El aumento de 9% en las prepagas desde agosto y en cuatro etapas confirma lo temible: el ritmo al que suben los precios seguirá sufriendo presiones en los próximos meses. Aún cuando la inflación de julio perfore el 3% y sea el valor más bajo desde septiembre de 2020, algo que el Gobierno y Martín Guzmán se apresuran a subrayar por estas horas. ¿Pero qué garantías hay de que la baja de la inflación se consolide si el año cerrará en 50% con dólar y tarifas pisadas?
Por eso, cada vez hay más economistas, académicos y consultores, (algunos allegados al oficialismo) que plantean que, como viene la dinámica. Ya no alcanza con un plan de estabilización como fijar el dólar o acordar precios-salarios. Además hacen falta leyes, reformas y marcos nuevos. Como lo fueron el Austral con Raúl Alfonsín y la Convertibilidad con Carlos Menem.
Estos especialistas, que hablan de reformas, no son ortodoxos. No plantean introducir cambios por cuestiones ideológicas, así argumentan, sino instrumentales que hace a la práctica de la política económica. Rafael Di Tella, Martín Rapetti, Marina Dal Poggetto, son algunos de ellos. También Miguel Kiguel, ex secretario de Finanzas de la Alianza y que estudió procesos de inflación alta como el de Israel en los ochenta.
“Fernández afirma no creer en los planes económicos. El desorden económico en el que vivimos nos recuerda que es urgente que cambie de creencias. Es creer o reventar”. Rafael Di Tella, profesor de Economía de la Universidad de Harvard.
Resolver la cuestión fiscal (de fondo) y el acceso al financiamiento, son dos aspectos cruciales para que un intento de estabilización sea sostenible y seguido de crecimiento.
Pero la política que lleva a introducir estas reformas no es un tema no trivial. Los economistas ponen énfasis en aspectos técnicos de la estabilización como puede ser la reforma jubilatoria, pero se olvidan que hablar de ello puede ser contraproducente. El éxito de un plan por lo tanto estaría asociado a si el Gobierno y la oposición acuerdan el ajuste.
El economista y profesor de la Universidad de Harvard, Rafael Di Tella, se pregunta qué pasa si el país en verdad tiene además de una inflación alta, problemas de organización económica. ¿Qué sucede si el nivel de gasto público es tan alto que el Estado no puede usarlo para bajar la pobreza y el sector privado no alcanza a financiarlo? “En ese caso la estabilización de la inflación sería temporaria y al poco tiempo se rompería por falta de crecimiento o monetización de nuevos déficits”, dice Di Tella a Clarín.
“Cuanto menos cambios estructurales estén dispuestos a hacer para adaptar la productividad al mundo pos Covid, mayor presión sobre el dólar y la brecha habrá”. Marina Dal Poggetto, directora de la consultora Eco Go.
El nivel de gasto público actual en Argentina es casi 10 puntos porcentuales más altos que el pico al que lo llevó Néstor Kirchner. El aumento no sirvió para bajar la pobreza.
Economistas como Di Tella o Rapetti resaltan que las reformas hoy son necesarias para desinflar por motivos instrumentales y no ideológicas, caso Consenso de Washington.
“Los países con alta inflación están ‘desmonetizados, y las reformas económicas pro mercado usualmente atraen algo de flujos de capital que permiten “re-monetizarla” sin que esa impresión de billetes sea vista como inflacionaria”, dice Di Tella. Fijar el dólar o cualquier otro mecanismo para que las divisas de los argentinos salgan de abajo del colchón, lubricará la economía sin necesidad de emitir.
“Para estabilizar hacen falta dólares y depender sólo de las exportaciones puede ser insuficiente y arriesgado. Por eso las reformas dan más margen para crecer y bajar la inflación”, dice por su parte Rapetti, director del a consultora Equilibra. “¿Por qué países como Chile o México estabilizaron y desinflaron en los 90? Porque había entrada de capitales. Cómo administrás esos flujos de divisas, es otro tema”.
El ministro Martín Guzmán sostiene que el Austral y el 1 a 1 fueron regímenes cambiarios, no planes, y fracasaron porque fueron rígidos en marcos inestables y “nunca funcionan”
Dal Poggetto dice que Argentina enfrenta un desafío no menor de cara a la salida de la pandemia. Casi una jugada a cuatro bandas. “Una corrección que acomode los precios relativos, cierre la brecha fiscal, corte el financiamiento del Banco Central al Tesoro y desindexe los contratos”. La economista, directora de Eco Go, señala que “cuantos menos cambios estructurales se estén dispuestos a hacer para adaptar la productividad al mundo post Covid, mayor la presión a cerrar la brecha con un salto cambiario que derrumbe el salario”.
Dal Poggetto introduce un término antipático para la política: productividad, una palabra asociada a trabajar más por el mismo salario. Pero también es producir más en menor tiempo. “Aumentar el salario a través de esa vía no es inflacionario como sí lo es actualmente dando subas por paritarias”, dice Rapetti.
“La Argentina lleva una década en la que no sólo aumentó su tasa de inflación sino sus ineficiencias: hace falta una estrategia modernizadora”. Martín Rapetti, director de Equilibra.
Otra ventana que abre Dal Poggetto es qué mundo le espera a la Argentina. Esta semana se conoció que el PBI de EE.UU. alcanzó el nivel prepandemia. Europa lo hará a fin de año. Según Matías Rajnerman, economista jefe de Ecolatina, Argentina alcanzaría su PBI prepandemia a fines de 2022, corrección del dólar mediante.
El mundo ya arrancó. Mientras la empresa AT&S anunció esta semana que planea reclutar a más de 5.000 trabajadores en Europa para fabricar componentes electrónicos, Toyota en Argentina no consigue 200 personas con el secundario finalizado. Los cuellos de botella aparecen y la tapa de The Economist esta semana anticipa lo que viene: las economías en desarrollo crecerán menos.
“Son necesarias algunas reformas porque la inflación se está bajando a costa de distorsiones en el dólar y tarifas que habrá que corregir”. Miguel Kiguel, ex secretario de Finanzas.
“Los planes de estabilización en general son recesivos en el corto plazo, aunque si son exitosos bajan la inflación y estimulan el crecimiento”, explica Kiguel. “Para bajar el costo de estos programas muchas veces se busca acelerar la desinflación con políticas de ingresos y son un complemento a las políticas monetarias y fiscal que sí o sí se tienen que hacer”. ¿Estará dispuesta la política?
Fuente Clarin