Las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), un invento argentino no exportable ya que no hay registro de algo similar en otras partes del mundo, tendrán el próximo domingo una relevancia nunca vista en su década de existencia: iniciarán el camino que definirá el futuro político del Presidente y de quien, por ahora, es su principal rival opositor.
Obviamente que será recién la elección legislativa la que definirá la performance del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio, con sus respectivos ganadores y perdedores. Pero tanto para Alberto Fernández como para Horacio Rodríguez Larreta, los números que obtengan en las PASO definirán el panorama que deberán enfrentar la noche del 14 de noviembre.
De acuerdo a la experiencia de las cinco elecciones primarias celebradas (2011, 2013, 2015, 2017, 2019), el voto del kirchnerismo no suele variar mucho entre las PASO y la elección. De hecho, ha crecido como máximo 4 puntos y fue en 2011 cuando Cristina Kirchner arrasó en su reelección obteniendo el 54% de los votos. Pero en otras ocasiones ha decrecido.
Distinto es el caso de la oposición, con ejemplos como Sergio Massa cuando encabezaba el Frente Renovador en 2013 o Esteban Bullrich del PRO en las legislativas del 2017, que entre las PASO y la elección llegaron a incrementar 10 y 8 puntos, respectivamente. Es la lógica de una relación 60-40 que posibilita a cualquier oposición crecer más.
Otros tres factores vienen empujado hacia arriba al antikirchnerismo. En primer lugar que, por el efecto pandemia y la relativa importancia que el electorado le otorga a las PASO, a diferencia de la elección haya menos votantes opositores que concurran a las urnas. En cambio el votante peronista suele ser más vehemente en ese aspecto.
El segundo componente es que en las primarias se cuenta el voto en blanco pero en la elección no, y en las anteriores experiencias terminaron siendo en su mayoría votos para Juntos por el Cambio. De hecho, en los comicios de 2017 el voto en blanco fue de 3 puntos a nivel nacional.
Y la tercera variable es que en la elección, la principal fuerza de la oposición siempre ha absorbido parte de los votos que los partidos más pequeños sumaron en las PASO, porque el electorado opositor advierte que está reñida la puja contra el kirchnerismo, entonces una parte termina “corrigiendo” su voto y otorgándoselo a la fuerza opositora mayoritaria.
Es en ese contexto en el que Alberto Fernández, cuya imagen ha disminuido notoriamente en un año, pone por primera vez sobre la mesa su futuro político. Él y el kirchnerismo necesitan que tanto a nivel nacional como en la provincia de Buenos Aires la ventaja en las PASO respecto de Cambiemos, por lo menos, se acerque a los dos dígitos. De lo contrario, una distancia menor activará aquéllos tres factores y podría quedar muy complicado el oficialismo para el 14 de noviembre.
“Nosotros esperamos un triunfo como símbolo político de fortaleza, poder mostrar que se abre un nuevo ciclo desde el lunes hasta el 14 de noviembre, donde Alberto y la agenda de gobierno van a ser centrales”, aseguran en la Casa Rosada. Cerca del mandatario advierten que eso le permitirá mantener su cuota de poder dentro de la coalición gobernante. No así, si el desenlace es el de una derrota, dónde el escenario más probable es una renovación del gabinete y de la gestión, impuestas desde el Instituto Patria.
Confían en que la recuperación económica y de consumo que se registra -más allá que al contrastar los índices con años anteriores siguen muy por debajo del contexto pre pandemia- sumado al porcentaje de personas que para noviembre ya tendrán las dos dosis contra el Covid, opere en favor de los candidatos del FdT.
“Demos la cara, salgamos a defender a nuestros candidatos porque tenemos cosas buenas para mostrar”, fue la línea que bajó el propio Fernández a sus ministros, por eso a varios se los vio recorriendo la provincia de Buenos Aires. En el caso de Matías Lammens de Turismo, el mandatario le pidió visitar el interior. El jueves estuvo en Córdoba con Carlos Caserio, el sábado en Chubut con Carlos Linares y esta semana viajará a Nequén para acompañar a Tanya Bertoldi. A todos les llevó dos noticias que el Gobierno considera importantes para el interior en materia de turismo. La vuelta de los viajes de egresados, de interés para Córdoba y Chubut, y la próxima reapertura de las fronteras.
En un entusiasmo que puede resultar desmedido si el resultado electoral es un revés, algunos funcionarios buscan delinear la agenda política del día después e insisten en la posibilidad de iniciar una “conversación inteligente” con la oposición, sorteando la grieta. ¿Algún acuerdo? No hay nada aún. Públicamente la propia María Eugenia Vidal se encargó de rechazarlo por tratarse de una versión en medio de una puja electoral.
“Esto sigue siendo un plebiscito a la gestión de Alberto”, repiten, como hace varios meses, en el gabinete. Ocurre que en el medio pasaron muchas cosas y algunos escándalos.
Una fotografía de Alberto Fernández junto a la primera dama Fabiola Yañez y un grupo de amigos en la Quinta de Olivos durante la cuarentena estricta del año pasado generó una fuerte polémica y un grupo de diputados de Juntos por el Cambio presentará un pedido de juicio político contra el presidente.
A unos kilómetros de la Casa Rosada, en otro sede, la de Uspallata del gobierno porteño, el larretismo está volcado 24 x 7 a la campaña y a sostener a Vidal y a Diego Santilli. La estrategia de Larreta pasa por generar un espacio que tenga alternativas suficientes como para llegar con la mayor cantidad de votos posibles. Con una Vidal que, dicen, “encontró el tono en la campaña y se muestra sólida”, estiman que debería ganarle sin problemas en el mano a mano al kirchnerista Leandro Santoro, al margen de lo que sume Ricardo López Murphy, que viene creciendo. Proyectan que Vidal, López Murphy y la lista de Rubinstein alcanzarán entre 40 y 45% de los votos.
El objetivo que se ha planteado el larretismo para estos comicios es replicar la elección 2017 en la que Cambiemos sacó el 51% de los votos. En el 2019 alcanzaron el récord de 61 puntos, pero eran elecciones a Jefe de gobierno y recién habían sumado a Martín Lousteau al espacio.
En la Ciudad descuentan que con una mayor asistencia de votantes a la elección respecto de la que esperan en las PASO, más el voto en blanco a favor y la polarización, será suficiente para cumplir con el porcentaje logrado cuatro años atrás.
El domingo próximo a la noche, Alberto Fernández necesitará mostrar una ventajosa cantidad de votos para eludir la presión interna del cristinismo y empezar a reconstruir su imagen. Rodríguez Larreta, buscará que Santilli le gane bien la interna al radical Facundo Manes y que Vidal haga lo mismo, con autoridad, en la Ciudad.
Incuso después de las primarias, las ambiciones de Fernández y de Larreta podrían sostenerse en pie hasta el 14 de noviembre. Pero ese día, el de la verdadera elección, el sitial de vencedor sólo podrá ser ocupado por uno de ellos. Mientras el otro, deberá mirar los festejos, cabizbajo, del lado de los espectadores.
Fuente Clarin