Alberto Fernández le consultó el jueves a Cristina Kirchner por Martín Soria. No fue el único nombre sobre la mesa, pero el visto bueno de la vicepresidenta, en el encuentro que mantuvieron a solas en la Quinta de Olivos, volvió a hacer subir las acciones del todavía diputado nacional -debe renunciar para asumir- que tras sonar fuerte ni bien se supo que Marcela Losardo dejaba su cargo, parecía haber quedado relegado. El Presidente se tomó el fin de semana para decidir, con la certeza de que, tras los cortocircuitos que se generaron en el área bajo la gestión de su socia y amiga de toda la vida, no había margen para errores.
La aceptación de la vice, a pesar de ser decisiva, no implica un cheque en blanco para el ex intendente de General Roca, que no es considerado un soldado propio, y asume con varios desafíos en el área. “En línea con el pedido del Presidente, vamos a trabajar para garantizar que los servicios de justicia en nuestro país sean más eficientes, inclusivos e igualitarios; para avanzar en una transformación conceptual que ubique a la justicia de cara a los ciudadanos y ciudadanas”, fue el primer -y solemne- pronunciamiento de Soria, vía Twitter, tras su designación. Luego, en una entrevista con Pablo Duggan en Radio 10, cambió el chip y habló de “desarmar el lawfare” y el poder de la “mesa judicial” que “funcionaba en el despacho de Macri”, dos conceptos que el ala dura del kirchnerismo quería escuchar en boca del ministro del área.
Más allá de lo discursivo, asoma como prioridad en la agenda de Soria la reforma del fuero federal y los cambios en la ley orgánica del Ministerio Público Fiscal para que se pueda elegir al procurador con menos votos. Ambos tienen media sanción del Senado y quedaron trabados en Diputados por falta de consenso. El kirchnerismo acusaba a Losardo de no dedicarse a tejer acuerdos para conseguir su aprobación y hasta de obturar los que tejía Mena, mientras que la ministra pretendía que lo hicieran las espadas parlamentarias. Con ese antecedente y su reciente experiencia en la Cámara baja, Soria intentará articular con el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, y con el jefe del bloque del Frente de Todos, Máximo Kirchner, para conseguir los votos que faltan.
Por lo pronto, en su primer día como ministro ad hoc, habló de una “oposición perversa que se niega a tratar los proyectos”, pero a la que le dejó la puerta abierta a negociar: “Si no están de acuerdo, debatámoslo y mejoremos los proyectos”.
Los cambios en el funcionamiento de la Justicia, de la que según Soria el 87 por ciento de los argentinos descree, tienen un capítulo no menor en la cruzada del Gobierno contra la Corte Suprema de Justicia. Fernández ya avisó que buscará avanzar en la creación de un tribunal intermedio que atienda cuestiones de “arbitrariedad” para “circunscribir” la competencia del Alto Tribunal y también planea regular el artículo 280 del Código Procesal Civil y Comercial, al que apelan los cortesanos para definir con cierta discrecionalidad en qué temas involucrarse. Soria parece estar dispuesto a embestir sin demasiados rodeos.
No está claro todavía si finalmente la idea de Fernández de crear una Bicameral para controlar al Poder Judicial será una prioridad o quedará sólo a modo de advertencia para que jueces y fiscales se acomoden a “la nueva etapa” de la que admiten en el Gobierno.
“Le hablé un poco de cuáles son mis expectativas y él aceptó hacerse cargo”, contó Alberto F. este lunes a la noche en Canal 9. En rigor, Soria sabe que deberá conformar mucho más que al Presidente. La vicepresidenta, a quien se encargó de defender a ultranza, podrá evaluar su rendimiento con sus incondicionales arietes que la asesoran en materia de Justicia.
En ese sentido, el rionegrino recibe una “pesada herencia” de dirigentes que lo rodearán. Desde el poderoso viceministro Juan Martín Mena, un ferviente cultor del perfil bajo pero implacable para la administración del poder; el procurador del Tesoro, Carlos Zannini; el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla; y la interventora del Servicio Penitenciario Federal, María Laura Garrigós de Rébori. Son, en el organigrama, subordinados del flamante ministro, pero a la vez “jefes internos” con los que en el mejor de los escenarios podrá tener una relación de pares.
Aunque designado por el Presidente, algo similar ocurre con el consejero de la Magistratura por el Ejecutivo, Gerónimo Ustarroz, hermano de crianza del ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro.
Quienes en Buenos Aires más conocen a Soria aseguran que tiene la cintura necesaria para adaptarse a ese complejo universo al que empezó a frecuentar por su rol en las comisiones de Justicia y Legislación Penal. Pero una cosa es acompañar desde afuera y otra bien distinta es ponerse al frente de iniciativas ajenas.
Por lo pronto, este lunes el diputado nacional Leopoldo Moreau y la directora de Asuntos Jurídicos del Senado, Graciana Peñafort, dos voces de indudable afinidad con la vice, se pronunciaron a favor de su designación. “Es una gran elección”, resumió la abogada en A24. En privado, incluso, desde el kirchnerismo hubo elogios más contundentes para el ministro.
La reacción positiva de dirigentes cercanos a Cristina Kirchner le da a priori a Soria la posibilidad de no desembarcar con focos de conflicto inminentes. Pero, al mismo tiempo, implica que no tendrá margen para imprimir un estilo propio. Incluso, apenas podrá nombrar gente propia en algunas subsecretarías que en las próximas horas dejarán vacante funcionarios que responden a Losardo.
Con todo, en Casa Rosada se recibió con alivio el final del culebrón que, a criterio de un alto funcionario, “se estiró más de lo previsto”. “Es importante porque vamos a poder dejar de hablar de internas por un rato y nos podemos enfocar en lo que realmente le interesa a la gente: conseguir más vacunas, avanzar con el plan de vacunación y controlar los precios”, reflexionó.
Fuente Clarin