Un Rolls Royce se acercó a Josefina el día de Acción de Gracias. En su interior, el predicador Gary Heidnik buscaba la compañía de una joven afroamericana, a la que convenció para que lo acompañase a su casa.
La mujer se prostituía para mantener a sus tres hijos, el último de apenas unas semanas de vida, y la opulencia de aquel nuevo cliente le dio cierta confianza. Sin embargo, en cuanto Josefina cruzó el umbral de la puerta, Gary la estranguló y, una vez inconsciente, la encadenó en el sótano.
Durante las siguientes semanas, el criminal secuestra a otras cinco chicas más. Su obsesión: poseer un harén con diez mujeres con quienes crear su propia familia.
“Quería tener una raza perfecta de hijos” y para ello era necesario construir una “granja de bebés”, reconoció él mismo tras su detención. Su historia sirvió como inspiración para idear el personaje de Buffalo Bill de “El silencio de los corderos”.
Infancia difícil
Nacido en los suburbios de Eastlake (Cleveland, Ohio, en Estados Unidos) el 22 de noviembre de 1943, Gary Michael Heidnik sufrió el traumático divorcio de sus padres cuando apenas tenía tres años.
Aunque hasta 1950 Gary y su hermano pequeño Terry vivieron con su madre Ellen, el hogar materno se volvió difícil debido a los problemas de alcoholismo de la mujer.
En la casa paterna tampoco mejoró. Michael, que también se había casado en segundas nupcias como su ex mujer, fue un hombre violento y maltratador que abusaba física y psicológicamente de sus hijos. Especialmente de Gary.
La “casa del horror”, donde Gary Heidnik torturaba y violaba a sus víctimas. Foto: AFP
El pequeño sufrió la ira del padre al tener micciones nocturnas. Para castigarlo y humillarlo, Michael lo obligaba a colgar las sábanas mojadas de orina en la ventana: quería que los vecinos lo viesen y así avergonzar a su hijo.
Estudiante brillante y sapo de otro pozo
Gary tampoco encontró refugio en la escuela donde, pese a ser un estudiante superdotado con un cociente intelectual de 148, no conseguía hacer amigos.
Entre las razones: la vestimenta militar que siempre llevaba y su extrema timidez. De hecho, ser tan distinto lo hizo convertirse en el objeto de toda clase de burlas. Estas aumentaron a raíz de un accidente: se cayó de un árbol. El golpe le deformó tanto el cráneo, que la cabeza adoptó una extraña forma de cono. Nuevamente, los chicos se cebaron con él.
Ante el clima que lo rodeaba, el padre decidió enviarlo con 14 años a una academia militar. Dos años después, Gary regresó al colegio, aunque al poco tiempo prefirió dejar las clases y alistarse en el ejército para servir a su país. Tenía 17 años.
Entrenamiento militar
Los siguientes trece meses de entrenamiento, el adolescente obtuvo un expediente intachable y terminó su formación como médico militar en San Antonio (Texas).
Su primera misión fue en el 46º Hospital Móvil Quirúrgico del Ejército Norteamericano en la ciudad alemana de Landstuhl, hasta que en octubre de 1962 le diagnosticaron trastorno esquizoide de la personalidad, por el cual tenía que medicarse con trifluoperazina (un antipsicótico). Con este diagnóstico, el ejército le dio de baja con honores y le concedió una pensión de invalidez completa.
Pero la salud mental de Gary comenzó a ser inestable: pasó por varios psiquiátricos y trató de suicidarse en trece ocasiones.
El muchacho sólo encontró cierta paz en octubre de 1971 al fundar su propia congregación religiosa, la Iglesia Unida de los Ministros de Dios, donde ejercía como predicador en la North Marshall Street, de Filadelfia.
Iglesia propia
Lo que empezó siendo una iglesia con 1.500 dólares y cinco feligreses, en cuatro años Gary multiplicó el número de devotos y aumentó las donaciones en medio millón de dólares. Incluso llegó a ser conocido como “el obispo de las hamburguesas” porque repartía esta comida una vez terminados sus sermones.
Sin embargo, aquel teatro tenía truco: el predicador utilizaba a pacientes con discapacidad mental de un psiquiátrico cercano, el Instituto Elwyn, para captar a sus potenciales fieles.
Gracias a su carisma, simpatía y “bonita sonrisa” conseguía que el sector femenino del centro lo acompañase a la iglesia. Una de ellas fue Anjeanette Davidson, que inició una relación sentimental con Gary y, dos años después, dio a luz a su primer hijo en común.
Crímenes atroces
En marzo de 1978, el charlatán fue detenido por secuestrar, violar, sodomizar y torturar a la hermana de su novia, Maxine, a la que sacó sin permiso del Instituto Elwyn para retenerla en el sótano de su casa durante diez días.
Cuando la policía la encontró, la mujer estaba aterrorizada y llena de sangre. Gary pasó tres años en una institución mental tras ser acusado de secuestro, violación, privación de la libertad y de interferir en la custodia de una persona interna.
Gracias a su buen comportamiento y a ese “silencio sepulcral” con la que las autoridades describieron a Gary, el predicador salió en libertad bajo supervisión estatal en 1983.
Gary Heidnik creó su propia iglesia, donde “recultaba” a sus víctimas. Foto: AFP
Violencia física y psicológica
Una vez en la calle, empezó una nueva vida: se compró una casa en el 3520 de North Marshall Street, un Rolls Royce y un Cadillac, y se dio de alta en una agencia matrimonial para buscar pareja.
Allí conoció a Betty Disto, una filipina recién llegada a los Estados Unidos con quien contrajo matrimonio el 3 de octubre de 1985, apenas un mes después de conocerse. Sin embargo, el comportamiento abusivo y violento del predicador salió pronto a la luz.
En ocasiones, Gary obligaba a su esposa a mirar mientras él tenía relaciones sexuales con otras mujeres. Su único objetivo era hacer daño. Además, solía violarla a menudo y cometía toda clase de abusos psicológicos.
El matrimonio terminó en enero de 1986 cuando la comunidad filipina en Filadelfia la ayudó a escapar de aquel tormento. Por entonces, la mujer había quedado embarazada, circunstancia que Gary no supo hasta que inició los trámites de divorcio.
Tras este segundo hijo, el predicador tuvo un tercero, Gary Jr, después de abusar sexualmente de una de sus feligresas, Gail Lincow. Pero el pequeño fue enviado a un hogar para menores.
Lisa Thomas, Deborah Dudley y Jackeline Askins, tres de las víctimas de Heidnik. Foto: AFP
La casa de los horrores
El hecho de no poder ver ni tratar con ninguno de sus tres hijos hizo que Gary se planteara “dejar embarazadas a diez mujeres para poder formar su propia familia”.
Su única obsesión era “tener una raza perfecta de hijos de estas mujeres”, explicó Chuck Peruto, abogado defensor del criminal. A partir de ahí, planeó el modo de construir su propia “granja de bebés” hasta convertirse en el conocido “sembrador de bebés”.
Para ello transformó el sótano de su casa en una mazmorra: tapió las ventanas y las aisló para evitar que se escucharan los gritos de sus víctimas, ancló cadenas a las paredes, compró candados y forjó un pequeño pozo en el suelo. Una vez lista la casa de los horrores, Gary sacó su Rolls Royce en busca de la primera mujer.
El 25 de noviembre de 1986, el predicador encontró a Josefina Rivera, una prostituta de 25 años, con tres hijos pequeños y una economía precaria, que rápidamente accedió a subirse a su lujoso coche.
La joven no sospechó que bajo aquel aspecto de opulencia se escondía un verdadero psicópata y un calvario que se prolongó varios meses.
Gary llevó a la trabajadora sexual a su casa y, en cuanto cerró la puerta, la estranguló hasta dejarla inconsciente. Acto seguido, la arrastró al sótano y la encadenó. Una vez que despertó, Josefina empezó a gritar desesperadamente, así que el secuestrador la metió en el pozo para que se calmara. De allí no podría salir si él no quería. Los siguientes siete días, Gary pegó, torturó y violó a Josefina. Y no contento con eso, continuó secuestrando a más víctimas.
El 3 de diciembre raptó a Sandra Lindsay, una de las pacientes del Instituto Elwyn, a la que previamente había invitado a cenar en casa. Tras la primera copa de vino, la joven de 24 años terminó compartiendo espacio con Josefina. El 23 de diciembre llegó Lisa Thomas, de 19 años y, el 2 de enero de 1987, Deborah Dudley, de 23 años.
Las cuatro mujeres fueron golpeadas, torturadas y violadas, y obligadas a comer comida para perro, a presenciar las violaciones de sus compañeras, o a ser encerradas en el pozo si desobedecían o se rebelaban contra su captor.
Sandra se llevó la peor parte en uno de esos castigos por haber tratado de escapar. El criminal la colgó de las muñecas a una viga, no le dio de comer en varios días y, después de padecer unas fiebres altísimas, la joven falleció. Ahora tocaba deshacerse del cadáver.
Gary procedió a descuartizar el cuerpo, pero como no podía solo, obligó a las otras tres mujeres a ayudarlo. Una vez troceado, el asesino guardó los brazos y las piernas como “comida para el perro”, asó las costillas al horno, e hirvió la cabeza en una cazuela.
Pero el fuerte olor que emanaba de aquellos tétricos guisos llamó la atención de los vecinos y una patrulla de policía llegó al domicilio del predicador. “Estaba haciendo un asado, me quedé dormido y se me quemó”, se justificó ante las quejas. Los agentes dieron por buena su explicación y se marcharon.
Ese mismo día y los posteriores, Gary alimentó tanto a las cautivas como a su perro con los trozos cocidos de Sandra, un dato que no conocieron hasta el día del juicio.
Encerradas en un pozo
Uno de los suplicios que llevó a cabo para mantener tranquilas y obedientes a las chicas fue introducirlas en el pozo: una vez allí, ordenaba a Josefina que lo llenase de agua y metía cables eléctricos para electrocutarlas.
“Nada funcionaba. Trataba de encontrar algo que las hiciera callar y dejaran de gritar. Trataba de encontrar algo que les hiciera comportarse bien”, confesó en una entrevista.
Deborah fue castigada con tal virulencia que murió de inmediato al ser electrocutada. En esta ocasión, Gary prefirió no descuartizar su cuerpo sino abandonarlo en Pine Barrens, en el estado de Nueva Jersey. Tras el asesinato de Deborah, el predicador buscó una nueva víctima, Jacqueline Askins.
El 18 de enero de 1987, Jackie, de 18 años, fue atacada por sorpresa, despojada de toda su ropa y lanzada a un sótano con otras tres desconocidas. “Estaban todas atadas, encadenadas. Dos estaban en la cama, una junto a la mesa de billar y la otra de pie junto a la ventana (tapada)”, explicó Askins en 2018.
Al igual que hicieron sus compañeras durante las primeras horas de cautiverio, Jackie se desgañitaba para pedir auxilio. En especial, si escuchaba salir de la vivienda a Gary.
Sin embargo, el delincuente lo tenía todo previsto: las amordazaba con cinta americana y les clavaba destornilladores en los oídos para evitar que escuchasen cualquier movimiento en la casa.
El comienzo del fin
Todo terminó cuando el 23 de marzo de 1987, Gary secuestró a otra prostituta, Agnes Adams. Lo hizo con la ayuda de una cómplice, Josefina, a la que el secuestrador premió permitiéndole hablar con su familia desde una estación de servicio.
Mientras Gary la esperaba en el coche, Josefina optó por llamar a emergencias para que fuesen a rescatarla. Al momento, llegaron varias unidades de policía en el lugar, detuvieron a Gary y lo llevaron a comisaría. Paralelamente, Josefina explicó los hechos y procedieron a registrar la propiedad.
Al bajar se toparon con una escena dantesca: un hedor a cadáver prácticamente irrespirable y a varias mujeres encadenadas y amordazadas con evidentes signos de tortura. Además, hallaron doce kilos de carne humana en el congelador: era Sandra Lindsay.
Gary Heidnik en 1987, en una audiencia previa al inicio del juicio en el que fue condenado a muerte. Foto: AP
El juicio
A principios de junio de 1988 dio comienzo el juicio contra Gary Heidnik en Filadelfia y, desde el principio, el acusado trató de hacer creer al jurado que las mujeres retenidas en su sótano ya se encontraban allí cuando él compró la casa. Esta excusa no convenció al tribunal, así que su abogado defensor Charles Peruto trató de alegar enajenación mental como razón exculpatoria.
Por su parte, la Fiscalía aportó pruebas de sus ingresos en la iglesia y subió al estrado a un asesor fiscal, que le definió como un hombre de negocios “astuto” y que “sabía exactamente lo que hacía”. Aquello tiró por tierra el argumento de la defensa.
El relato de las sobrevivientes también ayudó a corroborar que Gary actuó en plenas facultades mentales. De hecho, la jueza Lynne Abraham se percató rápidamente “de que estaba fingiendo una enfermedad mental” para evitar la pena de muerte.
El 1 de julio de 1988, el conocido como “el sembrador de bebés” por los medios de comunicación fue declarado culpable de dos asesinatos en primer grado, cinco delitos de secuestro, seis de violación y cuatro de agresión agravada. El veredicto lo sentenciaba además a la pena de muerte.
Dos años antes de su ejecución, y mientras permanecía en el corredor de la muerte del Correccional Estatal de Rockview (Pensilvania), su familia intentó paralizar el proceso presentando una petición de suspensión temporal de la sentencia: argumentaban que el predicador tenía las facultades mermadas para aplicarle la pena capital.
El tribunal denegó la solicitud y, el 6 de julio de 1999, Gary Heidnik fue ejecutado mediante inyección letal.
La muerte del “sembrador de bebés” supuso una lucha constante para las sobrevivientes por rehacer sus vidas y reponerse del trauma. Jackie Askins se preguntaba en las entrevistas a los medios: “¿Por qué yo?”.
Para resarcirse, Jackie fue testigo de la ejecución de su secuestrador: “Me aseguré de que viera mi cara antes de morir. Quería que mi cara fuese lo último que viera”.
Fuente: La Vanguardia
CB
Fuente Clarin