
El gobernador bonaerense Axel Kicillof hoy está siendo vendido por varios medios de comunicación como un “líder emergente”, algo que se logró con éxito durante la campaña presidencial de Alberto Fernández en el 2019.
La diferencia con aquel entonces es que mucha gente hoy mastica vidrio, pero no lo traga. Kicillof tiene una imagen positiva en la provincia de Buenos Aires, algo que además se pudo ver en la última elección legislativa, donde cosechó casi la mitad de los votos. ¿Pero y el resto del país?
Lo cierto es que el gobernador bonaerense transita un camino en el que intenta despegarse de su ex mentora, la ex presidenta Cristina Kirchner hoy condenada por corrupción en el marco de la Causa Vialidad.
Para ello comenzó a construir el kicillofismo, una suerte de kirchnerismo “más moderado”, o eso es lo que intenta vender al electorado luego de haber sido un gran beneficiado por la ex presidenta habiendo incluso ocupado puestos de primer nivel como el Ministerio de Economía.
A pesar de querer mostrarse diferente, no es más que una continuidad, algo que se evidenció en una reciente entrevista con Carlos Pagni en la que no solo defendió la estatización de YPF sino que sostuvo que lo volvería a hacer, a pesar de que Argentina, por ese motivo, hoy puede terminar perdiendo 16 mil millones de dólares.
Kicillof es el mismo que levanta la bandera de una vieja (y demostrada errónea) doctrina que sostiene que la delincuencia y la pobreza están relacionadas. “Hay gente que se dedica a vender droga porque se quedó sin laburo”, supo decir en octubre del 2019.
Nunca una clase social puede ser la justificación para cometer un ilícito y, en todo caso, si hay pobreza es en gran parte responsabilidad de la política que no supo cimentar el camino del desarrollo.
Es la misma ideología abolicionista que sostienen algunos jueces. El caso más emblemático es el de Eugenio Zaffaroni, autor de la “doctrina zaffaroniana”, que allanó el camino a lo comúnmente denominado “puerta giratoria”.
Una lógica que no hace más que profundizar la crisis de inseguridad que, dicho sea de paso, tras seis años de gestión, no pudo combatir Kicillof en la Provincia de Buenos Aires. No casualmente, en el conurbano bonaerense se registran las cifras más altas de crímenes violentos de todo el país.
No, Kicillof no es un “líder emergente”, ni un peronista “moderado”. Kicillof es Cristina. Es impunidad en lo más absoluto de la palabra. Es el abrigo de la corrupción. Es el encubrimiento. Es la defensa de lo indefendible.
El mandatario bonaerense no es un tipo capacitado para ejercer la primera magistratura. Otros tampoco, cabe aclarar. Pero con su defensa a la estatización de YPF demostró que cuenta con un grado de soberbia del que debería carecer cualquier presidente.
Hoy puede enarbolar la bandera de una victoria, una batalla ganada, en un bastión históricamente peronista. Pero el país es mucho más que la provincia de Buenos Aires y, con el pésimo manejo de la situación en terreno fértil, no ha demostrado otra cosa más allá de su ineptitud para gobernar y su falta de idoneidad para llegar a la Casa Rosada.
Fuente Mendoza Today