2017 fue una gran elección para Cambiemos, que por entonces mantenía su nombre original. Ese es el recambio espejo de las elecciones de este año. Esa vez en las PASO ganó en lugares impensados, como San Luis, donde el aliado del entonces oficialismo Claudio Poggi -ex gobernador puesto por los Rodríguez Saá– se impuso en la elección para senadores por 57,65% a 38,24% sobre el Frente Unidad Justicialista. Una diferencia enorme que fue revertida en las elecciones generales 54,58 a 37,02. Por entonces los hermanos Rodríguez Saá seguían unidos y el Estado provincial puso todo y aun más para torcer la decisión original de los ciudadanos. Hubo mucho dinero derramado en la sociedad y hasta “caza de traidores”.
Este año no se eligen senadores en San Luis, pero Poggi vuelve a ser candidato, ahora a diputado, y ganó las primarias 46,92 a 37,36. Menos diferencia, pero ahora el gobernador Alberto Rodríguez Saá y su hermano Adolfo están separados, e incluso este último compite con lista propia. Después de las PASO “el Adolfo” estuvo en el Senado durante los días más críticos de la crisis oficialista y se lo vio concurrir varias veces al despacho de Cristina Kirchner. No trascendió de qué hablaron, pero todos imaginan que el senador le contó con lujo de detalles cómo hicieron hace 4 años para dar vuelta esa elección. Es el caso testigo en el que los más optimistas del Frente de Todos se basan para mantener viva la ilusión.
No es que imaginen que la proeza es probable. Le alcanzará al oficialismo para proclamarse airoso con dar vuelta solo algunos distritos, aunque en la sumatoria queden relegados. Piensan en Buenos Aires y un par de provincias donde eligen senadores. La Pampa es una y ya lo hicieron precisamente en 2017, cuando terminaron revirtiendo la derrota de las PASO por 76 votos; Chubut es otro objetivo; pero el premio mayor sería Santa Fe, donde la vicepresidenta quiere que el FdT gane los senadores por la mayoría y así pueda renovar María de los Angeles Sacnun, una de sus senadoras preferidas.
Ganar en Buenos Aires sería revertir la decepción que los embargó el 12 de septiembre y que los acompaña hasta el presente. Y los que desde ese día no dejan de estudiar el comportamiento del electorado esa jornada se animan a garantizar que es enteramente posible “darla vuelta” en ese distrito. Porque la diferencia es de apenas 4 puntos y monedas, con un caudal de votantes mucho más escaso que en todas las elecciones precedentes y siendo el votante propio el que mayor ausentismo registró. Comparando entre elecciones legislativas, hay 10 puntos de diferencia entre la concurrencia de estas PASO y las generales de 2017. La relación es 68,29% a 78,88%.
Ojalá fuera todo tan lineal, aclaran oficialistas que mantienen los pies en la tierra. Porque históricamente lo que hoy es Juntos por el Cambio siempre ha sido el que más creció entre las PASO y las generales. Los encuestadores analizan además que la grave crisis político-institucional que se vivió la semana que sucedió a la derrota oficialista dejará secuelas electorales que no hacen prever una mejor cosecha en noviembre; más bien lo contrario.
Es en este contexto donde juega fuerte la estrategia del Gobierno consistente en “ponerle platita en el bolsillo a la gente”, tal la descarnada confesión del candidato Daniel Gollan. En el Gobierno están que trinan contra el exministro de Salud bonaerense. Porque en ausencia de Victoria Tolosa Paz -la primer candidata fue relegada hasta tanto resuelvan qué discurso expondrá al reaparecer-, Gollan se ha transformado en el vocero de los candidatos oficialistas de la Provincia y su sinceridad le ha jugado en contra. Ya el martes había descartado la existencia de un “voto castigo” contra el Gobierno, sintetizando la causa de la derrota en que el adherente oficialista no había ido a votar. “Eso se va a corregir”, remarcó ese día, basándose en la batería de anuncios del Gobierno que representará “un shock”, aseguró. Ya ese día habló de poner “en el bolsillo” de la gente plata para reactivar la economía, y graficó: “Vos sabés que cuando a los peronistas nos tocan la oreja, ponemos toda la carne en el asador, y eso se va a hacer. Entonces estoy muy convencido que vamos a recuperar una muy buena cantidad de votos. Los intendentes están con un piso de 5 puntos con respecto a lo que sacamos en esta última elección”.
Ya lo había adelantado un día antes el propio Máximo Kirchner, al decir que “el sector que no fue a votar está esperando que entendamos la demanda, que los representemos, que no los invisibilicemos”.
Cuando dos días después Gollán desató la polémica al hablar del efecto electoral de la “platita en el bolsillo” de sus votantes, solo fue más descarnado. Igual, lo hicieron callar.
Tiene mala suerte el peronismo con sus primeros candidatos. En 2017, debieron silenciar a Fernanda Vallejos luego de que hiciera una enfática defensa de Amado Boudou. No hubo problema entonces porque la campaña de Unidad Ciudadana la llevaba adelante la candidata a senadora, Cristina Kirchner. Ahora Tolosa Paz debería dar explicaciones sobre la crisis en el FdT y hasta el desaire de CFK hacia ella en la noche de la derrota.
Esta semana el candidato de Juntos Diego Santilli confirmó su disposición a debatir antes de las elecciones, pero la pregunta del millón es si su rival oficialista -que tanto había insistido con eso antes de las PASO- está en condiciones de hacerlo, dadas las circunstancias.
Como sea, los voceros del oficialismo pasaron a ser otros. Aníbal Fernández, porque para eso ha llegado al nuevo gabinete, aunque su imagen resulte controvertida para buena parte del electorado; y sobre todo Juan Manzur, convertido en una suerte de gerente de esta administración. Ese término puede resultar hasta condescendiente, pues otros directamente consideran al gobernador tucumano como una suerte de “interventor” del Gobierno de Alberto Fernández.
El nuevo jefe de Gabinete ha irrumpido en la actual gestión como una suerte de revulsivo, desplegando una hiperactividad notoria, signada por anuncios rimbombantes. Arranca bien temprano y hasta trabaja los sábados: toda una señal respecto de lo que se le cuestiona en el Instituto Patria al Gobierno de Alberto Fernández.
El tucumano arrancó con todo el lunes pasado, cuando en compañía de la devaluada ministra Carla Vizzotti anunció la prescindencia del barbijo en lugares abiertos. Países con más avanzados planes de vacunación dejaron para mucho más adelante ese paso dispuesto por un Manzur que cerró la semana anunciando en el mismo tono que “estamos en la etapa final de la pandemia”.
Lo hizo al encabezar en Pilar la presentación del programa Previaje PAMI, en un acto en el que estuvieron el gobernador Axel Kicillof, los ministros Matías Lammens y Gabriel Katopodis y la titular del PAMI, Luana Volnovich. No hace falta destacar quién no estaba: el presidente Fernández. La única explicación para el pase a un segundo plano por parte del mandatario -citado por el tucumano al celebrar la paternidad anunciada a través de un escueto comunicado oficial el día anterior- puede encontrarse en una certeza que cobra fuerza en este contexto: es piantavotos.
Desplazado Santiago Cafiero, el jefe de campaña es ahora el propio Manzur, y la estrategia hasta el 14 de noviembre pasa estrictamente por los anuncios. A saber: aumento del salario mínimo; suba del piso para aplicar el impuesto a las Ganancias; amnistía fiscal y extensión de la moratoria; bonos para jubilados; continuidad del REPRO; exención de Ganancias para instrumentos financieros; jubilaciones anticipadas (a los 55 años) para desempleados; y nuevo IFE.
Sin mencionar el ya citado reparto de electrodomésticos y bicicletas para recuperar el “voto renuente”.
Así como la marca Frente de Todos es más fuerte que sus candidatos, los anuncios son considerados ahora más valiosos que los discursos. Paralelamente, la marca y los anuncios son aun más efectivos que el propio Presidente, relegado a un segundo plano. Ya lo dijo Julio Bárbaro al día siguiente de la resolución formal de la crisis en la cima del poder: “Tenemos un gabinete más fuerte, y un presidente más débil”.
No le fue mejor a Axel Kicillof, al que también le intervinieron la Provincia. En su caso, a manos de Máximo Kirchner. El estado de ánimo que embarga al mandatario provincial se le percibía en el rostro durante la ceremonia de asunción de los intendentes Martín Insaurralde y Leonardo Nardini, y de Cristina Alvarez Rodríguez. La expresidenta tuvo con el gobernador la generosidad de no dedicarle una carta pública; solo lo hizo viajar a El Calafate en avión de línea el fin de semana para explicarle personalmente su decisión. Y al gobernador no le quedó otra que aceptar lo que desde el inicio se resistía a hacer: darle juego a los intendentes, algo que siempre se había prometido no hacer.
Fuente Mendoza Today