Por Carlos M. Reymundo Roberts
En medio del vendaval, el Gobierno se apresta a dar la primera buena noticia desde que asumió, en diciembre de 2019: el embarazo de Fabiola Yáñez. No es un hecho ceñido a la esfera familiar. Viene a demostrar, entre otras cosas, que Alberto a veces acierta. Y que el carnaval de Olivos también deja espacios a momentos de mayor intimidad. Es una lástima que tan feliz acontecimiento se vea empañado por el contexto. El heredero o la heredera crece y se desarrolla mientras sus padres están más ocupados buscando un abogado que un obstetra. La novedad del embarazo merecía otro marco. Incluso podría darse el caso de que el profesor, perturbado y confundido, desmienta la información, diga que es un Evatest trucado y le eche la culpa a Fabiola.
La segunda gran noticia es que el Presidente se reunió ayer por primera vez con su gabinete. El 6 de junio del año pasado hubo otro encuentro, en el CCK, pero, pequeño detalle, él no estuvo. No le habían avisado. Fue presidido por Santiaguitito Cafieritito, que por entonces todavía era Santiaguito Cafierito. En la reunión de ayer, Alberto tomó la palabra para preguntarles a sus ministros en qué andaban, qué tal ellos y sus familias, y después hizo una reafirmación de su autoridad: “Los convoqué para poner orden, como me indicó Cristina”.
Martín Guzmán, ministro de Negociación de la Deuda, dio un panorama optimista: el Fondo va a cobrar lo que le debe. Felipe Solá, ministro de Relaciones con Dictaduras Populistas, informó sobre el desarrollo del diálogo entre el gobierno de Maduro y la oposición, y también llevó tranquilidad: no hay posibilidad de que eso prospere. Juanchi Zabaleta, flamante ministro de Desarrollo Social, desmintió que los movimientos sociales hayan copado la cartera; dijo que él pudo llegar tranquilamente a su despacho. Carla Vizzotti (Salud) apareció por Zoom desde Moscú, donde viajó por vigésima vez: “No hay vacunas, pero con Cecilia [Nicolini, la del célebre mail] estamos poniendo a parir a los rusos”. Claudio Moroni (Trabajo) reveló que desde marzo del año pasado se perdieron 160.000 puestos formales en el sector privado, y cuando iba a dar las cifras de caída del empleo en el sector informal le tocaron la campanita. Matías Lammens (Turismo) puso de relieve la vitalidad de su sector; según un reciente informe del Banco Mundial, la Argentina es hoy el país de la región con más viajeros; viajeros al exterior, que no vuelven: la mayor emigración de América Latina, superior incluso a la de Venezuela. Cuando le tocó intervenir a Nicolás Trotta (Educación), le cedió la palabra a Baradel, que anunció el 45% de aumento a los docentes por haberse bancado la cuarentena sin clases, sin paros y sin chistar. Sabina Frederic (Seguridad) expuso sobre el dispositivo que se desplegará en la quinta de Olivos para impedir el ingreso del staff y los amiguitos de Fabiola (su asesor de imagen, su dietista, su vestuarista, su estilista, su maquilladora, su fotógrafo, su relacionista público, su masajeadora, su personal trainer, su prensero y su cholulista). Wado de Pedro, ministro delegado de La Cámpora, aclaró que él solo estaba ahí para tomar nota de todo lo que se dijera.
““No es mi mejor momento: no pego una y me pegan todos”, dijo Alberto”
Jorge Taiana (Defensa) contó que no veía tantos milicos desde sus años de militancia en Montoneros. Jorge Ferraresi (Hábitat) dio un pormenorizado detalle de las viviendas populares que serán inauguradas durante la campaña y terminadas en algún momento. Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) pidió un minuto de silencio por su área. Julio Vitobello (Secretaría General), uno de los apuntados por el kirchnerismo, dijo que solo iba a hablar en presencia de su abogado.
Cerró la reunión Alberto, con un crudo testimonio que hizo llorar a los ministros. “La verdad, no atravieso mi mejor momento. No pego una y me pegan todos. Cristina me saca el micrófono y me bardea en público. Me amenazan con nuevas fotos y nuevos videos, e incluso con una superproducción en la que aparezco bailando en zunga con trompita. Massa me ignora. Máximo me evita. Una marcha alfombró la Plaza de Mayo con piedras que llevan los nombres de los muertos por el Covid. Mi nuevo hijo, o hija, o hije, va a nacer y yo para ese entonces no sé si seré presidente, vocero de la presidenta, embajador en Turkmenistán o jefe de campaña de Espert. No sé qué quedará de la Argentina ni qué quedará de mí. Solo los tengo a ustedes, compañeros, y tampoco sé a cuántos ni hasta cuándo. Los talibanes vienen por nosotros. Por eso, en este momento tan aciago, quiero hacerles un pedido: que mi busto en el Hall de Honor de la Casa Rosada lleve esta inscripción. Fue un revolucionario. O, en todo caso, que solo diga: Fue”.
Un cerrado aplauso coronó sus palabras. ¿Reconocimiento o despedida? Porque ninguno ignora que ya nada será igual. El albertismo ha muerto de la muerte más cruel: sin haber nacido. El albertismo era una gran idea, con Alberto. Cecilia Todesca, vicejefa de Gabinete, pidió que todos se pusieran el barbijo y se distanciaran, para la foto.
Game over, dijo el lunes Diego Guelar. Buen epitafio, porque eso fue lo que vivimos desde el 10 de diciembre de 2019. Un juego.
Fuente La Nacion