En isla Decepción, a trece mil kilómetros de distancia desde España, se encuentran la base del CSIC Juan Carlos I y la del Ejército de Tierra Gabriel de Castilla, donde, cada año y coincidiendo con el verano austral, conviven militares y científicos durante cuatro meses. Es la XXXV Campaña Antártica Española, la misión más antigua que realizan las Fuerzas Armadas en el exterior desde 1988. También es una de las más rudas por las condiciones climatológicas, ya que en verano las temperaturas allí oscilan entre los 5 y -5 grados, pero la sensación térmica es de -15 o -20. También por el viaje, toda una odisea a la que hay que añadir el trajín por la situación de la pandemia. El pasado 3 de diciembre, salieron desde Madrid los 13 militares que permanecerán en la Antártida hasta el mes de marzo. Tras una breve escala en Santiago de Chile, el 4 por la tarde volaron hasta Punta Arenas -al sur del país, en el estrecho de Magallanes, donde se unen los océanos Atlántico y Pacífico-. Allí hicieron una cuarentena de siete días en un hotel y el 12 de diciembre embarcaron en el buque oceanográfico del CSIC Sarmiento de Gamboa, con el que hicieron la travesía por el mar de Hoces, que estaba más bravo de lo normal por el mal tiempo. La expedición llegó a isla Decepción el 20 de diciembre y se enfrentaron entonces a una de las operaciones más críticas: abrir las dos bases que se cerraron el pasado mes de marzo, cuando finalizó la maniobra anterior. En esta primera fase, vulcanólogos y sismólogos dieron cuenta del estado del volcán que hay en la isla, que solo está activo durante los meses de la misión porque el resto del año se congela. El día 22 abrieron la base con unos servicios mínimos. Los militares y científicos pasaron la Nochebuena en el Sarmiento de Gamboa, junto a la tripulación del buque. El día de Navidad, en la base Gabriel de Castilla. Para el 26, ya estaban completamente operativos. Allí caben en torno a 28 o 30 personas. Durante los próximos cuatro meses, el personal militar se encargará de mantener en funcionamiento la base mientras dan apoyo a los científicos, a quienes acompañarán en misiones que impliquen navegación y el movimiento por glaciares. Cada quince días, recibirán a un nuevo grupo de científicos, que llegarán en el Sarmiento de Gamboa. El buque aprovechará estos viajes para llevar a la base alimentos frescos como fruta y verdura, lo demás -como la carne y el pescado- son productos congelados y conservas. Ilusión y responsabilidad
«Lo vivo con mucha ilusión porque es un sitio único al que muy poca gente tiene la oportunidad de ir y visitar», dice Víctor Mariño, jefe de la XXXV Campaña Antártica Española. Más allá de la atracción que supone conocer un sitio «muy alejado y recóndito», Mariño también vive esta misión «con mucha responsabilidad» porque allí están «aislados»: «Todos los trabajos que desarrolle el personal científico tenemos que estar seguros de que se hagan bien». «Al ser tan pocos, al final te quedas con el trato humano y haces grandes amigos. Es muy enriquecedor», explica a ABC David Lobato, responsable de mantenimiento de infraestructuras de la base. Como fue el encargado de cerrarla cuando terminó la última campaña, ahora ha vuelto para abrirla y ponerla en funcionamiento. Sus conocimientos los transmitirá a otro compañero de esta edición, que también volverá el año que viene. Él y otro militar experto en motores son los únicos que repiten. Cuenta Lobato que lo que más le impresionó cuando estuvo en esta misión el año pasado fueron los animales salvajes que no estaba acostumbrado a ver «en otro sitio que no sea el zoo, como focas, lobos de mar o alguna ballena», también disfrutó «muchísimo» cuando acompañó a los científicos a una colonia de pingüino barbijo. «Tienes la oportunidad de conocer de primera mano a través de científicos las principales investigaciones que se están haciendo en la Antártida», añade, al tiempo que recuerda que trabajó directamente en el estudio que se realizó en los pingüinos para conocer cómo afectan los metales al ciclo de la vida. Al trabajo de los científicos hay que añadir la videoconferencia que mantendrán cada día con un colegio distinto de España. La lista de solicitudes llega a las 180. «Adaptamos la charla a la edad de los niños. Depende del curso les damos detalles científicos o generales de la Antártida», apunta Mariño. Estas comunicaciones las pueden realizar gracias al wifi, que es «uno de los grandes avances» que tienen allí. Nada más llegar, instalaron repetidores en enclaves estratégicos de isla Decepción, por lo que tienen internet en casi todos los puntos de la isla. Eso, pese a estar en el lugar más alejado del mundo, permite a los militares sentirse más cerca de casa y de sus familias, sobre todo en fechas tan señaladas como Nochebuena, Navidad y Reyes. «Poder comunicarte en cualquier momento, salvando la diferencia horaria, el enviar fotos y hacer videollamadas, hace que uno no se sienta tan lejos», concluye Lobato.
Fuente ABC