El otoño andaluz expone la mayor presión social y política sobre Juanma Moreno desde su llegada al poder
Sevilla, 6 de diciembre de 2025 – Total News Agency-TNA-El Gobierno andaluz atraviesa el tramo más tenso de sus siete años de gestión. A las sacudidas internas por la dimisión de la consejera de Salud y Consumo, Rocío Hernández-Soto, y la asunción ampliada de competencias por parte de Antonio Sanz, se sumó un ciclo inédito de protestas callejeras que convirtió octubre y noviembre en un periodo de fricción política sostenida. Lo que comenzó como un error sanitario en los cribados del cáncer de mama escaló hasta convertirse en un conflicto de alto voltaje capaz de reordenar el clima público en toda Andalucía.
El detonante fue el fallo del Servicio Andaluz de Salud en el programa de detección precoz del cáncer de mama. La incidencia del caso, sumada a una comunicación inicial lenta desde la administración, abrió una brecha que la oposición aprovechó con rapidez. Aunque el Ejecutivo de Juanma Moreno terminó asumiendo responsabilidades y reorganizando la cúpula sanitaria, la reacción no evitó que el asunto se instalara durante semanas en el centro del debate público. Las explicaciones posteriores de la asociación Amama —que revisó a la baja su afirmación inicial de 4.000 afectadas— y el archivo de la causa por parte de la Fiscalía, que descartó cualquier borrado de mamografías, ayudaron a desinflar el conflicto, pero ya era tarde para frenar la inercia de movilización social que se había puesto en marcha.
La primera gran marcha llegó el 26 de octubre bajo el lema “Nuestra vida no puede esperar”. La manifestación, que recorrió el centro de Sevilla hasta el Palacio de San Telmo, reunió a miles de personas y contó con el respaldo explícito de CC.OO., UGT y dirigentes de Por Andalucía y Adelante Andalucía. La participación de la exministra Irene Montero otorgó a la protesta una dimensión política que superó el marco sanitario. En paralelo, los discursos de la oposición acusaban al Gobierno regional de deteriorar los servicios públicos, señalando la gestión sanitaria como prueba de un modelo en retroceso.
Pocas semanas después, el 9 de noviembre, las mareas blancas y los dos grandes sindicatos convocaron manifestaciones simultáneas en todas las capitales andaluzas. Aunque CSIF y Satse se desmarcaron, la asistencia masiva —particularmente en Sevilla— reforzó la percepción de que la sanidad pública se había transformado en un terreno de disputa ideológica. Las consignas apuntaban directamente a la Junta de Andalucía, acusándola de “mercantilizar” el sistema sanitario y de no haber reaccionado a tiempo ante los errores en los cribados.
A estas dos movilizaciones se sumó la del 25 de noviembre, Día contra la Violencia de Género, donde colectivos feministas de izquierda incorporaron las fallas del programa de detección del cáncer de mama como argumento contra las políticas del Ejecutivo autonómico. Aunque el enfoque central de la jornada tenía otro objetivo, la protesta amplificó la presión sobre el Gobierno y mantuvo viva la narrativa de crisis en los servicios públicos.
El punto final de este ciclo movilizador llegó hace solo una semana, cuando la Plataforma 4D culminó otra marcha en San Telmo bajo la consigna de que sin sanidad, educación, servicios sociales, pensiones y dependencia no puede existir una autonomía real. El mensaje sintetizó la línea argumental de la oposición: presentar al Ejecutivo de Juanma Moreno como responsable de una degradación integral del Estado del bienestar en Andalucía.
Ya en diciembre, con la tensión ligeramente atenuada tras el archivo de la Fiscalía y la recomposición interna en la Consejería de Salud, el Gobierno andaluz busca retomar el control del relato. No obstante, el otoño dejó una evidencia clara: la calle volvió a convertirse en un actor político capaz de condicionar a un Ejecutivo que hasta ahora había sorteado con habilidad los momentos de mayor presión. El desgaste acumulado no cambia la correlación institucional de fuerzas, pero sí marca un punto de inflexión para un Gobierno que, por primera vez en años, ha visto cómo su estabilidad quedaba en entredicho por una concatenación de errores, protestas y batalla política abierta.

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