Por Juan Carlos González. -Especial para TNA-
Buenos Aires, 17 de septiembre de 2025-Total News Agency-TNA- El presidente Javier Milei ha reafirmado su compromiso de trasladar la embajada argentina en Israel de Tel Aviv a Jerusalén Occidental en 2026, un anuncio que refuerza la estrecha alianza diplomática con el gobierno de Benjamín Netanyahu en un momento de intensas tensiones en Medio Oriente. Durante un discurso en la Sesión de Honor del Congreso Nacional de Paraguay, Milei enfatizó que esta decisión posiciona a Argentina “del lado del bien y de la verdad”, en un mundo donde, según sus palabras, “gran parte de la comunidad internacional tiene la brújula moral desviada”. Esta medida, anunciada previamente en junio ante la Knéset israelí y reiterada en febrero de 2024 durante una visita oficial a Israel, simboliza un alineamiento estratégico con Tel Aviv que ha generado tanto aplausos por su audacia geopolítica como críticas por sus implicancias económicas y políticas internas, especialmente en un contexto de profunda crisis fiscal y social en Argentina.
La relación bilateral entre Argentina e Israel ha experimentado un fortalecimiento notable bajo la administración de Milei, quien desde su campaña electoral ha expresado un apoyo incondicional al estado judío. Este vínculo se ha materializado en acciones concretas, como la firma en junio de 2025 de un Memorándum de Entendimiento para la defensa de la democracia y la lucha contra el terrorismo, así como en el lanzamiento de una iniciativa de un millón de dólares para potenciar los lazos entre Israel y América Latina. Milei ha elogiado públicamente el “derecho de Israel a la legítima defensa” en el contexto del conflicto en Gaza, y ha realizado gestos simbólicos, como rezar junto a Netanyahu en el Muro de los Lamentos. Desde una perspectiva diplomática, esta asociación ofrece beneficios potenciales para Argentina, incluyendo cooperación en tecnología, seguridad cibernética y comercio bilateral, que alcanzó los 400 millones de dólares en 2024, con exportaciones argentinas de productos agropecuarios y posibles inversiones israelíes en sectores como el litio y la energía renovable. Además, el apoyo de Israel en foros internacionales podría complementar la agenda de inserción global de Milei, alineada con Occidente y opuesta a regímenes como el de Irán, al que el presidente argentino ha calificado como “enemigo”.
Sin embargo, el anuncio de la mudanza diplomática llega en un momento inoportuno para una nación sumida en una de las peores crisis económicas de su historia reciente. Argentina enfrenta una inflación que, aunque ha descendido a su nivel más bajo en cinco años (alrededor del 4% mensual en junio de 2025), acumula más del 200% desde el inicio del mandato de Milei, con un Riesgo País superando los 1.200 puntos básicos y una devaluación del peso que ha erosionado el poder adquisitivo de la población. La derrota electoral del oficialismo en las legislativas de Buenos Aires en septiembre de 2025, calificada por el Financial Times como “la mayor crisis de su presidencia”, ha debilitado la posición de Milei en el Congreso, donde recientemente se rechazaron vetos presidenciales a leyes de financiamiento universitario y emergencia pediátrica en el Hospital Garrahan. Precisamente, estos vetos se justificaron en supuestas irregularidades y corrupción en dichas instituciones, argumentando que comprometen el “déficit cero” fiscal. No obstante, el traslado de la embajada implicaría un gasto significativo –estimado en al menos 5 millones de dólares según expertos diplomáticos, incluyendo la adquisición o remodelación de un edificio con beneficios impositivos ofrecidos por Israel, logística de personal y medidas de seguridad adicionales–, lo que genera interrogantes sobre la coherencia del gobierno. En plena austeridad, donde se recortan fondos para salud infantil y educación pública bajo la excusa de malversación, este desembolso parece contradictorio, especialmente cuando el propio Milei enfrenta investigaciones judiciales por el Caso $LIBRA –una estafa con criptomonedas que promovió en redes sociales y que dejó miles de damnificados, con demandas colectivas en Nueva York y una comisión investigadora en el Congreso argentino– y presuntas irregularidades en la Agencia Nacional de Discapacidad (ANDIS), vinculadas a negociaciones incompatibles y cohecho.
Si efectivamente existen focos de corrupción en entidades como el Garrahan o las universidades nacionales, la respuesta adecuada no debería ser la desfinanciación que pone en riesgo servicios esenciales –como las cirugías pediátricas complejas o la formación de profesionales–, sino una investigación exhaustiva con personal idóneo e independiente, como fiscales especializados o auditorías externas, para erradicar las prácticas ilícitas sin desmantelar instituciones que benefician a millones de argentinos. El Garrahan, por ejemplo, atiende a pacientes de todo el país y ha salvado innumerables vidas infantiles, mientras las universidades públicas representan un pilar de movilidad social en una nación con altos índices de pobreza. Aplicar la misma lógica al traslado diplomático implicaría evaluar si este gasto simbólico es prioritario frente a necesidades domésticas urgentes, evitando que se perciba como un capricho ideológico en detrimento de la estabilidad económica.
El contexto internacional añade complejidad a la decisión. Jerusalén es un punto neurálgico del conflicto israelí-palestino: Israel la considera su capital indivisible desde la anexión de Jerusalén Este en 1967, pero la comunidad internacional, incluyendo resoluciones de la ONU, no reconoce esta soberanía y aboga por negociaciones para un estatus definitivo. La mayoría de las embajadas permanecen en Tel Aviv para no prejuzgar el proceso de paz, y solo un puñado de países –como Estados Unidos (desde 2018), Guatemala, Honduras, Kosovo, Papúa Nueva Guinea y, recientemente, Fiyi en septiembre de 2025– han mudado sus sedes a Jerusalén. Paraguay, aliado de Milei, lo hizo en diciembre de 2024, pero esta minoría enfrenta críticas de la Autoridad Palestina y naciones árabes, que ven el traslado como un respaldo implícito a la ocupación. Para Argentina, con una histórica comunidad judía –la más grande de América Latina– y vínculos con el mundo árabe a través del Mercosur, esta mudanza podría tensionar relaciones comerciales con países como Arabia Saudita o Irán, aunque Milei prioriza el alineamiento con Occidente. Recordemos que sufrimos dos atentados y que el sistema de inteligencia argentino no se encuentra en condiciones y las seguridad, tampoco es de las mejores.
En resumen, mientras la mudanza de la embajada refuerza una relación fructífera con Israel en términos estratégicos y culturales, su timing plantea dilemas éticos y prácticos en un Argentina convulsionada por la recesión, derrotas políticas y escándalos judiciales. El gobierno debería ponderar si este gesto simbólico justifica el desembolso en un momento donde la prioridad nacional parece ser la recuperación económica y la transparencia institucional, investigando corrupción sin sacrificar el bienestar público. De no mediar ajustes, esta iniciativa podría profundizar la polarización interna y complicar la agenda externa de Milei en un año electoral crucial.