LA HABANA, Cuba.- Ayer casi me pasa por encima un hombre, no muy joven, que intentaba entrar a un auto de alquiler en Tulipán y Boyeros. El “almendrón” estaba completamente vacío, pero el viajero quería ganar la carrera a los posibles viajeros, y todo para conseguir su sentada en una de las dos “plazas” de adelante. Yo también entré al auto y me senté detrás, en esa plaza que está justo atrás del chofer, esa que para mí resulta siempre la más cómoda, porque su ocupante no tiene que estar bajando y subiendo para dar paso a quienes entran o bajan, como siempre, por la derecha.
Y la actitud de aquel hombre me hizo recordar a una jefa que tuve en mi primer empleo como editor de libros, aquella mujer que exigía a su chofer que le abriera la puerta para sentarse en el asiento delantero, junto a él. En mi trayecto de ayer recordé aquella ocasión en la que aquella jefa me diera “una botella”, aquella vez en la que, y para provocarla, me senté en “su asiento”, sabiendo de antemano que ella mostraría sin recato su furia ante tal “afrenta”. Y así ocurrió. Ella se puso hierática, furiosa, y me hizo entender que aquel asiento, al lado del chofer, era suyo, porque ella era la jefa.
Y, sin dudas, la culpa de aquel enfado de quien fuera mi jefa, que hoy está en USA, la tuvo Fidel Castro. Resulta que fue el mismísimo Fidel Castro quien “inventó” esa costumbre. Castro, a diferencia de lo que sucedía antes de su llegada al poder, decidió sentarse delante, justo al lado del chofer. Con esa decisión pretendía dar la impresión de que el chofer y él eran lo mismo, intentaba hacer la diferencia con todos los que le antecedieron en el más alto escaño del poder. Esa fue una de sus tantas estrategias de simulación.
Fidel Castro se propuso hacernos creer que era humilde, que era manso y, como si le pareciera poco, algunas veces hasta fue su propio chofer en aquel jeep en el que solía hacer recorridos por todo el país, algunas veces. Sin dudas lo hacía interesadamente, y para marcar muy bien las diferencias con sus antecesores. Fidel viajaba al lado de su empleado, Fidel también se manejaba él mismo en esos instantes en los que, casualmente, era fotografiado o filmado. Y no fueron pocos los que creyeron en una humildad sin límites, pero realmente aquello era “voluntad y representación”.
Y fue así que consiguió, contrario a lo que suponía, que los cubanos comenzaran a “adorar” el asiento delantero, ese que está justo al lado del chofer, porque en Cuba ese era el puesto del jefe, y ya nunca más el puesto de un humilde acompañante. Ahora mismo recuerdo cuando vinieron a buscar en un auto de normal apariencia a uno de los chivatos que me acosa en el barrio, después de una entrevista que diera yo a “Estado de Sats”, donde denuncié una de las agresiones que me hiciera. El chivato fue a sentarse en el asiento de a’lante, junto al chofer, pero este le indicó que se montará detrás. Así el jefe le hacía notar, claramente, que él no era su chofer, que era solo un chivato.
No sé si Fidel Castro leyó “El mundo como voluntad y representación”, de Arthur Schopenhauer; quizá sí, y también es posible que no fuera más allá del título, y que hasta creyera a pie juntilla que con su férrea “voluntad” y con un poco, más bien mucho, de “representación”, podía hacernos creer que en su gobierno todos eran iguales, que el jefe debía andar, codo a codo, con su chofer, …pero jamás lo consiguió. Su voluntad y su representación están siendo entendidas hoy de otra forma, de maneras muy diferente a como él quiso que fueran concebidas.
Cuba es un país lleno de diferencias. Desde que los comunistas llegaron al poder no conseguimos reconocer el sitio en el que viven los mandamases. No volvimos a tropezar con ellos en la calle, en la playa, en el teatro o la bodega. Desde entonces los miramos solo cuando ellos lo quisieron, cuando lo prepararon, cuando hicieron sus representaciones, cuando teatralizaron, aunque viajaran, “humildemente”, justo al lado del chofer…
Los comunistas olvidaron, o nos hicieron creer que olvidaron, que el mundo también puede ser nuestra representación, nuestra voluntad. Hoy son muchos los cubanos que exhiben, que representan, su deseo, su voluntad. Y esa voluntad se representa a diario, y cada vez son más lejanas a las representaciones del poder, a las voluntades de ese poder.
Nuestra voluntad ya no es “representar”, ya no es teatralizar. Nuestra voluntad de ahora tiene que ver con hacer bien visible el descontento y la rabia, representar nuestra voluntad de acabar con las represiones, de hacer visibles las diferencias, de mostrar voluntades y sobre todo desenmascarar lo enmascarado. Hoy Cuba quiere hacer sus propias representaciones, que cada vez son más lejanas a las que nos estuvieron imponiendo.
Hoy queremos viajar en algún sitio de nuestro propio auto, y hacer un camino que tenga como destino final un punto al que nos lleve nuestra propia voluntad, sin necesidad de hacer falsas representaciones, de enmarañar la verdad y el camino, sin enmascaramiento, sin que alguien los enrumbe por nosotros, sin que nosotros finjamos los rumbos y los caminos. Los cubanos queremos manejarnos, ser nuestros propios choferes, sin que caprichosamente se nos muestre un camino único y con límites. Que Fidel viajara al lado del chofer no lo hacía menos dictador.
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Fuente Cubanet.org