Cuando el coche oficial de Alcaldía se atascó para subir la cuesta del cementerio de San Isidro que lleva a las instalaciones del Selur en Carabanchel, José Luis Martínez-Almeidase percató de que el temporal iba a superar todas las previsiones. «Eran las siete y media de la tarde y la situación ya era dantesca», recuerda. «Hasta 20 centímetros de nieve, como marcaba la previsión de Aemet, la ciudad se podía manejar, con dificultades. Pero es que llegó a los 60 centímetros», subraya sobre lo que califica como el «mayor reto logístico» al que se ha enfrentado la capital en el último siglo. «Mi obsesión era liberar las vías clave de la ciudad y llegar a todos los coches atrapados», incide el regidor que apenas «pegó el ojo» en aquellas semanas. -¿Cómo vivió aquellas primeras horas en las que vio como la nieve dejó atrapados a miles de conductores en las carreteras de Madrid? Recuerdo que empezó a nevar en el entorno de las once de la mañana, que eso fue antes de lo que nos habían dicho las previsiones. Sobre la una de la tarde me fui al centro de control de pantallas de Calle 30 a ver cómo estaba la situación. En ese momento seguíamos en la previsión que se nos había dado y todo, en principio, funcionaba correctamente. El momento en el que ya empezamos a ser conscientes de que la situación se ha desbordado y que no se corresponde en ningún caso con las previsiones fue entre las cuatro y las cinco de la tarde. Vemos que sigue nevando y que no hay previsión de que vaya a parar. En este caso, me voy al centro de control de cámaras de toda la ciudad que tenemos en la calle Albarracín. Eran ya las cinco y media de la tarde y nos cuesta mucho llegar con el coche oficial, le tuvimos que poner cadenas para no quedar atrapados. Por entonces todos los medios municipales ya estaban en las calles tratando de garantizar la circulación para que la gente pudiera llegar a sus casas. El regidor en la Casa de Campo, una de las zonas más afectadas por la catástrofe – ABC
Recorremos Madrid para ver la situación y me acuerdo perfectamente de una escena en plaza de Castilla sobre las siete y media de la tarde, cuando ya estaba todo completamente nevado y lo que había era una ventisca brutal. Seguimos viendo diferentes puntos de Madrid y finalmente me voy a las instalaciones del Selur en Carabanchel. Allí la situación era dantesca. Intentamos subir la cuesta del cementerio de San Isidro y ya fue imposible. Tuvimos que dar un rodeo para no subirla, no éramos capaces. Sobre las once de la noche llego al Cisem, que es el Centro Integrado de Seguridad y Emergencias de Madrid, que está en Manuel Becerra, que es donde realmente dirigimos la crisis todos aquellos días. -¿Cuándo son conscientes de la verdadera dimensión de la nevada? Hay un momento en el que estamos reunidos en el Cisem y ahí somos conscientes. A pesar de que la Aemet nos decía que serían 20 centímetros de espesor en 24 horas, cualquiera que se asomara veía que eso era imposible. A las once, me acuerdo, que el director general de Emergencias nos dijo que el parte de Aena para Barajas, que es muy fiable, advertía de que llegarían entre 50 y 60 centímetros de nieve. Y ese es el que acertó. Pero esa información no la tenemos hasta las once de la noche de aquel día. Nosotros éramos conscientes de que hasta 20 centímetros de nieve la ciudad se podía manejar, con dificultades, pero se podía manejar. Pero por encima de 25 centímetros de nieve, las afecciones a la ciudad iban a ser graves. -¿Qué sintió aquellas primeras horas en las que se colapsó la ciudad? ¿Se sintió impotente por no poder llegar a liberar a todos esos conductores atrapados? En esos momentos estábamos…¿Cómo te describiría esa sensación exactamente…? Es que estábamos centrados en la búsqueda de cualquier solución que nos permitiera llegar hasta el último coche que se había quedado atrapado, fundamentalmente en la M-30 y la salida hacia la A-30. Allí tuvimos el problema más grave junto con el Nudo Norte. Lo que hicimos fue actuar en dos ejes: tratar de poder despejar con las quitanieves lo suficiente para que los coches pudieran avanzar. En el Nudo Norte sí que se pudo trabajar en un primer momento y los coches pudieron salir, aunque posteriormente se volvió a quedar colapsado. Y, en segundo lugar, en el caso de que no pudiera ser así, trabajamos en dar alternativas a esos conductores y poder llegar a todos para ofrecerles trasladarles a un hotel o en el caso de que se quisieran quedar en los vehículos, que esto pasó mucho también (era gente que prefirió quedarse en los vehículos, porque, lógicamente, la situación no era fácil) y darles mantas y alimentos y llegar hasta la última persona. Almeida, junto a los bomberos inspeccionando las zonas más afectadas – ABC
-¿Cómo definiría en una palabra todo aquello? Yo estaba obsesionado con saber qué podíamos hacer y cómo teníamos que afrontar las horas siguientes. Sabíamos que nos jugábamos el futuro de la ciudad entre el sábado a las cinco de la tarde, que dejó de nevar, y la madrugada del domingo al lunes, que es cuando empezaban una serie de heladas que no se habían producido en Madrid en cincuenta años con máximas de -8 y -12 grados. Si nosotros éramos capaces de despejar en esas horas las vías principales que garantizaran que, por lo menos, se pudiera circular por los ejes principales de la ciudad nos jugábamos el futuro de la ciudad. Y ahí es donde estábamos completamente focalizados. Mientras nevaba, nosotros lo único que podíamos hacer era dar soluciones de emergencia para las personas que se habían quedado encerradas en los coches. Habilitar el acceso a los hospitales también era una cosa que nos obsesionaba. Pero la clave era que nosotros pusiéramos a todas las personas y las máquinas que pudiéramos disponer desde que dejara de nevar hasta la madrugada del domingo al lunes. Porque todo lo que pudiéramos hacer en esas horas era lo que nos permitía acortar los plazos para que la ciudad dejara de estar afectada. De hecho, en ese escenario dije que Madrid no iba a recuperar la normalidad hasta pasadas dos semanas. Pero que yo pudiera cumplir eso dependía de lo que hiciéramos en esas 36 horas que teníamos. -¿En esas 36 horas cuánto pudo haber dormido? Nada. Muy poquito. Recuerdo que llegué a mi casa sobre las 4 de la mañana la noche del viernes al sábado y estaba volviendo a las 7 al Cisem. Y ese rato tampoco es que pegase ojo, la verdad. Y al día siguiente, prácticamente lo mismo. El sábado ya teníamos la Castellana abierta con un carril en cada sentido. A mí me pareció un milagro. También el mismo sábado tenían un carril abierto en cada sentido en la avenida de la Albufera, la Gran Vía del Este, Institución Libre de Enseñanza… Lo que pretendíamos en esas semanas es que los principales ejes de cada distrito, por lo menos, tuvieran abierto un carril. Eso es lo que nos permitía empezar a trabajar y que las actividades mínimas esenciales de la ciudad estuviesen garantizadas. Pero dormir, dormí muy poco. Es que, además, cuando me tiraba en la cama no me dormía, porque realmente estaba en eso. Lo que tomé mucha coca cola, eso sí. -¿Qué lecciones ha aprendido como alcalde de aquello? La primera: tenemos que fortalecer los mecanismos de información. Tenemos que ser capaces de llegar a todos con mayor claridad y precisión de lo que hicimos en aquella ocasión. Segundo: tenemos que crecer en medios y, por eso, en los nuevos contratos de limpieza hay un apartado específicamente previsto para este tipo de situaciones, que antes no se daba. El refuerzo de medios para afrontar una situación de estas características sí que lo hemos incluido ahora. Tercero: hemos incrementado los medios propios de los que dispone el Ayuntamiento de Madrid. Pero también digo una cosa: si se vuelve a producir una nevada de estas características, de 60 centímetros de nieve, podremos acortar los plazos, pero no evitaremos que la ciudad quede seriamente afectada durante un tiempo. No puedes estar dimensionado para una nevada que se produce cada cien años. Podemos estar mejor preparados y acortar los plazos, mejorar la información y tenemos la experiencia de cómo actuar, pero eso no significa que la ciudad no se vaya a ver seriamente afectada. -¿Si volviera a vivir aquello tomaría una decisión distinta? ¿Cambiaría algo? Insisto, creo que los mecanismos de información deben ser mejores. Y del cúmulo de decisiones que tomamos aquellos días… Mejoraría el proceso de toma de decisiones, porque ya tenemos más y mejores medios para poder actuar y acortar esos plazos. El proceso de toma de decisiones fue guiado en gran medida también por lo que nos decían los servicios de emergencias. Pero es cierto que ahora estamos mejor preparados para afrontar una situación de estas características. Eso es lo que hemos aprendido: a estar mejor preparados. Para mí ha sido el reto logístico más complicado al que hemos tenido que hacer frente. Sin duda. Que no se me entienda mal, la pandemia ha sido complicadísima, pero desde el punto de vista logístico para el ayuntamiento ha sido lo más complicado. Seguro. El alcalde desde la sede del Cisem, el que fue el cuartel general desde donde se tomaron todas las decisiones – ABC
-¿Quién fue esa mano derecha clave que le ayudó a sacar adelante un reto tan mayúsculo? Estuvieron fundamentalmente Borja Carabante (concejal de Medio Ambiente y Movilidad) e Inmaculada Sanz (concejal de Seguridad y Emergencias), que son delegados de las dos áreas más afectadas, sin duda. Pero si tengo que destacar una persona en especial en el ayuntamiento es Víctor Sarabia, el director general de Servicios de Limpieza y Residuos, y su equipo. El esfuerzo brutal que hizo no lo voy a olvidar. Fue impresionante, por la capacidad que tuvo de movilizar recursos de manera inmediata. Víctor sí que no durmió prácticamente en esas dos semanas de Filomena. Jugó un papel esencial, porque sobre él recaía la responsabilidad, sobre todo de que las calles estuvieran limpias lo antes posible, así como todo el tema del arbolado. En ese sentido, creo que como concejales Inma y Borja, pero la persona clave, a mi juicio, para poder superar aquella situación fue Víctor Sarabia y su equipo.
Fuente ABC