Por Edgard Mainhard
Para integrar el directorio de un banco estatal no hay que reunir habilidades necesarias para afrontar el desafío porque basta con una conexión política. Por supuesto que hay excepciones pero no son exigencias. Entonces, a menudo, los directorios de la banca pública integral el coto de caza de la política, que para nada es eficiente en la derrumbada Argentina, desde mucho antes del coronavirus. Y tanto es así que Guillermo Wierzba puede ser director del Banco de la Nación Argentina, con su antecedente de Carta Abierta y el exCentro de Economía y Finanzas para el Desarrollo Argentino (Cefid-AR), que en los tiempos K difundía documentos que nunca ni CFK ni Axel Kicillof tuvieron en cuenta. Sin embargo, Wierzba vuelve a la carga.
No hay dudas que el sistema de salud argentino tiene enormes deficiencias en la relación entre recursos aplicados vs. resultados obtenidos. También grandes asimetrías que, en verdad, no son consecuencias del sistema de salud sino de la economía que no funciona, que padece una deformación ya estructural de precios relativos y que promueve una distribución desigual de la riqueza a partir de una inflación que no pueden frenar los economistas como Guillermo Wierzba ni Nicolás Dujovne. La trampa de la grieta no atrapará esta reflexión.
Otra vez: primero ocurre una falla en la creación y distribución de riqueza, y luego hay un sistema de salud muy diferencial cuya modificación promueve Cristina Fernández de Kirchner luego de 12 años en el poder (4 de su marido Néstor, y 8 de ella misma, período durante el cual ellos tuvieron varias emergencias médicas pero, con la excepción de una asistencia al Hospital Argerich en el inicio de Néstor, siempre recurrieron al sistema privado de salud, igual que el ministro de Salud de la Nación, dato relevante que omite Wierzba en su embestida contra lo que hay).
Wierzba menciona un trabajo de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe, el organismo de Naciones Unidas que alguna vez promovió Raúl Prebisch, quien falleció en Santiago de Chile atendido por el sistema privado de salud), y cuya secretaria ejecutiva es la mexicana Alicia Bárcena Ibarra, bióloga por la Universidad Nacional Autónoma de México y con una maestría en Administración en la Universidad de Harvard, tecnócrata que se atiende también en el sistema privado de salud.
El trabajo se titula “La salud como desafío productivo y tecnológico: capacidades locales y autonomía sanitaria en la Argentina pospandemia”, y fue elaborado por la oficina de la Cepal en Buenos Aires, que conduce Martín Abeles, director de la Maestría en Desarrollo Económico en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martin (IDAES-UNSAM), y marido de Cecilia Todesca Bocco, vicejefa de Gabinete de Ministros de la Nación, con quien tiene dos hijos.
Un dato histórico relevante: el peronismo no creó el sistema de obras sociales sindicales sino la Revolución Argentina, que también creó el PAMI. Al final, pareciera que los militares peleados entre ellos (Juan Carlos Onganía vs. Alejandro Agustín Lanusse) fueron más ‘progresistas’ que los populistas.
Ahora bien, el siguiente texto de Wierzba/Cepal es interesante para debatir:
“(…) Durante la presidencia de Menem se dispuso la posibilidad de la libre elección de obra social (Decreto 9/1993), y además se incluyó la opción de destinar aportes y contribuciones al sistema de medicina prepaga (EMP). Lo que impulsó el “descreme” del sistema de seguridad social, ya que los asalariados mejor remunerados que tenían aportes y contribuciones sociales altas, migraron al sistema EMP trasladando esos aportes y contribuciones del sistema de seguridad social al privado, desfinanciando al primero y fortaleciendo la rentabilidad del segundo. Ese decreto quitó los elementos de solidaridad al esquema de seguridad social y se alineó con el mismo tipo de concepción que la reforma jubilatoria adoptada en la misma década. La reversión de ésta última reforma durante los doce años de gobiernos nacionales, populares y democráticos parecen constituir un antecedente que debería completarse con la reforma del sistema de salud, con el objetivo de revertir los regresivos cambios de los ’90. (…)”.
Wierzba/Cepal se oponen a la libre elección de obra social no definiendo cuál será el mecanismo de autodefensa del beneficiario/paciente, cómo se introduce alguna competencia en el sistema de salud, cuál es el disparador de eficiencia. Parecen meros reivindicadores de la estratificación en una sociedad que anhela recuperar la movilidad social que reivindica. La idea de la ‘solidaridad’ tal como la plantea Cepal es tan teórica que sólo le resulta suficiente a quien está fuera del sistema.
¿Qué podría hacer el Estado y nunca hizo, CFK tampoco? Concederle otros parámetros a la salud pública pero se han negado a promover la productividad y la meritocracia tanto dentro de la educación pública como la salud pública, y luego se quejan porque no consiguen los rendimientos equivalentes a los que ofrecen los privados.
Es cierto que los sistema de medicina prepaga son onerosos pero ofrecen a sus afiliados los profesionales que se necesitan y en tiempo y forma, ¿por qué el Estado no ofrece algo similar en vez de vivir quejándose del éxito de otros que no puede equiparar?
Construir más estructura hospitalaria es una parte del problema sanitario, pero la salud es algo más que obra pública (de paso, 11 hospitales a cargo del mismo contratista). Tampoco se circunscribe a conceder más recursos sino aplicarlos en forma conveniente, con resultados que tranquilicen a los pacientes potenciales.
Es probable que alguien deba invitar a Wierzba/Cepal a un recorrido por los nosocomios públicos para comprender la situación. La reforma del sistema de salud pública no ha ocurrido pero resulta que ellos quieren desmontar el sistema de salud privado.
Wierzba/Cepal: “En realidad ninguno de los ciudadanos debería estar sujeto a diferencias en cuanto a la atención de su salud, y el carácter del servicio debería contemplar el objetivo de tender a la igualdad en su provisión que respete el carácter de derecho esencial.”
Bueno, Finlandia es un buen ejemplo. Pero dificilmente la sociedad finesa aceptaría el liderazgo de los burócratas argentinos. De hecho, ¿cuántos integrantes tiene el directorio del Banco de Finlandia? Apenas 3: Olli Rehn, Pentti Hakkarainen y Seppo Honkapohja.
Y algo muy importante. La siguiente frase de Wierzba: “esta lógica fragmentadora de la salud llevó a su mercantilización y a la pérdida de la lógica de la solidaridad”.
No es cierto: la salud sólo está reflejando lo que sucede con la economía, cuya mala gestión tiene consecuencias, y es nefasta la propuesta de considerar espacios estancos a la salud y la macroeconomía en nombre de una mal interpretada “solidaridad”.
“La propia diferenciación del sistema de seguridad social respecto del sistema público conllevaba el establecimiento de desigualdades, pero estas adquirieron una tendencia perversa y sistémica a partir del decreto de 1993 (…)”.
El ‘progresismo’ con el que comulga Wierzba gobernó la Argentina desde 2003 a la fecha, excepto el deficiente período 2015/2019, ¿y por qué se sigue quejando de los años ’90? ¿Cómo es que no resolvió el problema? Es el problema del falso progresismo: vive quejándose del pasado pero es inútil para construir un presente que satizfaga a las clases medias creadas por el peronismo, que permanece declarándose su representante pero no consiguen evitar la pauperización.