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Adoraba el bajo perfil y el diálogo hasta altas horas, tanto con aliados como con ocasionales adversarios. Darío Alessandro era hijo homónimo de un dirigente histórico del peronismo, pero alcanzó vuelo propio como alter ego de Chacho Alvarez en el Parlamento y timonel del bloque de diputados de la Alianza durante la traumática gestión de Fernando de la Rúa.
El Círculo de Legisladores, que acababa de ungirlo vocal de la Comisión Directiva que estaba a punto de asumir, dio este miércoles la noticia de su fallecimiento. Fuentes cercanas al ex diputado le confirmaron a Clarín que pocos meses atrás le habían detectado un cáncer, que resultó fulminante. Tenía 69 años.
Había ingresado a la carrera de Sociología de la UBA en 1970 y al poco tiempo se encolumnó con la agrupación peronista que ya dirigía Chacho Alvarez, que derivó en la conformación de la JP Lealtad, enfrentada a la línea militarista de Montoneros.
No pudo diplomarse hasta el retorno de la democracia y en los tiempos recios de los militares se dedicó sucesivamente a actividades privadas: desde la atención de una metalúrgica familiar en Rosario hasta el emprendimiento propio de una fiambrería.
Cuando triunfó Carlos Menem, en 1989, su padre (fundador de Forja junto a Arturo Jauretche y Homero Manzi) fue electo diputado, y allí comenzó su tránsito por el Congreso.
Primero como asesor y luego como secretario legislativo del Grupo de los Ocho que armaron los disidentes del menemismo, con su progenitor, Chacho, el sindicalista Germán Abdala y Juan Pablo Cafiero (padre del actual jefe de Gabinete) como figuras destacadas,
Fue uno de los fundadores del Frente Grande y luego del Frepaso, que en 1995 logró el segundo lugar en las presidenciales con la fórmula José Octavio Bordón-Chacho Alvarez. Ese año hizo su desembarco en la Cámara baja, donde se mantuvo hasta 2003, en representación de la Capital.
Con la consagración de la Alianza, que convirtió a su jefe político en vicepresidente de De la Rúa, recibió el respaldo de sus aliados radicales para erigirse en jefe de bloque, cargo que mantuvo pese a la renuncia de Chacho, tras el escándalo de la llamada Ley Banelco de reforma laboral.
Alessandro empeñó su estilo negociador para superar airosamente polémicos debates, y aunque debió soportar continuas sangrías en sus propias filas por las crecientes críticas de sectores frepasistas a la gestión, se mantuvo leal al gobierno de De la Rúa hasta el abrupto final, en diciembre de 2001,
Se entusiasmó en 2003 con la llegada de Néstor Kirchner a la Casa Rosada, al igual que otros ex frepasistas, y volvió a estar cerca del poder, aunque no tanto. El canciller Rafael Bielsa lo sumó a su equipo como subsecretario para Asuntos Latinoamericanos y en 2005 el Presidente lo nombró embajador en Cuba.
Fue tras el escándalo diplomático por el refugio otorgado en la embajada a la disidente cubana Hilda Molina, que derivó en el despido del embajador Raul Taleb y del funcionario de Cancillería y ahora diputado “albertista” Eduardo Valdés.
De su paso por La Habana solía contar que para armar informes realistas sobre la situación política debía matizar las publicaciones del Granma, el órgano oficial del Partido Comunista, con noticias que circulaban en forma reservada entre los periodistas de agencias internacionales.
En 2007 dejó la embajada y Cristina la mantuvo acéfala durante un tiempo, hasta que decidió nombrar a Juliana Marino, Al año siguiente, la entonces presidenta envió a Alessandro a otro destino, Perú, y allí fue donde concluyó su actividad pública, en 2015, tras la derrota electoral del kirchnerismo a manos de Cambiemos.
Fuente Clarin
