De golpe, la pisa. La pelota desaparece entre sus pies para reanudar su trayecto hacia otra dirección inesperada, luego de un instante que parece perpetuo. O se queda ahí nomás, bailoteando
de un empeine al otro, se esconde bajo la suela y se escapa por detrás, luego de un suave empujón con el taco. Como Astor Piazzolla le gritó un día a Diego Maradona en una cancha sin que casi nadie comprendiera el elogio –“¡sos Nijinsky!“-, Juan Román Riquelme fue el último artista del fútbol, un mago en el manejo del tiempo y el espacio. Un René Lavand con botines: “más lento no se puede hacer”, diría el viejo tahúr manco para presumir sobre cómo engañaba al ojo en cámara lenta.
Esa habilidad infrecuente -la de Román, Bochini, el Beto Alonso- les sirvió para manejar el ritmo de los partidos y poner el reloj de su lado; para dormir o acelerar el juego, causar una falta o acercar al desesperado rival a un error inevitable. Lejos de los estadios, ese talento cada vez más raro en el fútbol se volvió diario y exuberante en los tribunales federales que juzgan la corrupción política. Donde en lugar de aplausos despiertan estupor y desconcierto.
Sobran los ejemplos; es casi injusto seleccionar alguno ante el riesgo de encubrir otros cientos: jueces y fiscales que cajonean expedientes, demoran resoluciones importantísimas hasta que algún factor externo las active, que se escudan en una zarza de recursos, apelaciones, pericias y reglamentos para posponer su responsabilidad de decirle a las partes y a toda la sociedad quién tiene razón, quién es culpable y quién no.
La saga de los tres jueces peregrinos -Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli- ofrece el último escenario para los jueces y fiscales en “modo Riquelme”. Luego del amague de la jueza María Alejandra Biotti -que primero ordenó detener el traslado de los magistrados y pese a que el Senado desobedeció su fallo días después ella misma lo desdijo rechazando un amparo- la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal confirmó esa decisión respecto al amparo el 4 de septiembre, pero aún debe pronunciarse respecto a la cuestión de fondo.
La sala V de la Cámara está integrada por Guillermo Treacy, Jorge Alemany y Pablo Gallegos Frediani, pero este último juez no vota por una razón que desnuda la enorme incoherencia y discrecionalidad de la justicia argentina: Gallegos Frediani se excusó porque él mismo es un juez trasladado desde otro destino. Por supuesto, ni el Consejo de la Magistratura ni el Senado K dijeron una palabra sobre su caso. Quizás porque no está en su mira: este camarista jamás tuvo en sus manos una causa por corrupción contra Cristina Kirchner.
Sigamos el partido. Mientras hace tres semanas en el fuero Contencioso Administrativo ya corría el sonoro rumor de que la cámara rechazaría el pedido de los jueces, el tiempo siguió pasando sin noticias. Cambio de frente: anticipando esa posible parsimonia, Bruglia, Bertuzzi y Castelli acudieron directamente a la Corte Suprema de Justicia en per saltum, es decir salteándose una instancia. Fue el 25 de agosto hace un mes. En el máximo tribunal, otros Riquelmes vienen durmiendo una respuesta desde entonces. Esa respuesta -que podría ser una resolución o una escueta aceptación del per saltum para tratarlo sin urgencia- llegaría al fin este martes, tras una jugada individual del presidente del tribunal, Carlos Rosenkrantz.
Pero ahora, como en los juegos en los que sobre la hora se hacen cambios para asegurar el resultado a revertirlo a último momento, el fiscal ante la Cámara Contencioso Administrativo Rodrigo Cuesta firmó de golpe y oportunamente un dictamen aconsejando a los jueces no aceptar el pedido de los magistrados desplazados. Entonces todo puede cambiar: si en la tarde de este lunes la Cámara acepta ese mismo criterio, el per saltum del martes se cae por abstracto, y el trío de jueces desplazados deberá iniciar un nuevo trámite: primero pedirle a la Cámara que acepte su recurso ante la Corte y cuando ella responda -sin plazos, recordemos- volver a golpear las puertas del cielo. Pasaría más y más tiempo.
Pero como el fútbol, la justicia también se convirtió en una dinámica de lo impensado, como enseñó el maestro Dante Panzeri. En contra de lo que hace semanas se consideraba hecho, ahora los jueces Guillermo Treacy y Jorge Alemany parecen haber votado en distinta dirección, y hay que desempatar. Algo así como una definición por penales. Como el tercer juez de la sala se excusó -recordemos, también es un “trasladado”- hay que sortear al reemplazante, en un fuero que está bajo la fortísima influencia de Sergio Fernández, hermano del operador judicial K Javier Fernández. Una especie de VAR con la cámara empañada, digamos.
El sorteo electrónico iba a realizarse este mismo lunes por la tarde… pero se cayó el sistema. Un final trepidante, para el infarto. Como los partidos del Leeds del Loco Bielsa. La selección, entonces, deberá ser manual. Y, si tiene un mínimo de decoro, el camarista elegido no votará antes del martes por la mañana, cuando la Corte se reunirá para tratar el tema jueces. Una montaña rusa que desnuda la profunda infección de los tribunales con la política, y revela con absoluta transparencia el juego de intereses y presiones que dinamitaron la credibilidad del Poder Judicial.
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