Por Alejandro Borensztein
Dicen los medios que Mauro y la China se habrían citado en París, pero juran que en el hotel no pasó nada. Exactamente lo mismo dicen los dos jueces kirchneristas que acaban de hacer zafar a Cristina: en los hoteles no pasó nada.
Hay un nobleza en la mirada de Wanda Nara que atraviesa la pantalla. Al fin y al cabo, más allá de lo que pudo haber ocurrido entre Mauro y la China, el perdón de Wanda la enaltece. ¿Tiene importancia conocer los detalles del enredo amoroso? En principio sí porque obviamente generan mucha curiosidad. Pero si uno lo piensa bien, no es más que otra historia incluida en los comunes casos de toda suerte humana, diría Borges si se asomara a la trama de Wanda, Mauro y la China. Finalmente, estamos hablando de asuntos universales como el amor, la intriga, el pecado, el deseo y la culpa. En este caso puede haber un impacto mayor por el condimento que agrega el dinero. Los aviones privados, los grandes hoteles, las vestimentas, las mansiones y la fama son elementos que le aportan más interés al affaire y hacen que merezca toda nuestra atención y querramos meternos de lleno en esto. Sobre todo ahora que nos acaban de tirar ocho bombas Molotov.
Teniendo el Wandagate a mano, no hay ninguna necesidad de seguir metiéndose con asuntos tales como el perfil chavista del kirchnerismo, la manipulación de la justicia para hacer zafar a los Kirchner de sus delitos, el silencio cómplice de Cristina, Alberto, Cafiero y Solá con los crímenes de lesa humanidad perpetrados por las dictaduras venezolana y nicaragüense o las desopilantes peripecias de un señor al que un milagro lo convirtió en “presidente”.
Mejor vamos con Wanda, el crack y la otra diosa, que es un tema más divertido y, sobre todo, mucho más seguro. Finalmente es toda gente linda haciendo esas cosas chanchas que tanto nos gustan. No como el gobierno, que también hace cosas chanchas, pero es toda gente horrible.
Aclaración importante: no hacían falta ocho Molotov, a mí con una sola me alcanzaba. Soy fácil de convencer. Ni siquiera era necesario que la arrojaran. Con mostrar la botellita con la mecha desde la vereda de enfrente, uno ya entiende todo.
De todos modos, convengamos que una bomba en la puerta del diario no era la manera más prolija de conmemorar los 31 años que ahora se cumplen del día en que el gobierno peronista de 1990 indultó a Videla, Massera y compañía. Para ser justos, en este punto siempre hay que recordar que en aquel gobierno estaban Cristina, Néstor, Alberto, Parrilli y otros progresistas. Sin dudas, resulta más apropiado festejar aquel evento que liberó a los genocidas con este hermoso fallo judicial que sobresee a Cristina y sus amigos que con una lluvia de Molotov. Ambos asuntos tienen un aroma familiar.
También se podría decir que la advertencia incendiaria viene bien porque te ayuda a recapacitar sobre algunos temas y modificar preconceptos. A veces la alienación que provoca la realidad deforma la lectura de los hechos. Ejemplo, tal vez lo de los bolsos de López no estuvo tan mal. Pensando en positivo fue guita que pudieron haber llevado a un convento para ayudar a los más necesitados. Haya sido o no delito, lo que vale es la intención. Y la ametralladora que calzaba este prócer del kirchnerismo también se justifica. Nadie en su sano juicio andaría de noche por el conurbano con millones de dólares en el baúl sin una buena metralleta. En otras palabras, no importa demasiado quién las haya lanzado, cada tanto una buena Molotov viene bien para ordenar las ideas. Te ayuda a pensar mejor. Como el yoga.
Más allá de todo, hay que valorar el inmediato repudio de Alberto Fernández quien tuiteó “esperamos que los hechos se esclarezcan y los autores sean identificados”, dichos que luego fueron reafirmados por su vocera Gabriela Cerruti quien reclamó: “esperamos que los autores sean identificados prontamente”. Lo mismo dijo Aníbal Fernández quien tuiteó textualmente “confío en que se identifique a los autores y se los sancione”.
Después de estas declaraciones ya no hay lugar para excusas. Tanto el presidente Macri Gato como su ministra de seguridad Patricia Bullrich ahora están obligados a concentrarse en la investigación y dar una urgente respuesta a la sociedad. Por suerte está el kirchnerismo con su Frente de Todos para exigírselo.
Mientras tanto y por las dudas, conviene seguir hablando de Wanda. No sea cosa que por comentar el sobreseimiento de Cristina y sus amigos en la causa de los hoteles, en la que siempre supimos que eran tan inocentes como Al Capone, vuele otra botellita de nafta encendida. Mucho mejor seguir investigando los secretos de Icardi y la China.
Dicen los medios que la pareja se habría citado en París, pero juran que en el hotel no pasó nada. Exactamente lo mismo dicen los jueces Obligado y Grünberg que acaban de hacer zafar a Cristina: en los hoteles no pasó nada.
En el fondo, la decisión de los jueces amigos de sobreseerlos evitando el juicio oral era lo más lógico. No hacía falta poner en marcha ningun procedimiento judicial para aclarar nada. Está todo bien clarito. Los Kirchner compraban hoteles y pisos en Puerto Madero con guita que vaya uno a saber de dónde saldría y luego Lázaro Báez y Cristóbal López, que hacían contratos con el Estado, se los alquilaban, los pagaban y chau. ¿Qué más hay que investigar? Nada que justifique correr ningún riesgo.
Mucho más interesante es investigar los detalles del encuentro entre Mauro y la China en el hotel de París. Dicho sea de paso, un hotel que seguramente no le llega ni a los talones a los hoteles de la gran arquitecta egipcia. No sé que espera la Facultad de Arquitectura para otorgarle a Cristina un Honoris Causa. Debe ser para no seguir llenándola de causas. Otra explicación no se ve.
Volviendo a lo importante, analicemos la decisión de Wanda. ¿El perdón es un acto de amor o una demostración de poder? ¿Cómo discernirlo? Veamos. Es obvio que Icardi tiene un poco más de facha, talento y mosca que el “presidente” Alberto. Pero ante la adversidad, en ambos personajes hay algo de sumisión y pollito mojado que nos permite pensar que el perdón de Wanda es más un gesto de poder que otra cosa. Detrás de ese rostro angelical, hay una dama de hierro que hace tronar el escarmiento, como también hace la otra (no estamos hablando de la China sino de la Otra, la de los hoteles comprados con los sueldos de dos empleados públicos).
Sin embargo, y contra todos los pronósticos, Wanda sobreseyó a Mauro y decidió volver a elegirlo una vez más. Un poco por amor y otro poco porque para ella no rige la reforma del artículo 3 de la Ley Orgánica Municipal, impulsada por Sergio Massa como diputado y Maria Eugenia Vidal como gobernadora, que impide la reelección indefinida de los intendentes en la provincia de Buenos Aires. Obviamente Wanda no es intendenta, pero hay 135 ñatos que sí lo son y que sienten por el prójimo tanto amor como el que debe sentir Wanda por Icardi. Por eso ella quiere seguir. Y los intendentes también.
No vamos a profundizar sobre la tradición hegemónica del peronismo bonaerense. Una Molotov fue suficiente. No obstante, es interesante observar que los intendentes quieren seguir ayudando a sus pueblos desde sus cargos pero, como son gente seria, jamás pasarían por encima de la ley. Por eso directamente la van a derogar. Y en eso tienen el apoyo de Máximo y Kicillof, dos leguleyos de la ostia.
Todo un gran tema sobre el que no nos vamos a meter porque, como ya explicamos al principio, con una Molotov alcanza y sobra. A buen entendedor pocas palabras.
Arranca diciembre, el mes más caliente del año y todo puede pasar. Tal vez comiencen a despejarse algunas de las grandes incógnitas que hoy nos preocupan. ¿Volverán a juntarse Gisela Dulko y Fernando Gago?
Fuente Clarin