Emilio lleva un año viviendo en la antigua estación de autobús de Vigo, a solo quince minutos caminando del gran árbol de la Navidad que desde hace días ilumina -parte- de la ciudad. Él, junto a una docena de personas más, malvive al raso en una suerte de campamento que han ido montando con cartones, mantas, plásticos para la lluvia y colchones. Forman parte del centenar largo, según los cálculos de las asociaciones que los asisten, del padrón de sintecho de la ciudad olívica. Ese pequeño porcentaje de población a la que casi nadie mira, con unos derechos cada vez más mermados. Mientras explica sus recorridos cada semana para poder ducharse y comer caliente, Emilio se va aproximando al c olchón en el que su amigo Roberto perdió la vida este mes . «Fui yo» arranca, quien lo encontró tendido en el suelo «con la chica encima de él». No puede dar más datos porque la investigación por el crimen de Roberto está judicializada, y Emilio es un testigo clave. Pero antes de quebrarse afirma que nunca olvidará esa tarde «porque era la de mi cumpleaños» . Los restos de la agresión que le costó la vida a este hombre siguen visibles en los cartones con los que se cubría. Porque, se quejan la docena de personas que viven en la estación abandonada, «aquí no ha venido nadie».Basura acumulada en el interior de la nave Miguel MuñizJunto a Emilio, Jéssica, Nico y Casimiro explican que la vida en la calle es dura, que hay muchas peleas y que muchas veces son molestados. La mujer, de 31 años, narra cómo una noche un grupo de jóvenes le tiraron encima una barra de hierro . «Eran cinco o seis chicos, de unos 16 años, que se fueron corriendo» lamenta. «Y el otro día -recuerda- a una señora que duerme ahí la insultaron y le lanzaron huevos». La vulnerabilidad de aquellos que viven en la indigencia solo se entiende cuando toman la palabra para explicar su realidad cotidiana. Como que la red de albergues de la ciudad únicamente les permite dormir en ellos diez días al mes , «y eso si hay plazas». Cumplido este tiempo deben hacer las maletas y volver «a la puta calle», hasta el mes siguiente. «No les compensa desmontar sus campamentos para dormir diez noches en sábanas limpias y que después los devuelvan a donde estaban» explica Antón Bouzas, presidente de la plataforma Os Ninguéns que desde hace una década lucha por los derechos de estos ciudadanos. Él y sus compañeros de asociación conocen sus nombres, su pasado, sus problemas, y los ubican en los distintos puntos de la ciudad donde se ejerce la mendicidad. Su labor, altruista, consiste en darles apoyo e información, al tiempo que luchan por visibilizar su situación.Restos de basura en zonas poco iluminadas Miguel Muñiz«El alcalde no nos quiere en el centro» reprocha Emilio, que hasta el año pasado vivía en un piso. Pero el encarecimiento del alquiler en la ciudad -pasa ya los 700 euros- está haciendo mella en las economías más débiles. En su caso, cobra unos 400 euros al mes, insuficientes para costearse un techo, ni siquiera una habitación. « Las personas empobrecidas nunca se quejan ni se organizan para luchar contra las injusticias de su día a día -señala Bouzas- para denunciar que están cronificando su situación y tratándolos con políticas crueles». Las palabras del activista conectan con lo sucedido en una nave del puerto de Vigo hace dos semanas. Un lugar infecto en el que ABC entra para conocer cómo un puñado de personas sobreviven en medio de la humedad y la oscuridad. El olor en el acceso de este edificio abandonado de siete plantas anima a alejarse. Dentro, la basura se acumula entre las pertenencias de quienes se han atrincherado allí para escapar del frío y las miradas ajenas. A medida que uno se adentra en la nave, la oscuridad va ganando terreno hasta que es absoluta . Y en mitad de esta negrura, linterna en mano, aparecen algunas sombras tumbadas en colchones. El edificio, en sí, es una trampa mortal en la que un hombre de 42 años cayó hace unos días. Flores situadas en el lugar donde Roberto murió Miguel MuñizUnas flores aún recuerdan el punto donde murió tras precipitarse, presuntamente , por uno de los huecos de los montacargas que agujerean el suelo. En la sexta planta, a la que se accede tras subir varios tramos de escaleras destartaladas, pasan las noches una mujer y su hija. Un candado enganchado a una madera que hace de puerta guarda sus escasas pertenencias. Su vecino de arriba es Sanson, un joven de Ghana que, sonrisa por delante, reconoce que la vida en el albergue no le agrada por el poco tiempo que pueden pasar en ellos y las peleas que se originan. Sobre el día de la muerte recuerda que la policía lo despertó y le obligaron a poner las manos en alto para cachearlo. Durante horas nadie pudo salir ni entrar de la nave. 22.000 viviendas vacíasSegún los datos del Observatorio de la Vivienda, en Vigo hay aproximadamente 22.000 viviendas vacías, lo que representa el 15,1% del total y constituye la segunda tasa más alta de España. Desde la asociación Os Ninguéns piden un cambio de políticas para que esta bolsa se movilice y las personas que viven en la calle tengan acceso a pisos en los que convivir y reintegrarse socialmente. Sin teléfono móvil, ni electricidad, ni tarjeta sanitaria, ni una dirección, su acceso a información o a una simple cita médica es imposible. «Hace dos días nos encontramos en la nave del puerto a un señor, muy hinchado y en muy mal estado, tirado en un sofá» explican desde este colectivo, que se pregunta a dónde va a parar el presupuesto que este concello destina a las partidas sociales. Consultados por este diario, el ayuntamiento liderado por Abel Caballero remarca que son « el único municipio de toda Galicia que cuenta con un albergue municipal , pagado íntegramente por el ayuntamiento». Acompañan también los datos de un plan especial que se activa cuando hay alerta por frío, y que contempla la derivación de las personas sin hogar a albergues u hoteles mientras esté activa la alerta.A la sombra de las doce millones de luces led que ya iluminan Vigo, Emilio, Jéssica y sus compañeros juegan a engañar las horas para que los días pasen más rápido, a espera de una solución real y duradera que no acaba de llegar.
Fuente ABC

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