Por Eduardo Aulicino
El Gobierno agita una disputa que parece inentendible frente al dramatismo del cuadro que se expone oficialmente. Y más grave resulta si el tema es exagerado para usarlo en una batalla que trasciende las clases presenciales. Zannini demora la respuesta a la Corte. Y queda en segundo plano el acuerdo para postergar las elecciones
Un dato razonable y media docena de señales de combate, algunas patéticas. De ese modo va cerrando una semana que el Gobierno califica quizá como la más dramática frente al coronavirus. Avanzó la idea de postergar las elecciones primarias y generales, un acuerdo con la oposición que aún arrastra disputas cruzadas y cuyo final resta escribir en el Congreso. En paralelo, se registró una sucesión de cargas del Gobierno sobre Horacio Rodríguez Larreta. Declaraciones de Alberto Fernández, un insólito capítulo protagonizado por el PAMI, cifras para mostrar que la provincia de Buenos Aires vacuna a porteños desesperados, advertencias por las clases presenciales, reclamos a la policía de la Ciudad por el control de la veda nocturna.
Son imágenes formalmente contradictorias. Y varias sugieren otro avance del kirchnerismo duro en áreas sensibles. Carlos Zannini proyecta una estrategia que es difícil de restringir a su papel como jefe de los abogados del Estado nacional. Pretendió poner en discusión el grado de jerarquía institucional y autonomía de la Ciudad de Buenos Aires, cuestión ratificada hace tiempo por la Corte Suprema. Lo hizo a sabiendas de la respuesta negativa en el proceso judicial por el recorte de fondos a la Capital. Y a la vez, demora al límite su presentación ante la Corte en la pulseada por las clases presenciales y el último DNU. Puede seguir así hasta el martes a primera hora. Para entonces, quedará apenas un puñado de días de vigencia práctica del conflicto, pero el desenlace judicial será un antecedente para lo que siga en materia de restricciones por la pandemia.PUBLICIDAD
Se ha dicho que buena parte de lo que ocurre nace de las presiones bonaerenses, es decir, de Axel Kicillof y su equipo de Salud. Pero detrás pesa Cristina Fernández de Kirchner. Y la andanada contra Rodríguez Larreta extrema todo al punto de colocar la responsabilidad de los contagios, desde el origen, en la Ciudad, casi como una acción premeditada. En esa línea, asomaría la intención de victimizarse y colocar culpas afuera -en una gestión ajena, en una franja etaria-, frente al temido crecimiento de contagios en varios municipios del Gran Buenos Aires.Horacio Rodríguez Larreta al informar la decisión de continuar con las clases presenciales
Resulta de mínima llamativo el contraste entre el discurso sobre el dramatismo del cuadro sanitario y los gestos políticos. La batalla con Rodríguez Larreta termina de quebrar algunos de los puentes que parecían más firmes para la negociación con la oposición. Y el ruido de la disputa amortigua incluso el impacto de la negociación para postergar por un mes las PASO y las elecciones generales. Un planteo que una movida a tiempo de Sergio Massa, Máximo Kirchner y Eduardo “Wado” de Pedro colocó a salvo aldarle cauce institucional en el Congreso.
El conflicto con Rodríguez Larreta demoró las conversaciones, pero fueron retomadas luego de que el oficialismo sumara a sus aliados consecuentes. Eso pronosticaba número suficiente para avanzar con la caída de las primarias y colocaba a Juntos por el Cambio en situación difícil. La salida opositora fue una respuesta con doble lectura posible: los duros enfatizan el condicionamiento a una cláusula que impida otro cambio electoral de acá a los comicios, y los negociadores exponen la alternativa de un acuerdo razonable, un gesto frente a la sociedad tomada por el día a día con coronavirus y en medio de la persistente crisis.
Se verá cómo termina la historia y si prevalece la lectura que considera acertado el acuerdo o lo ve sólo un juego lejano, ajeno. Por lo pronto, el Gobierno se ha encargado de dinamitar cualquier mensaje de inicio de un consenso para bajar el nivel de disputa y concentrarse en lo que realmente preocuparía: la nueva etapa de contagios por coronavirus. Ese entendimiento legislativo sería así un tema aislado, con riesgo de ser considerado un pacto corporativo, mientras se insiste con la confrontación cada vez más dura alimentada por el objetivo de esmerilar a Rodríguez Larreta, afirmado como uno de los principales referentes opositores y eje en el costoso debate sobre la educación.
Alberto Fernández repitió en las últimas horas que el mayor problema está en la Capital. “Todo empezó en la Ciudad”, dijo. Kicillof agregó sus críticas a la gestión porteña y apuntó además a la baja del promedio de edad en los internados en terapia intensiva. No repara en que empieza a dar señales el lento e irregular plan de vacunación entre adultos mayores. Y además de apuntar a los jóvenes, busca reducir el foco a los chicos y adolescentes, tiro destinado en definitiva a las clases presenciales.
Algo parecido dijo Nicolás Trotta, que busca afirmarse después de haber quedado descolocado por sus declaraciones previas a los anuncios del DNU vigente. Pero una de las entregas salientes de la semana sumó a otro protagonista: Luana Volnovich. Sorprendió al denunciar problemas en la vacunación de afiliados del PAMI por parte de la Ciudad. Las autoridades porteñas le respondieron que tales problemas fueron productos de errores, algunos repetidos y graves como la consignación de personas muertas, en los listados de la propia obra social.
Hay un elemento central que expone este caso como parte de la batalla política. Y es práctico: un problema de este tipo, en condiciones normales, es resuelto en conversaciones entre autoridades y técnicos, sin escalar mediáticamente. Hubo contactos entre la Ciudad y el PAMI en el atardecer del viernes y continuarían hoy para encarar la semana próxima de manera mejor organizada. Si es así, el problema no sería tan grave.
Más llamativo aún fue un comunicado del ministerio de Salud de la Provincia para difundir que 75.901 residentes de la Capital fueron vacunados en la provincia de Buenos Aires. Eso, desde el primer día. La Ciudad no respondió, pero dejó trascender que según el mismo cruce de datos -planillas de inoculados y Registro de las Personas- 97.393 personas con domicilio en la provincia fueron vacunados en Capital. Nada extraordinario, sino hasta natural, más allá de alguna avivada. Pero un juego peligroso porque agita prejuicios y otros venenos.
En la misma dirección se anotó la versión que se dejó trascender anoche después de la reunión -calificada como urgente– entre el Presidente y Kicillof. Se dijo que un tema central fue la posibilidad de la atención en la provincia de pacientes que no puedan ser atendidos por el sistema de salud de la Capital. No se dijo que, en rigor, deberían ser sistemas complementarios y que el circuito público y también el privado atienden sin limitación de origen o domicilio, en general con flujo inverso al referido.
La rústica estrategia de descargarse de culpas por lo que ocurre y, más inquietante, por lo que podría suceder llegó a límites extremos. En cualquier hipótesis. Si la situación sanitaria es tan delicada, resulta realmente una locura llevar la pelea política a los niveles de estos días. Y si el cuadro no es tan agudo y el tema es agigantado en función de la disputa con la oposición, sería de una gravedad alarmante. En cualquier caso, el discurso entra en crisis.
Fuente Infobae