Quizá todo venga por la abuela Anselma, pitonisa en tiempos inmemoriales, a quien tenían cierto miedo en el barrio. Más si cabe desde que comentó: «Los vecinos se van a ir de viaje porque se ha puesto malo un familiar y nos van a dejar al niño con nosotros. Y el niño se va a morir». Y, naturalmente, el niño falleció. Santiago Heredia Sánchez no la conoció, y eso que ya está jubilado. Sin embargo, puede que haya contado la anécdota millones de veces cuando le preguntan por el origen de su afición a las cabañuelas. Esto es, «la forma que tiene el pueblo de pronosticar el tiempo que ha de hacer durante el año siguiente al de su realización» mediante la observación minuciosa de la naturaleza en un periodo determinado, que en su caso son los 13 primeros días de agosto. Aunque nació y vive en Ciudad Real capital, Santiago es un hombre de campo, que se siente a gusto «en cualquier sitio al aire libre». De pequeño, se recuerda pasando las horas muertas en el pantano de Gasset, pescando. Luego creció «escuchando a la gente del campo» y aprendió sabiduría popular. «Cuando me juntaba con los pastores, les preguntaba: ‘¿Va a llover hoy o mañana?’ Y me respondían: ‘Las cabañuelas pintan…’; y ahí me entró la curiosidad», explica. Hace 26 años que decidió armarse con un cuaderno y un bolígrafo para tratar de descifrar el misterio del tiempo. Su método para hacer las cabañuelas siempre es el mismo. Los 13 primeros días de agosto se va al campo desde que sale el sol hasta que se esconde e intenta «que no se me escape nada». Y apunta la temperatura, cómo está el cielo, la presión atmosférica o el comportamiento de los animales. Cada día, en teoría, refleja lo que ocurrirá en un mes del próximo año. Es decir, el 1 de agosto marca el mes de enero, el día 2 es febrero y así. Y el día 13 es un resumen del año. ¿Y por qué se hace en agosto y no en otro mes? «Pues no lo sé. Parece que esto de las cabañuelas viene de los fenicios», pero a saber. Santiago guarda unas tablas en las que compara sus apuntes con lo que ha pasado otros años y, a partir de ahí, elabora sus predicciones. Asegura que la fiabilidad es del 80 por ciento en un radio de 150 kilómetros alrededor de Ciudad Real. Tal es su fama que la Diputación edita unos 3.000 folletos con sus cabañuelas y el propio autor las reparte por la ciudad. También se pueden encontrar fácilmente en internet. Eso sí, admite que últimamente «hay que afinar más». El motivo es el cambio climático; una realidad que «ya esta aquí, por mucho que haya gente que no quiera verlo». Por ejemplo, fenómenos como el temporal ‘Filomena’, que «me pilló en fuera de juego», serán cada vez «más habituales y más agresivos». Su hijo Sergio está preparado para tomar el relevo. «Le digo que se fije en todo lo que le rodea. Me pregunta: ‘¿Cómo sabes cuál es el norte?’ Y le contesto: ‘Pues porque en todos los sitios hay un hormiguero y, si metemos una varita, el norte es donde se refleja la sombra’». Sabiduría popular.
Fuente ABC