Qué pasó enEuropa cuando el frío se coló en los colegios, atacando los mandatos religiosos de los protocolos contra el coronavirus como, por ejemplo, el que obliga a clases con ventanas abiertas aún con temperaturas glaciales. Periodistas de Clarín en Madrid y Bruselas cuentan en esta nota todos los detalles y avatares de la escuela presencial en pandemia y en invierno.
“Mamá, la campera con capucha, no porque después me molesta en el banco”. Este año, en los colegios españoles, los chicos prestan atención al abrigo que llevan a la escuela por una pandémica razón: las ventanas estarán abiertas durante las horas que pasen en el aula y, de los seis meses que España lleva de clases presenciales, los tres últimos han sido de invierno.
A las nueve de la mañana de este jueves, por ejemplo, la térmica en Madrid era de apenas 5 grados por más que el próximo fin de semana comience la primavera en esta parte del hemisferio.
En España, la vuelta a clases en cuerpo y alma no significó un alud de contagios en el ámbito escolar aunque sí se sabe que el riesgo de infectarse en ambientes cerrados es veinte veces superior a las posibilidades de enfermarse de coronavirus al aire libre.
Saludos con codos en una escuela en Pamplona. Foto: AP
Sin embargo, en el protocolo covid para las escuelas del Ministerio de Educación, que pactaron el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas en septiembre, cuando comenzaron las clases, la llegada del invierno no contemplaba un cambio de escenario ni de medidas ni de hábitos.
Preocupados por las bajas temperaturas con las que sus hijos tendrían que convivir en las aulas, en algunos distritos de la Comunidad de Madrid, como La Latina, los padres se auto-organizaron y lanzaron colectas para aprovisionar a las escuelas de filtros de aire -el precio, en promedio, es de 4.200 euros por equipo para cada aula- que pudieran espaciar la apertura de ventanas.
En octubre, los papás de 17 colegios de La Latina y de Carabanchel enviaron una carta conjunta a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y al alcalde de la ciudad, José Luis Martínez-Almeida, porque consideraban que las medidas referentes a la ventilación de las aulas de las escuelas madrileñas eran “improvisada y deficientes”.
Por entonces, el pediatra ambiental Juan Antonio Ortega recomendaba la ventilación natural como método más efectivo para ahuyentar las partículas aerosoles que podrían quedar suspendidas en las aulas. “Hay que abrir las ventanas siempre, al menos 25 o 30 centímetros. Este año los niños tienen que ir más abrigados y en caso de necesitar algo complementario yo estoy a favor de los sistemas de calefacción radiante”, dijo Ortega, que es coordinador del Comité de Salud Medioambiental de la Asociación Española de Pediatría.
Esperando para entrar al cole, en España. Foto: AP
Y aunque en España la incidencia acumulada de infecciones por Covid-19 en esta tercera ola está en descenso -es de 128 casos cada 100 mil habitantes en los últimos catorce días-, de los 47 millones de españoles que viven aquí, apenas 1,8 millón ya recibió las dos dosis de la vacuna con la que se pretende inmunizar a la población contra el Sars-Cov-2.
La vacunación de maestros y profesores comenzó en marzo pero la suspensión del uso del suero de AstraZeneca que España, como casi una veintena de países, resolvió este semana ralentiza el proceso y siembra inquietud entre los docentes, en especial, luego de la muerte de Pilar González Bres, la profesora de matemática de Marbella que se vacunó con AstraZeneca el 3 de marzo y murió trece días después por un derrame cerebral.
El Ministerio de Salud investigará si su muerte tiene o no relación con la dosis de la vacuna de Oxford que se le aplicó.
El protocolo, por la ventana
Las autoridades educativas belgas se pasaron los meses de julio y agosto del año pasado discutiendo protocolos y medidas sanitarias y de distanciamiento social para cuando los niños volvieran a los colegios en septiembre. Los responsables de Educación de las tres regiones del país (la Educación es competencia regional) prometieron que aunque vinieran más oleadas de contagios lo último que se cerraría serían los colegios.
Bélgica cumplió su promesa y con la excepción de alargar la semana de vacaciones de principios de noviembre a dos semanas, los niños han tenido clases presenciales desde principios de agosto y ya apenas genera debate que el sistema educativo siga funcionando mientras otros muchos sectores fueron cerrados por meses. Bares y restaurantes no abren desde finales de octubre.
Pero todos aquellos protocolos se cumplen de forma bastante flexible. Los niños están separados en grupos o burbujas que en principio no tienen contacto con otros grupos. Y si eso es cierto durante las clases, en ciertas horas se llegan a juntar hasta cuatro y cinco grupos, por lo que dependiendo de los colegios se forman grupos de entre 60 y 80 niños con unas cuatro maestras ayudadas por becarias, jóvenes estudiantes universitarias que algún día serán parte del cuerpo docente.
Alumnos con barbijo en la escuela secundaria Sacre Coeur de Lindthout, en Bruselas. Foto: AFP
Clases con diez grados bajo cero
Una de las medidas que sí se cumple es que los colegios buscaron fórmulas para que los padres no accedan a sus instalaciones, ni siquiera en el caso de niños pequeños de tres o cuatro años. Se organizaron acogidas en las entradas o directamente en barracones desde los que, cuando ya están todos, se los traslada a sus clases. Esa medida se cumple, pero otras, como la idea de mantener las ventanas abiertas para que circule el aire y en principio disminuya el riesgo de contagios nunca se implantó.
Tampoco ayuda que en Bruselas se llegara en febrero a los 10 grados bajo cero. Aunque tampoco se abrieron las ventanas durante semanas donde el termómetro superó los 15 grados positivos.
Bélgica superó los últimos meses sin una tercera oleada que sí vivieron países vecinos, pero en los últimos días los datos muestran un agravamiento y este viernes podrían tomarse nuevas medidas restrictivas. El gobierno federal y las entidades regionales prometen que las escuelas no se cerrarán aunque sí podrían alargarse las vacaciones de Semana Santa.
El caso belga es bastante distinto por ejemplo al escocés. Los escolares escoceses volvieron a la escuela dos meses después de las vacaciones navideñas. Desde entonces los colegios los tienen separados en burbujas.
En Escocia, PCR en la secundaria
Cada burbuja tiene una hora diferente para el recreo y una hora diferente para la comida. Las ventanas, a pesar del frío, están abiertas y los niños tienen que guardar las distancias de seguridad con los profesores, aunque en la práctica nadie ve cómo es posible hacer eso con chicos pequeños.
Los colegios escoceses implantaron además un sistema de un solo sentido para que los niños no se crucen con los de otros grupos y estos ya no pueden sentarse en grupos sino en escritorios individuales.
El deporte se hace siempre al aire libre sean cuales sean las condiciones climáticas y los de secundaria tienen que hacer dos test PCR cada semana.
Bruselas, especial, y Madrid, corresponsal
ap
Fuente Clarin