«Siempre he creído en que el que siembra recoge, pero no ocurre en mi caso». Lo dice un policía local de un pueblo pequeño de Castilla-La Mancha que va camino de los 17 años en la seguridad de sus ciudadanos. En el Día Internacional del Policía, que se celebra cada 2 de enero, cuenta a ABC cómo es su trabajo, aunque quiere mantener su anonimato por las posibles represalias:«Además de la paciencia que debes tener -dice-, estás viendo a la misma gente todo el año, a los mismos que cometen las infracciones, los delitos, pero eso entra en tu sueldo». Asegura que los policías locales en municipios donde se les cuenta con los dedos de una mano pintan poco. «Los alcaldes te quieren para los cuatro informes que te piden, para ir a controlar el tráfico a la salida del colegio… Pero ninguna competencia pone que tengas que ir al colegio, sino que debes ocuparte de la ordenación del tráfico. Entonces, ¿por qué tengo que estar allí? Porque da más seguridad y un cierto caché, y eso da votos. Pero luego los alcaldes no dicen nada en las juntas de seguridad, se bajan los pantalones. Si el policía local habla, te conviertes en el malo. Pones objeciones, pero no las tienen en cuenta». «Hoy en día, mi palabra de técnico a ojos de mi ayuntamiento no vale nada. Se tiene que pintar una calle, pero al policía no se le pregunta; si hay que poner una señal, tampoco. Entonces, ¿qué funciones tenemos los policías locales en los pequeños municipios? ¿Ir al colegio?», insiste. Una multa, un voto menos
«Los policías en pueblos como el mío tenemos un jefe político de su padre y de su madre cada cuatro años, el alcalde o el concejal de seguridad de turno -explica-. Ellos no están preparados, pero son los que mandan a los policías. No tienen ninguna formación, no han superado ningún curso, pero son tus jefes sólo por ser concejal o alcalde». «Unos quieren que trabajes; otros, no. Pero la seguridad vial no tiene color ni signo político -ejemplifica-. Durante cuatro años, yo denuncio en una calle porque aparcan mal los coches, pero hay cambio político y te dicen que ahí ya no hay que denunciar. ¿Qué autoridad tienes entonces? En los pueblos pequeños, una multa es un voto menos, y eso a los alcaldes les duele y no piensan en la seguridad vial. Pero el hecho debe ser el mismo; da igual el alcalde que haya», sostiene un agente que enarbola una bandera: «Somos profesionales de carrera, que hemos tenido que pasar una oposición, un curso de selección y un periodo de prácticas». Sin embargo, habla de discriminación en la Escuela de Protección Ciudadana de Castilla-La Mancha, donde se forman los agentes municipales. «Las plantillas de las policías locales están divididas en policías de capital y de pueblo -describe-. Cuando vas a los cursos, los policías de pueblo estamos como aislados, somos como los apestados que no sabemos nada. Y los policías de ‘capi’ son los que más saben y los más molones». Dedicación 24 horas
Se queja igualmente de la poca confianza que otros cuerpos y fuerzas de seguridad tienen en ellos. «Si hay un hecho delictivo, la Guardia Civil no te llama. Prefieren mandar una patrulla suya, desde varios kilómetros de distancia, en lugar de avisarte. Luego te enteras por los vecinos y se te queda una cara de gilipollas cuando sabes que algunos robos, por ejemplo, se podrían haber evitado». «Aunque sólo trabajas un turno, en realidad estás las 24 horas del día -continúa-. Psicológicamente, no descansas. Tienes memorizadas matrículas, coches, caras, nombres…, y esto no se hace de la noche a la mañana. La Guardia Civil sólo te utiliza para sacar información, pero luego no sales en los atestados ni en los medios de comunicación; no te dan ni las gracias». Igualmente, se rebela de palabra contra la falta de medios profesionales y humanos. «En plantillas de uno, dos, tres o cuatro agentes poco podemos hacer», asegura. «Puedo realizar una prueba con el etilómetro digital -ilustra-, pero la Guardia Civil tiene que venir a validarla, con lo que tú tienes que estar con el presunto infractor, que a lo mejor no se encuentra en las condiciones debidas y te la puede liar». También denuncia ordenanzas de tráfico obsoletas o boletines sin actualizar, lo que genera un «vacío» en la tramitación de las denuncias y, por ende, va en contra de la autoridad del policía. «No se quiere actualizar para que no tengas autoridad, y eso lo ve el ciudadano», afirma. Durante su charla, se detiene en intervenciones cotidianas como las quejas por los ruidos durante la noche. «La gente piensa que en los pueblos hay paz, tranquilidad, pero hay muchos chalés con perros que ladran. O gallos que cantan. Esta materia es competencia municipal y, como en pueblos pequeños no hay policías suficientes para hacer turnos de noche, pues se queda como está: sin resolver». En este punto, ahonda en el problema de los perros potencialmente peligrosos. «Muchos ayuntamientos están adheridos a un plan de la Diputación para la recogida de animales abandonados en la vía pública, pero hay que superar la burocracia. Mientras se soluciona y hasta que llega la perrera, tú tienes que tener el perro atado y localizado, aunque no cuentas con instalaciones. Eso siempre que hayas podido atraparlo sin que te corte un brazo». Luciano García Rojo, subinspector y presidente de Aposel (Asociación Policial de Seguridad Local), sabe de lo que habla su compañero. «Somos servidores públicos y luchamos para eliminar la invisibilidad. La Policía local es el cuerpo más cercano y quien quiera investigar debe pasar por nosotros», asegura el jefe de la Policía local de Torrijos (Torrijos). «A la Guardia Civil y a la Policía Nacional le damos muchísima información, pero hay una falta de coordinación por los celos profesionales; hay ninguneo a la Policía local y sus actuaciones no se conocen», afirma. Una «pelea de egos», según Luciano, mientras su colega en un pueblo pequeño de Castilla-La Mancha espera a enfundarse el uniforme para encontrarse de nuevo con su día a día.
Fuente ABC