“De la crisis se sale con crecimiento económico y para ello es necesario que las exportaciones crezcan más que las importaciones, para que se pueda cargar con dólares el tanque de nafta del entramado productivo”. Más o menos esa es la línea discursiva del Gobierno. Desde ya sensata y para nada original.
Lo que sí llama la atención son las cosas que ocurren después de dicho enunciado, aún dentro del Gobierno que lo recita. Estas semanas aportaron muchos elementos que hacen dudar de que realmente haya un convencimiento en que lo importante es tratar de arrimar al credo “dólares para crecer”.
Cepo al salmón. Los legisladores de Tierra del Fuego votaron prohibir, así nomás, sin matices, la cría de salmones en cautiverio. Es una actividad floreciente en el sur chileno (tratándose de Tierra del Fuego, es como decir a la vuelta de la esquina). A los legisladores fueguinos -provincia que consume una interesante cantidad de dólares para sostener su régimen de promoción industrial- se les ocurrió votar esa ley porque entienden que no hay manera sustentable -como si ocurre en Chile, Noruega y otros países– de criar salmón en cautiverio y de manera amigable con el medio ambiente. Se prohibió así una actividad que en Chile generó en 2019, antes de la pandemia. 5.500 millones de dólares en exportaciones. El salmón es la segunda actividad exportadora de Chile, detrás el cobre. Genera 130.000 empleos. El caso del salmón disparó una rencilla particular. La ley fue duramente criticada por el ministerio de Producción que conduce Matías Kulfas.
Cepo a los automóviles. Este viernes, el presidente de Renault Argentina reconoció que postergaba sin fecha la contratación de 360 nuevos operarios para abrir un segundo turno de producción en su fábrica de Santa Isabel, en Córdoba. Pablo Sibilla explicó el motivo de esa decisión: no sabe si el Gobierno le habilitará los dólares que necesita para importar piezas y autopartes. En el sector automotor ocurre algo particular. Hay ejecutivos de las terminales cuya tarea principal es hablar al menos una vez por semana con la Secretaría de Industria para saber con cuántos dólares van a contar. Es un tema “conversable” y así se asume de ambas partes, de las empresas y desde el Gobierno. Y eso que el Gobierno firmó un convenio con el sector para eximir de retenciones a las exportaciones que superen el volumen registrado en 2020. Es decir. Si el año pasado exportaron por 1.000, y en 2021 por 1.100, esos 100 de excedentes quedan eximidos de tributar retenciones. Renault quiere abrir un nuevo turno para fabricar el modelo Kangoo. Todas las unidades se exportan. General divisas…
Cepo a la carne. El cepo a las exportaciones de carne sigue sin resolverse. Una actividad que había empezado a levantar vuelo gracias a la demanda global, y sobre todo la de China, se encontró con el castigo del cierre a las exportaciones. Con lápiz grueso, se perdieron 200 millones de dólares en un mes. Y no son dólares que se recuperan eliminando el cepo. El cliente extranjero tomó nota que no hay un proveedor confiable al otro lado de la línea telefónica o la casilla de mail.
Cepo a la minería. La Provincia de Chubut discute si habilita o no la actividad minera -o más precisamente la mega minería- en la meseta chubutense, un área desértica en el centro de Chubut, en el límite con Río Negro. Hay una minera que tiene inversiones multimillonarias en espera para desarrollar un yacimiento de plata y otros metales. Pero la movida ecológica chubutense presiona para prohibirlo. Un sector del kirchnerismo los apoya.
Cepo a la papelera. Es un caso más lejano pero que hizo historia, de la mala. Como el salmón y la minería, la militancia ecológica suele hacerse presente a la hora de prohibir actividades económicas. El caso más emblemático: la papelera finlandesa que quería instalarse cerca de Gualeguaychú, sobre la banda argentina del río Uruguay. Ante las trabas, la papelera no anduvo con muchas vueltas: cruzó el río y descargó en Uruguay cientos de millones de dólares para levantar su planta. De la supuesta contaminación del Río Uruguay no se habló más. Pero los dólares de la inversión y de la exportación quedaron en Uruguay.
En todos los casos no solo se impide el ingreso de divisas al país. También se impide la creación de empleo registrado y de calidad, una categoría que se está convirtiendo en una rareza. En resumen, en un mundo donde abundan los dólares, Argentina se somete a una doble, si se quiere, restricción externa. El Gobierno no puede tomar dólares porque la tasa que debería pagar sería exorbitante. Las empresas que pueden lo hacen a tasas mucho más altas que las de empresas similares radicadas en otros países.
La segunda restricción es la que se impone desde adentro, cerrándole el paso a actividades que podrían generar esos dichosos dólares que el Gobierno necesita para poner en marcha la actividad sin tener que estar pensando cuándo será la próxima corrida cambiaria o la próxima devaluación.
Fuente Clarin