“No se descarta nada, pero nada es inminente”. La aclaración que hace un importante funcionario con despacho en Casa Rosada resume la encrucijada del Gobierno ante el impacto de la segunda ola de coronavirus, el desgaste social y la recomendación que le hicieron los expertos al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, de aplicar medidas más duras e incluso cierres totales, similares a los del año pasado, para lograr contener la curva de contagios.
Si bien, como contó Clarín, ya en la previa a la reunión la administración de Alberto Fernández hablaba de conceder un plazo “mínimo” de 72 horas de evaluación de las medidas que comenzaron a regir el viernes pasado, la sugerencia de los especialistas y la consideración casi unánime respecto al riesgo de colapso que afronta el sistema de salud volvió a abrir el debate interno en el oficialismo sobre la necesidad de más restricciones.
Con poco margen social y económico para imponer un regreso a fase 1 ó un cierre indefinido sin un contexto extremo, en el Gobierno admiten que la propuesta de los expertos no fue desechada. Más: fuentes oficiales indican que se consolida la estrategia de eventualmente imponer “restricciones fuertes intermitentes“, esto es con un anuncio claro y concreto de que se restringe la circulación y con ella muchas actividades no esenciales, incluso económicas, por un determinado período de tiempo, sin prórrogas, como ya se implementó en varios países del mundo.
Una reversión criolla de la teoría del martillo y la danza del ingeniero francoespañol Tomás Pueyo, que el año pasado pedía cierres y aperturas constantes para convivir hasta la aparición de vacunas. En este caso, los cierres intermitentes, siempre que se afronte una situación sanitaria extrema, permitirían frenar la curva y ganar tiempo para que avance el plan de vacunación.
España, Gran Bretaña e Italia son algunos de los ejemplos que miran en la Casa Rosada en donde se impusieron medidas fuertes con relativo éxito en cuanto al acatamiento.
Entre los colaboradores de Fernández, sin embargo, apuntan que el gran interrogante es cuándo avanzar con más restricciones.
“El desgaste social influye, de hecho si no, si fuera por lo epidemiológico, se tendría que haber tomado medidas antes; pero si a la gente vos le decís cuándo arranca y le garantizás qué día termina, y efectivamente termina, lo va a cumplir. El temor a la enfermedad también empieza a volver”, considera uno de los presentes en el encuentro con expertos.
En base a ese “autocontrol” que, confían, comenzó a percibirse en la última semana, es que el Gobierno se decidió a esperar un poco más. “Si la gente cumple con estas medidas tal vez no haya que activar el botón rojo”, remarca un asesor presidencial.
Así, salvo que ocurra “una catástrofe que hoy no se ve en los números”, se abre un compás de espera hasta la próxima semana. Los 27.001 nuevos casos registrados este martes, aunque marcaron un nuevo récord, están dentro de las cifras que el Gobierno preveía.
La búsqueda de consenso entre las tres jurisdicciones -Nación, Provincia y Ciudad- explica también la cautela. “No se puede hacer nada sin coordinación”, conceden en el oficialismo.
Por este tema, precisamente, fue que la Provincia todavía no avanzó con medidas más duras, algo que blanqueó este martes el jefe de Gabinete bonaerense, Carlos Bianco, cuando admitió que la propuesta de Axel Kicillof la semana pasada “era hacer un cierre fuerte de 15 días para reducir el aumento de casos”.
Es lo que también pidieron algunos epidemiólogos, que entienden que es la única forma de dar un golpe de efecto para frenar el nivel de contagios.
En el Gobierno comparten la preocupación por la curva de contagios tan alta. “La apuesta es que no siga con picos y que se transforme en una meseta”, sostienen. Pero se decidió esperar. “No hay nada inminente”, insisten.
También, en la Casa Rosada señalan que las amplias diferencias y los distintos escenarios sanitarios a lo largo de la Argentina requieren recetas locales. “Acá no se puede cerrar Catamarca por lo que pasa en el AMBA, pero mucho de lo que pasa en el AMBA, después impacta en Catamarca”, razonan, al justificar la importancia que el Gobierno pone sobre el Area Metropolitana de Buenos Aires, pero al mismo tiempo la decisión de profundizar restricciones y cierres “quirúrgicos”.
“No se puede hablar más de un cierre total a nivel país y ni siquiera provincial: cada zona es un caso aparte que hay que evaluar en forma integral”, señalan. En ese sentido, ponen como modelo el sistema de fases que implementó Kicillof.
El bonaerense es ponderado por sobre otros gobernadores porque “no duda en tomar decisiones aunque tengan un costo político”. El chaqueño Jorge Capitanich es otro que integra esa lista. La distinción tiene que ver con la mayor proactividad que viene reclamando la Casa Rosada a los mandatarios.
Entre las medidas que dependen de Nación exclusivamente, se analiza un ajuste para reducir la circulación en el transporte público en el AMBA, disminuyendo las categorías de esenciales que pueden usarlo. Es que, a diferencia del año pasado, cuando no había clases en las escuelas, el flujo de docentes y alumnos en colectivos y trenes implicó una suba del 20 por ciento de pasajeros.
La quita de ventanillas en las unidades, anunciada por el ministro de Transporte, Mario Meoni, no es suficiente para las autoridades sanitarias, que ven “con mucha preocupación” las imágenes que a diario se viralizan sobre pasajeros agolpados en trenes y colectivos.
Fuente Clarin