La popularidad del riojano pudo más que el aparato peronista y así logró la candidatura para las elecciones de 1989.
Fue sábado y votaron 1.544.949 peronistas. Afiliados al PJ, al menos. Ganó Carlos Menem y dio un paso gigante que, casi exactamente un año más tarde, lo instaló en Casa Rosada. Ocurrió el 9 de julio de 1988 y se cimentó en la memoria peronista como la única vez que el partido eligió con interna al candidato presidencial. Ese junio, la inflación fue de 18%. La erosión del poder de Raúl Alfonsín lucía irreversible y el duelo entre el riojano Menem y el gobernador bonaerense Antonio Cafiero definía anticipadamente al próximo presidente.
En 1988 Cafiero, en un tercer piso de Suipacha 414, escuchó a Julio Mera Figueroa, operador de Menem, poner como condición para jugar una interna que la elección sea de boleta corta, solo de fórmulas presidenciales, sin involucrar candidaturas de gobernadores, diputados o intendentes. Mera Figueroa advirtió: “Si no aceptan, Menem va por afuera del PJ con partido propio”.
Cafiero, escoltado por el apoderado Daniel Castruccio, aceptó a pesar de las opiniones contrarias de su entorno. Menem quería boleta “corta” para licuar el peso del aparato partidario, que jugaba mayoritariamente con Cafiero. “Si vamos con dos listas, el peronismo pierde”, justificó su decisión Cafiero, que en su diario personal admitió que las encuestas le sugerían una derrota.
La boleta de Antonio Cafiero en la interna contra Menem. Como vice iba el cordobés Juan Manuel De la Sota,
La interna fue mano a mano: Menem con Eduardo Duhalde de vice y Cafiero con José Manuel De la Sota, la tercera opción en la baraja. El plan “A” había sido Carlos Grosso, que con De la Sota y José Luis Manzano integraban el grupo de los llamados “jóvenes turcos”. Sería una fórmula demasiado unitaria.
En marzo del ‘88, Menem había pactado con Duhalde. Una versión romántica dice que el intendente de Lomas de Zamora salía de su quinta en San Vicente para ir a jugar dominó a un boliche cercano. Entre fichas y vermouth, hacía improvisados focus groups. “La gente me decía que le gustaba Menem, que votaría a Menem”, dijo Duhalde para explicar.
El salto del lomense le dio a Menem una porción sólida y voluminosa del caudal bonaerense, que potenció el apoyo de Juan Carlos Rousselot, ex locutor que en 1987 se había convertido en intendente de Morón.
El sábado 9 de julio, la fórmula Menem-Duhalde ganó en 18 provincias, incluso en Buenos Aires, donde gobernaba Cafiero. Esa fórmula arrasó en Lomas y en Morón y se impuso en La Matanza, dominio del caudillo Federico Russo donde influía, aportando un insumo esencial para las votaciones -papel para las boletas- Alberto Pierri, dueño de la papelera Tucumán.
Según Cafiero, Menem no tenía estructura pero tenía “popularidad” y él padecía el karma bonaerense: la crisis económica pegaba en el Conurbano y él debía lidiar con los escándalos de corrupción policial.
El riojano, que había sido una figura secundaria de la renovación, cuyo ring primordial fue la batalla de Cafiero contra Herminio Iglesias, tenía un encanto exótico y un look que emulaba a Facundo Quiroga.
Dos días antes de la votación, dio un golpe: cerró la campaña con un acto en el estadio de River ante 60 mil personas. La logística de ese show imponente que desconcertó a los cafieristas, estuvo a cargo del gastronómico Luis Barrionuevo.
La madrugada del 10 de julio, Cafiero aceptó la derrota. El recuento final anotó 833.353 votos para Menem, con 53,94% y 711.596, con el 46,06%, para el bonaerense. Juan Fégoli era el juez electoral que llevaba el expediente PJ y designó como veedor a León Carlos Arslanián, que luego sería secretario de Justicia de Menem. Tras la derrota, el club cafierista migró en bloque hacia Menem. Allá fueron Grosso, Manzano, Carlos Corach y Guido Di Tella. Hasta Libertad Porolli, la secretaria privada de Cafiero, se convirtió en ferviente menemista.
Fuente Clarin