Respuesta a lo urgente: ¿se rompe el gobierno del Frente de Todos? No.
Respuesta a lo importante: ¿la Argentina tiene resortes institucionales para superar las crisis que puedan surgir de los gobiernos que se eligen cuando se votan coaliciones como en los últimos dos períodos? Tampoco.
Nadie debería sorprenderse de más. Quienes los votaron y quienes no los votaron sabían que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner era inédita en la historia, al menos, de la Argentina. Una vicepresidenta con más expertice y poder político que quien la precedía y un Presidente proveniente de un peronismo curtido en las derrotas más apabullantes de todo el país: el capitalino. Y, en lo personal, sin antecedentes victoriosos ni siquiera en la interna de ese peronismo perdedor.
Cuando un gobierno pierde el rumbo, como parecería ser este momento, es bueno ir a la génesis. Y revisar la lectura de qué dijeron los votantes cuando metieron la boleta de Alberto y Cristina en la urna. Esa sería una buena manera de llevarle sensatez y aprendizaje a esta serie de Netflix con guionistas dignos de los próximos Emmy, en la que parecemos metidos los argentinos en las últimas 96 horas.
¿Qué se votó en octubre de 2019? Basta de ajuste. Basta de frialdad ante la pobreza. Basta de aumento de tarifas. El hartazgo por la falta de plata en los bolsillos dejó de lado hasta los dilemas morales que podían surgir de las decenas de causas judiciales televisadas minuto a minuto cual partido de la Champions.
El sábado pasado por la noche Alberto se fue a dormir en Olivos convencido de que al otro día festejaría un triunfo. O, al menos, un empate. Cristina hacía más de un mes que, ante sus íntimos, auguraba una derrota.
No tenían encuestas distintas. Los números de los sociólogos eran compartidos. Pero ambos tenían, como quedó expuesto en estas horas, diferentes percepciones de la realidad.
Como quedó claro con el triunfo de Juntos por el Cambio en casi todo el país, la Vicepresidenta tenía razón.
No hay nada mas lascerante para un hombre apabullado (cualquiera con mas de diez años de casado lo puede certificar) que la histórica frase matrimonial: “yo te lo dije…”.
CFK empezó a recitar esas palabras el domingo por la noche y las terminó de exponer en modo de prosa pública ayer por la tarde.
La política articula poder. Pero está hecha por hombres y mujeres de carne y hueso. Como bien se publicita desde hace ya décadas, Cristina tiene el carácter que se forjaron todas las mujeres que supieron sobresalir en un mundo de hombres en el siglo pasado. No hay excepciones. Son todas vehementes, suelen elevar el tono de voz y son como camión sin freno cuando apuntan a un objetivo sin mirar a quién se llevan puesto.
Pero todo eso ya lo sabíamos.
Ahora bien, son las características personales de Alberto, su manera de ser, las que asoman como centrales en esta crisis de poder. El Presidente tiene una propensión natural al voluntarismo, a ver siempre el vaso medio lleno. Es reactivo a cualquier análisis crítico de la gestión. No solo en público (la pandemia esta siempre a mano, y con lógica, para la justificación de errores o postergaciones), sino -lo que es más preocupante aún- en privado. Señalarle o intentar que vea un error es percibido casi como falta de afecto.
Está claro que cualquier psicoanalista se haría un festín analizando posibles problemas de autoestima. Quizás por eso mismo tiene tendencia a camuflarse con el discurso de su interlocutor de turno. Por ende, sus visitantes se van de las reuniones creyendo que acordaron un camino y después se sorprenden porque no pasó nada. También hay claros problemas en la celeridad de la toma de decisiones. Y hete aquí el meollo de la cuestión.
Ahora bien. Si hay algo que unifica a Alberto y Cristina es que no llegaron donde están de casualidad. Son inteligentes y resilientes. Pero además comparten algo en común. Ambos saben que en política no hay futuro para Alberto sin Cristina. Ni futuro para Cristina sin Alberto. Como los hipocampos que quedan pegados cuando se reproducen, se deben mutua lealtad, más que por amor, por supervivencia biológica.
Ayer, mientras se sucedían las versiones, cartas, reuniones y especulaciones de todo tipo, Máximo Kirchner estuvo todo el día encerrado analizando comparativamente distrito por distrito dónde se evaporaron los votos propios.
La autocrítica de la agrupación queda para la semana que viene con una reunión de la cúpula. En el mientras tanto, quiere tener un diagnóstico claro para intentar descontar diferencia de votos en noviembre. El nivel de minuciosidad llegaba a un comparativo de ausencias y presencias en las mesas ganadoras del 2019.
Ahí hay un primer dato. En las mesas en las que mas votos sacó Juntos en el 2019 el presentismo fue arriba del 72%. En las mesas en las que había arrasado el Frente de Todos hubo registro de hasta el 50% de ausencias.
“No fueron a votar para no votarnos en contra”, reflexionan a su alrededor.
Está claro que por más broncas, pase de facturas y berrinches, nadie piensa sacar los pies del plato. Los involucrados en el frente que gobierna tienen demasiadas traiciones pasadas superadas para no poder con esta farsátira, al siempre buen decir de Jorge Asís.
Tan claro como que ahora la pelota está en la cancha de Alberto.
Presidente y Vicepresidenta acordaron el martes una serie de cambios que incluyen al Jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y que por equilibrio zoológico, hasta pueden involucrar a alguno de los renunciantes.
Ayer las aguas ya empezaban a encontrar su cause.
En un gobierno de coalición es lógico que el Presidente acuerde con sus aliados y, más aún, con su aliada más importante. Aunque es historia contrafáctica, si ante la crisis en la que Dujovne termina como ministro de Economía, Mauricio Macri hubiera recurrido a consensuar sus cambios con sus aliados políticos (UCR y Coalición Cívica) quizás otro hubiera sido el destino de su gobierno.
A futuro quedan mil incógnitas. Pero hoy hay una certeza. Ésta es una crisis política de la coalición gobernante. No una crisis institucional. Cristina ya dijo que no es Cobos. Tampoco Chacho Alvarez.
Y por más fotos con el helicóptero que le saquen a Alberto, el Presidente tampoco es De la Rúa.
Fuente Infobae