupar algún cargo público.
Lo que llama la atención de ellos es la constante falta de proyectos. Ello, quizás, fue una pieza fundamental para que el actual presidente Javier Milei gane las elecciones en 2023, ya que tenía un amplio temario de propuestas.
Sin embargo las mismas, dos años después, se vieron resumidas por un slogan: “kirchnerismo nunca más”, eso es lo único que propone el Gobierno. Lo propio pasa con otros sectores, como el peronismo, que solo atina a ofrecer “ponerle un freno a Milei”.
Es la polarización de los dos espacios con mayor representación social que, básicamente, sostienen que si gana el adversarios al país le irá peor, pero no por ello que el Gobierno de uno o del otro será mejor.
Si un Gobierno genera buenos resultados en áreas clave como en el ámbito económico, y no está abierto a constantes desaguisados, no precisa más que mostrar gobernabilidad y los efectos favorables de las políticas aplicadas. Sin embargo eso no sucede.
Con el gobernador bonaerense Axel Kicillof sucede exactamente lo mismo, con una gestión paupérrima no tuvo otra opción más que criticar al Gobierno de Milei, algo que a la postre le resultó favorable.
Pero en el medio está la gente, que finalmente, ante la falta de propuestas, se ve en la necesidad de elegir al candidato “menos malo” y en la amplia franja de los indecisos o los no radicalmente politizados, se encuentran aquellos que votan con miedo y duda.
Con miedo porque esa persona fue convencida de que lo que está en frente es peor y que la decisión de llevar cierto voto a la urna es la que menos daño le hará al país. Y con duda por temor a estar eligiendo mal.
Ese es un grave problema que acarrea la política desde hace décadas, que es muy poquito lo que puede mostrar en materia de gestión y ante la falta de buenos resultados toma el camino más fácil: el de la polarización.
Y ello ha generado un daño profundo en el sistema democrático local, porque quien lea en términos objetivos la política entenderá que siempre se perjudicará al país, la diferencia es que tal vez algunos hagan más daño que otros, o más rápido, o más profundo.
Ello no resuelve la inquietud. No quita el hecho de que indudablemente el votante termina dándole a su propio verdugo el acceso a la guillotina. La diferencia es qué tan afilada está y a qué velocidad cae. Nada más.
Este artículo se publicó primero en Mendoza Today.
Fuente Mendoza Today