Ante Estudiantes, volvió a ser favorecido por fallos. Beligoy, jefe de esta decadencia arbitral, fue ubicado en un cargo en el Comité de Arbitraje de la FIFA.
El de esta vez en La Plata fue el tercero al hilo de una serie ya casi incontable de arbitrajes en favor del equipo del presidente de la AFA, Claudio Tapia. Venía de otro escándalo contra Belgrano, cuando a los cordobeses les anularon un gol lícito por un insólito llamado del VAR y a los pocos minutos un línea les quiso anular otro (este último, ante la evidencia de las mediciones técnicas del mismo VAR, lo terminaron cobrando).
El mensaje para los árbitros es claro: a ese árbitro, Gariano, no lo suspendieron: lo designaron en un partido de un grande, Godoy Cruz-Independiente (donde no cobró un penal por lado). Al VAR, Franklin, y a ese asistente, Raineri, los pusieron en Central-River, el partido más fuerte de la fecha.
¿Quién hace algo frente a esto? Nadie. De hecho, el capo de este arbitraje desbarrancado, Federico Beligoy, acaba de ser acomodado en la Comisión de Árbitros de la FIFA. Todos los referís perciben qué se premia; estarán disfrutando tal vez de sus progresos y designaciones internacionales.
Los que tienen escrúpulos se mueven entre una callada y cómplice indignación con muchos chimentos en off y ninguna denuncia pública, y parecen aterrorizados de qué puede pasar con ellos tras cada partido.
Los jueces se equivocan, sí. A veces para uno y a veces para el otro. Cuando se equivocan tanto para el mismo, ¿no es momento de que hagan algo, por el bien de la imagen del fútbol argentino?
Fuente OLE