Había una vez un país, en el cual, en una época, los productos que se exhibían en las vidrieras tenían colgados unos numeritos. El comprador ponía sobre el mostrador los pesos indicados por el numerito, el vendedor empaquetaba el producto, se saludaban y listo. Tal país era la Argentina y la época era mediados del siglo XX. Hoy operamos de manera muy diferente. ¿Mejor, peor? Diferente. ¿Cómo puede ser que se afirme que se vende en cuotas “sin interés”, con la actual tasa de inflación?
Al respecto consulté al norteamericano Lloyd Appleton Metzler (1913-1980), compañero de estudios de Paul Anthony Samuelson en Harvard. El primero dijo del segundo que a mitad del siglo XX era uno de los seis principales economistas del mundo y, por su forma de ser, el más querido de ellos. Enseñó en la Universidad de Chicago a partir de 1947. Antes de cumplir 40 años y en plena carrera hacia un desarrollo brillante, apareció la tragedia. “Fue como si los dioses se hubieran sentido envidiosos”, apuntó Samuelson. Notable expresión que repitió al escribir unas líneas para recordar a Miguel Sidrauski, economista argentino. Un tumor cerebral, del que se operó en 1952, privó a la profesión de una parte demasiado grande del genio de Lloyd, pero “con la mitad del cerebro igual era sobresaliente”, afirmó Miguel Ángel Manuel Broda, uno de sus alumnos.
-En 1951 usted publicó su trabajo más conocido, titulado Riqueza, ahorro y tasa de interés. ¿Cuál fue su aporte?
-Mostrar que en un modelo macroeconómico de corto plazo, si el dinero es neutral o no -entendiendo por tal si los cambios en la oferta nominal de dinero modifican o no el valor de variables como salario real, consumo o empleo- depende de la forma en que el Banco Central lo inyecta en la circulación. Siguiendo la ruta iniciada por Arthur Cecil Pigou y Don Patinkin, incluí los efectos-riqueza en las funciones de comportamiento macroeconómicas, particularmente en la función ahorro.
-Las dudas referidas a la determinación de la “verdadera” tasa de interés que se cobra cuando se vende a plazos son muy viejas. En la Argentina 2020 se plantea de manera extrema, porque nadie puede creer que, con la actual tasa esperada de inflación, alguien pueda vender en varias cuotas sin cargar algún interés.
-Independientemente de lo que diga el vendedor, la tasa de interés surge de comparar lo que hay que abonar al contado, con el monto y la fecha de cada cuota si se compra a plazos. Se toman en cuenta la cuota propiamente dicha, gastos, seguros, etcétera. Ejemplo: si por no tener hoy $100 mañana tengo que pagar $120 más $10 de gastos y $20 de seguro, abono una tasa de interés de 50% diario.
-La legislación que indica que hay que “informar con veracidad en los préstamos” siempre tuvo un talón de Aquiles.
-Efectivamente. Quien quiere disimular la tasa de interés utiliza la tasa directa. También existen las tasas activas y pasivas, las tasas nominales y reales, etcétera. La legislación obliga, correctamente, a calcular la tasa de interés sobre saldos, que generalmente aparece en su versión equivalente anual (conocida como TEA). Pero como usted bien indica, por más correcto que sea el procedimiento, no puede evitarse el talón de Aquiles.
-¿En qué consiste?
-Lo ilustro con un ejemplo. Si en la vidriera de un negocio dice que un producto cuesta $100 al contado, o $150 en una cuota a pagar dentro de 365 días, la tasa de interés es de 50% anual. Pero si uno ingresa al comercio, le propone al vendedor pagar $75 y se acepta la oferta, la tasa de interés es en realidad de 100% anual. Es imposible realizar este tipo de ofertas en los supermercados, pero no lo es en los comercios atendidos por sus dueños.
-Algunos comercios que, a pesar de la tasa esperada de inflación, venden en 12 cuotas “sin interés” se niegan a vender al contado. ¿Cómo puede ser?
-En la Argentina 2020 nadie cree que alguien puede estar tan mal informado como para vender en 12 cuotas mensuales sin interés; quien se niega a vender al contado lo único que hace es dificultar el cálculo de la verdadera tasa de interés que pretende cobrar. Lo cual no quiere decir que el vendedor pueda cargar cualquier tasa de interés, porque finalmente tiene que conseguir un comprador, y si cargara tasas exorbitantes podría ser desplazado por los competidores.
-De cualquier manera, sorprende que -con lo que cuesta vender- algunos oferentes pierdan operaciones por negarse a vender al contado.
-Allá ellos. Estamos delante de una de las múltiples manifestaciones de la forma en la cual hoy se publicitan los precios y las condiciones de venta.
-Explíquese, por favor.
-No conozco a nadie que hoy piense que el número que aparece en la vidriera de un comercio constituya la palabra final por parte del vendedor. Por lo cual, hoy hay que acercarse al mostrador y preguntar. Porque resulta que el mismo producto se consigue a precios diferentes según el día que se compra, la tarjeta que se utiliza, las entidades con las cuales está vinculado el comprador, quien compra cuatro unidades solo paga tres, etcétera. Y las diferencias son significativas.
-Lo cual incentiva la búsqueda antes de comprar.
-Efectivamente. Cuando usted era joven, buscar implicaba caminar o viajar, porque había que buscar la información de manera presencial. Recuerdo casos en los cuales, cuando alguien preguntaba por teléfono por el precio o las condiciones de venta de algún producto, la operadora contestaba que esa información solo se brindaba de manera presencial.
-¿Y ahora?
-Con la tecnología moderna, hoy buscar quiere decir consultar de manera electrónica, lo cual evidentemente aumenta el grado de competencia.
-Todo esto, más el impacto de la pandemia/cuarentena, afecta la estimación de la tasa de inflación.
-Así es. En economía, precio es el número al cual hay y se realiza la transacción. El tipo de cambio oficial es el precio al cual no se consiguen dólares, y los números que aparecen en las vidrieras de las inmobiliarias solo reflejan los anhelos de los vendedores. La pandemia/cuarentena complica el cómputo de la tasa de inflación porque, ¿qué precios de las entradas a los cines figuran en la estimación de los precios al consumidor si los cines siguen cerrados? Esto no es dibujo sino metodología, la prueba está en que actualmente no existen diferencias significativas entre la estimación pública y las estimaciones privadas de la tasa de inflación. La pandemia/cuarentena agravó los problemas de estimación, pero algunos de ellos ya existían.
-¿De qué habla?
-¿Qué precio toman, tanto las estimaciones públicas como privadas, de los productos que se consiguen por diferentes montos, según el día que se compran, la tarjeta que se utiliza, etcétera? Enorme desafío metodológico, que sugiere no prestarles demasiada atención a los decimales.
-Don Lloyd, muchas gracias.