Sebastián Lacunza: Saber de la existencia de una historia que escapaba al relato canonizado y la hacía muchísimo más interesante. Y la presunción de que podía narrar la historia del periodismo argentino a través del diario inglés más prestigioso de la historia, en una ciudad no inglesa,
P.: ¿Por qué relato canonizado?
S.L.: En el relato del periodismo sobre sí mismo suele haber recurrencias a lo apologético de quienes integraron redacciones y cuentan sobre su pasado. Eso pasaba particularmente con el Herald por el papel que tuvo durante la dictadura. Se divulgó un relato canonizado que delimita una historia de héroes y villanos. Se instaló que era un diario liberal, en el sentido anglo, lo que justificaba que hubiera sido el que denunció los crímenes del terrorismo de Estado. Sí fue uno de los pocos medios argentinos que denunció a la dictadura, pero con tensiones y contradicciones, con algunos pasos muy reprochables desde el punto de vista periodístico e incluso de los derechos humanos. Y antes de la dictadura, en el siglo previo -lo que me llevó a la revisión de su historia- el Herald había sido coherente con esas ambivalencias y tensiones. Entre 1876 y 1976 había publicado páginas muy negras y muy meritorias.
P.: ¿Con más sombras que luces?
S.L.: Cómo podía ser distinto en un diario conservador liberal que participa de la vida pública argentina desde un lugar singularísimo. Era la expresión de los intereses británicos y se dirigía a un público tan particular como la comunidad británica. Como los medios conservadores liberales de la Argentina el Herald apoyó todos los golpes de Estado, adaptándose al concepto liberal argentino.
P.: Apoyó el golpe contra Yrigoyen.
S.L.: Coincide con el momento en que gana valor informativo. Se había planteado ser un diario de servicios, pero descubrió el público inglés del comercio, la construcción de ferrocarriles, la industria frigorífica y la siderúrgica. Ganó pulso informativo con la Primera Guerra Mundial y abrió la agenda nacional hacia fines del gobierno de Alvear-Yrigoyen. Apoyó el golpe del 30, y en la década siguiente fue mayormente un diario del régimen. Apoyó algunos fusilamientos de la Década Infame. Publicó, por caso, una crónica tan bella como abyecta del fusilamiento de Severino Di Giovanni.
P.: Respecto a la dictadura se diferencian las posturas de sus sucesivos directores: Andrew Graham-Yool, Robert Cox y James Neilson.
S.L.: Andrew era un argentino nacido en Ranelagh, “el pueblo más inglés de la Argentina” según decía. Portó la agenda de su generación y el abordaje periodístico del cronista que sale a la calle a buscar la realidad. Cox llegó a la Argentina con 25 años. Había crecido bajo las bombas nazis sobre Londres, y estado en la Guerra de Corea. Se implicó en la vida pública a través de la comunidad británica y nuestra élite cultural y política. Neilson tenía una experiencia internacional muy rica al llegar. Cox y Neilson abrevaban en la centro-derecha fuertemente antiperonista que, en función de eso, no dudó de apoyar opciones autoritarias y antidemocráticas.
P.: Los tres tuvieron que exiliarse perseguidos por la dictadura.
S.L.: Andrew, un analista político pero sobre todo un cronista, era secretario de redacción cuando en septiembre del 76 debió exiliarse, se fue a Londres. El Herald fue allanado en 1975 por la Triple A. Andrew estaba sospechado, incluso por parte del entorno del Herald, y de Cox en particular, de tener vínculos con los terroristas. Su salida fue en silencio y dramática. Tres años después la salida de Cox también fue dramática pero, a diferencia, fue un tema de primer orden en la agenda pública. Cox había tenido una actitud de extrema valentía y pericia periodística. Había ayudado a salvar vidas. Se le cayó un mundo cuando los que lo mandaban al exilio eran los que él había apoyado para que hicieron el golpe del 76. Neilson es otra historia, tuvo una relación más ambivalente. Denunció las persecuciones y los métodos nazis, pero a la vez escribía como Santiago O’Neill en “Somos” apoyando la dictadura. Se fue en abril de 1982, cuando con Malvinas se acumularon todas las tormentas sobre el Herald.
P.: El Herald fue el último de los diarios de colectividades en cerrar.
S.L.: Sobrevivió un siglo a los pares de otras lenguas. La inmigración británica fue bastante endogámica y pensaba que estaba de paso por el país para concretar un proyecto económico. Andrew decía que el británico quiere tener su club, su iglesia, su bar, el colegio de sus hijos y el Herald. La pericia de Cox que comprendió que tenía que hacer un diario para argentinos que hablan inglés, y la reacción informativa ante la dictadura le dio un valor simbólico que empujó al Herald a vivir cuatro décadas más. Cox había roto el pacto de lectura con algunos lectores que lo acusaron de comunista y que celebraron el exilio de Graham-Yool pero también el de Cox. Con las idas y vueltas de Neilson con la dictadura y el declive de la comunidad británica, se planteó cómo seguir. Las dudas eran si volver a hacer un diario de raigambre antiperonista, idea rectora del Herald hasta la dictadura, renovarse y dirigirse a un público de negocios, educación y turismo o tomar la agenda de Derechos Humanos que le había dado fama mundial. Esas dudas y tensiones acompañaron al Herald en las décadas finales.
P.: ¿Qué está escribiendo ahora?
S.L.: Me habían propuesto escribir sobre los cuatro años que estuve al frente del Herald y terminé escribiendo sobre sus 141 años, quedé exhausto. Creo que en lo próximo me asomaré a la ficción.