El Fondo Monetario Internacional (FMI) preveía el año pasado que la economía mexicana (U$S 1,7 billones) crecería 3,5% en 2021, tras haberse contraído 8,5% en 2020; y ahora, después del crecimiento excepcional de las exportaciones a EE.UU. (U$S 380.000 millones en 2020), se expandiría el doble o más (7%/+8% anual).
Es una consecuencia directa del nuevo NAFTA (USMCA’s/EE.UU/México/Canadá Agreement), el acuerdo de libre comercio – en realidad proyecto de integración – entre los 3 países norteamericanos, del que se acaba de cumplir 1 año, y que fue impulsado por Donald Trump después de derogar el TLC originario vigente desde 1994.
El comercio internacional (exportaciones más importaciones) de EE.UU con sus 2 vecinos ascendió a U$S 1.3 billones el año pasado, y supera al que sostiene con su principal socio comercial (U$S 586.000 millones en 2020) en el mundo, que es la República Popular China.
EE.UU., la mayor economía del sistema mundial (U$S22,6 billones/25% del PBI global) experimenta un extraordinario boom económico en 2021, con una expansión de 6,5% anual en los primeros 3 meses del año, seguida por un auge fenomenal de 13% anual en el segundo trimestre, según la Reserva Federal de Atlanta.
Para México esto tiene una importancia decisiva que se manifiesta por 2 vías: la primera, obviamente, a través del auge excepcional de las exportaciones al mercado estadounidense, que representan 87% del total de las ventas externas mexicanas; y luego por un crecimiento notable de las remesas de la comunidad mexicana en EE.UU., tanto legal como ilegal, que superarían U$S 55.000 millones este año, una cifra superior al total de las colocaciones de petróleo en el exterior.
El año pasado, por efecto de la pandemia, México fue el país latinoamericano que experimentó una de las mayores contracciones económica (superada por Perú,-11% anual y la Argentina, 9,9%), en tanto que su expansión supera de lejos en 2021 al resto de los países de la región.
El USMCA’s fue suscripto en noviembre de 2018, y aprobado por una mayoría abrumadora (89 sobre 100 senadores) por el Congreso norteamericano en diciembre de 2019.
La cláusula fundamental del nuevo NAFTA es la que establece que las cadenas transnacionales de producción automotriz radicadas en México pueden exportar sus productos en forma preferencial al mercado estadounidense en la medida en que los salarios de sus trabajadores adquieran los niveles de EE.UU.
Esto significa que desaparece la ventaja comparativa esencial que tenía México por sus menores salarios en el antiguo NAFTA de 1994; y que fue su principal mecanismo de atracción de inversiones del mundo entero, y en primer lugar del propio EE.UU.
Al mismo tiempo, el USMCA’s aumentó al 75% el contenido doméstico (esto es del espacio norteamericano) de los automotores fabricados del lado mexicano – un alza de 13 puntos respecto al 62.5% pactado en 1993 -, lo que prácticamente excluyó los componentes producidos fuera del marco de Norteamérica (EE.UU./México/Canadá).
Esto implica que EE.UU. y México – la primera economía del mundo y el noveno mercado emergente – comparten los mismos estándares tecnológicos, niveles salariales, y regulaciones ecológicas a partir de 2019; y esto convierte a México, no obstante sus enormes contradicciones sociales, regionales y étnicas, en una parte integrante – y potencialmente decisiva– de la economía norteamericana; y en un sentido más específico en un anillo inescindible del proceso de acumulación de EE.UU., la expresión más acabada del capitalismo avanzado del siglo XXI.
El nuevo NAFTA (USMCA’s), en suma, no es un acuerdo de “librecomercio”, sino un tratado de integración estructural que marca el rumbo de la expansión de EE.UU en América Latina.
El USMCA’s (nuevo NAFTA) es un adelanto de lo que viene en materia de integración económica en el sistema global; y la forma específica en que se manifiesta el rasgo esencial del capitalismo desde la Primera Revolución Industrial (1780/1840), que es su carácter de proceso y ambición de integración mundial del sistema.
En este nuevo sistema de integración global solo valen las ventajas competitivas surgidas de la innovación y el incremento de la productividad, y desaparece la capacidad competidora fundada en los bajos salarios; y todo el proceso adquiere un carácter acelerado de “horizontalización”. Desaparece en un pasado remoto el contenido del término “imperialismo”.
Falta agregar que Andrés López Obrador respaldó plenamente la iniciativa del nuevo NAFTA surgida del entonces presidente Donald Trump, y que en el transcurso de su gobierno se transformó en el principal aliado del mandatario norteamericano en México, desplegando a su pedido 37.000 soldados mexicanos en la frontera sur de EE.UU. para frenar las marchas multitudinarias de inmigrantes ilegales centroamericanos, obviamente dirigidas al norte del Rio Grande, con el objetivo que parece universal de cumplir el “Sueño Americano”.
El nuevo NAFTA es un punto de inflexión histórico en el posicionamiento de México en el sistema global, convertido en relación a EE.UU. en un Canadá del Sur, solo que más afectado por la violencia y el narcotráfico.
Fuente Clarin