Por el Dr. Jorge Corrado* Especial Total News-TNA-
“En cualquier problema donde exista una fuerza opuesta y que no pueda ser regulada, uno debe prever y adoptar medidas para cursos alternativos. La adaptabilidad es la Ley que gobierna la supervivencia, tanto en la guerra como en la vida, no siendo la guerra sino una forma concentrada de la lucha del hombre contra el medio ambiente”
Basil Liddel Hart, estratega británico, 1928
En lo que a Latinoamérica respecta,desde el comienzo de la Guerra Fría en 1947, conjuntamente con algunas regiones de África y del sudeste asiático, ha sido el espacio de confrontación indirecta de ambos bloques imperiales, con consecuencias catastróficas para la Región. La violencia revolucionaria se montó sobre la hereditaria debilidad de los Estados regionales y sobre los odios sociales.
Su resultado fue lamalversación de lasInstituciones, el consiguiente debilitamiento de las estructuras de poder, la transculturación y su consecuente “discordia social”. El caldo de cultivo ideal para transformarse en asiento natural del Crimen Organizado Transnacional y el germen propicio para las guerras civiles hoy llamadas híbridas.
Un segundo aspecto, estrechamente asociado a la debilidad del Estado, ha sido la reaparición de fuertes solidaridades subnacionales o transnacionales. Estos lazos no son nuevos pero han permanecido ocultos durante décadas bajo el peso de estructuras burocráticas más o menos artificiales. Sin embargo, el debilitamiento de los aparatos gubernamentales y su creciente crisis de legitimidad, han hecho emerger al clan, la tribu, la etnia o la religión, como principales ejes de movilización política, capaces de fracturar a los Estados. Al mismo tiempo el Crimen Organizado Transnacional, cuyos componentes centrales en la Región son el narcotráfico y el terrorismo, le otorgan a dichas estructuras la capacidad financiera y los aparatos de violencia sin los cuales la viabilidad de esas estructuras sería nula. Son dos andamiajes de distinto origen, pero que se alimentan mutuamente.
La difusión de las innovaciones tecnológicas ha tendido a potenciar las capacidades de actores independientes, de pequeño tamaño. Un buen ejemplo de esta tendencia puede verse en el impacto de los cambios tecnológicos en el tráfico de narcóticos. A principios de los años 70, el contrabando de cocaína se realizaba al por menor, con correos (“mulas”) que llevaban consigo pequeñas cantidades de droga. Una década más tarde, la introducción de avionetas permitió transportar cargamentos mucho mayores, de forma más rápida y difícil de controlar. A medida que se introdujeron aviones de mayor tamaño y sistemas más sofisticados de comunicaciones y ocultamiento, la cantidad de estupefacientes y los beneficios obtenidos se multiplicaron. Paralelamente, la informatización y globalización del sistema financiero internacional facilitaron los canales para blanquear una cantidad creciente de dinero sucio. Como consecuencia, grupos relativamente pequeños han tendido a incrementar su importancia dentro del negocio de los narcóticos. El desarrollo del armamento portátil, los explosivos y los sistemas de detección y comunicaciones han multiplicado el poder de destrucción de organizaciones pequeñas de la delincuencia común como del terrorismo político. La capacidad militar del combatiente individual nunca ha sido tan elevada como en la actualidad.
Según dos prestigiosos autores norteamericanos, Robin Wright y Doyle MacManus [1], las guerras del futuro presentarán los siguientes cambios cualitativos:
- Los factores que contribuirán a los conflictos serán más variados en origen, tácticas y objetivos, por lo tanto tendrán efectos desestabilizadores sobre todo el mundo en su conjunto.
- La adquisición de armas por parte de países del Tercer Mundo, especialmente las de destrucción masiva, harán más probable la guerra y, además, una vez iniciado los enfrentamientos se requerirá la acumulación de importantes recursos materiales y humanos.
- Mientras en los países desarrollados se está teniendo éxito en llegar a acuerdos de control de armamentos, nuclear y convencional, estos intentos están fracasando en los países en vías de desarrollo. Además la disminución de la capacidad de influencia política de las grandes potencias en los países en vías de desarrollo, lleva a pensar que los conflictos serán más probables en el siglo XXI.
- Las guerras en las décadas futuras serán mayoritariamente conflictos de “baja intensidad” pero de “alta probabilidad” entre milicias y bandas equipadas con armas convencionales.
- Las guerras estarán cada vez más circunscriptas al interior de los Estados y las causas fundamentales serán pugnas por alcanzar el poder, la redefinición del Estado-Nación y rivalidades étnicas o religiosas.
- Predominará lo que otros autores llaman el “efecto libanización”, es decir, la disgregación de los Estados.
- La falta de armonía social en la nueva Era, provocará el aumento del terrorismo. Éste obtiene la mayor parte de los objetivos que se propone conseguir, dada la iniciativa estratégica que asume, frente a la lentitud de los perimidos sistemas de Defensa actuales.
Para Alvin y Heidi Toffler, [2] los cambios revolucionarios que se han producido en el mundo y que han dado origen a “una tercera ola”, van a modelar la nueva guerra de acuerdo a esa civilización y, por lo tanto, no podemos pretender sostener ese conflicto con procedimientos de la “segunda ola”. Es necesario adoptar acciones revolucionarias en búsqueda de la paz. Para ello, hay que comprender que las transformaciones que experimentan el poder militar y la tecnología bélica, corren de manera paralela a las transformaciones económicas y sociales. Para evitar el conflicto, será necesario adoptar una estrategia actualizada de “antiguerra”, es decir, un cúmulo de acciones que garanticen la vida en paz.
Según estos autores el verdadero esfuerzo se sitúa en la correcta conceptualización de la guerra y de la “antiguerra”. Los conceptos que tenemos hoy en día están totalmente obsoletos y anticuados. Hemos analizado los conflictos pasados y pretendemos proyectar sus soluciones a las que tendremos en el futuro. Según Toffler, con la Tercera Ola alcanzan límites extremos tres parámetros distintos de la evolución del poder militar:
- El alcance.
- La velocidad.
- La letalidad.
Se producen así profundas transformaciones en la naturaleza y formas de la guerra y la prevención de los conflictos. Estas requieren significativos cambios cualitativos en el campo de la estrategia, de la táctica, de las organizaciones, las doctrinas y el adiestramiento.
Agreguemos una cuarta dimensión a esta matriz, que desde nuestro punto de vista es esencial: el concepto actual de “tiempo”.
Una de las principales debilidades de las mayorías de los Sistema de Defensa y de Inteligencia derivado, consiste en que durante largos períodos se desarrollaron capacidades, identificación de amenazas y previsión de operaciones, sin considerar el tiempo real como factor decisivo. Mantener dicha categoría de pensamiento en la actualidad, es suicida. Hoy el enemigo puede ser anónimo, puede emplear capacidades no convencionales, tales como ataques electromagnéticos o electrónicos contra comunicaciones esenciales y nodos informáticos y puede hacerlo de la noche a la mañana, sin advertencia previa.
Para las comunidades de Defensa y de Inteligencia Estratégica, el mayor desafío del siglo XXI es el factor “Tiempo Real”. Al tratar con la crisis y el “caos“, como el que a diario nos toca vivir, en medio de la incertidumbre, sin Planeamiento Estratégico, sin conceptualización y sin acotamiento de riesgos, los conflictos sangrientos surgen “espontáneamente” y siempre de manera “imprevista”.
La habilidad para crear en la contingencia, “justo a tiempo”; para responder de manera decisiva, “justo a tiempo”; va a ser el único camino crítico de una Política de Defensa y de una Inteligencia Estratégica exitosa en el siglo XXI.
Las guerras del siglo XXI reflejan y reflejarán, como no puede ser de otra manera, la etapa de la civilización que transitamos. El método de crear riqueza de esa civilización se caracteriza por los siguientes factores:
- El conocimiento como factor esencial en la producción.
- La desmasificación de la producción en serie.
- La necesidad de mayor calificación para acceder a los puestos de trabajo, lo que imposibilita el intercambio laboral.
- ✔ La permanente innovación para poder competir.
- El tamaño reducido y diferenciado de los equipos laborales.
- La desaparición de la uniformidad burocrática.
- La aparición de nuevas formas de dirección y de “integración sistémica”.
- La integración mediante redes electrónicas.
- La gran velocidad y aceleración de todo tipo de transacciones.
Todos estos parámetros, exponentes de la forma de hacer riqueza en la era de la información y el conocimiento, son también propios de la forma de desarrollar su modo de guerrear específico, que va a tener sus propias características diferenciadoras con la actividad bélica de épocas precedentes. En las guerras actuales se presentan conceptos bélicos que combinan los modos y formas desarrollados por civilizaciones anteriores.
Entre las características que definen a las guerras de la “civilización del conocimiento”, podemos citar:
- El frente no define el lugar donde se desarrolla el combate principal, porque éste se ha extendido, se ha expandido en todas sus dimensiones: naturaleza, distancia, altura y tiempo.
- El frente se encuentra tanto en la vanguardia como en la retaguardia y ésta es mucho más profunda. En ésta se incluyen los centros de mando, control y comunicaciones del enemigo, su cadena de apoyo logístico y su sistema de defensa aérea.
- El conocimiento es el recurso crucial de la capacidad de destrucción.
- La iniciativa, la información, la preparación y la motivación en los soldados es más importante que su puro número.
- Los daños serán selectivos, disminuyendo los colaterales.
- Las armas inteligentes van a requerir soldados inteligentes.
- Los nuevos sistemas bélicos necesitan menos dotación de personal y disponen de mucha más potencia de fuego.
- La gran complejidad militar necesita de la integración de los sistemas.
- Las operaciones se llevarán a cabo con extraordinaria velocidad y aceleración.
- Los combates se desarrollarán tanto en los campos de batalla como en los medios de comunicación.
- Las políticas y estrategias relativas a la manipulación de los medios de comunicación constituyen un elemento esencial para el logro del objetivo propuesto.
- Las nuevas operaciones deberán ser capaces de proyectar potencia y fuerzas a gran distancia y a través de operaciones conjuntas y combinadas, así como la realización de ataques simultáneos sincronizados y controlados, en tiempo real.
El destacado autor italiano Carlo Jean, en su obra “Guerra, Estrategia y Seguridad”[3] nos aporta elementos interesantes, muy importantes al respecto:
- Las nuevas tecnologías militares han erosionado una de las principales funciones del Estado territorial que es la defensa de sus fronteras “naturales”, garantizando a sus ciudadanos protección y seguridad. Si éstas ya no son defendibles, la única defensa posible es el ataque estratégico. Lo cual es válido también en el campo geoeconómico.
- La cultura de cualquier pueblo, consecuencia de su experiencia histórica, de sus valores y de su religión, es esencial para cualquier formulación estratégica, ya que influye sobre su percepción y su representación geopolítica.
- Antes se combatía por el poder mediante la agresión, hoy se busca la seguridad mediante el orden.
Según éste autor, los conflictos modernos tienen las siguientes características:
- La absoluta imprevisibilidad del fenómeno guerra, su carácter mutable y su inestabilidad estructural, parafraseando a Clausewitz: “La guerra es como un camaleón”.
- Carecen de un carácter lineal (causa-efecto).
- Existe una adecuación racional entre objetivos, costes y riesgos.
- La secuencia de la decisión comporta una interacción político-militar.
- El proceso estratégico debe ser considerado en su globalidad.
Consecuentemente la guerra, superada la Guerra Fría, se presenta como un fenómeno complejo, donde la estrategia se ha politizado y la política y la diplomacia se han militarizado. En Occidente se busca un sistema de guerra “a cero muertos”, que Luttwak ha denominado “guerra post-heroica”[4].
La guerra se compone de dos elementos básicos, la lucha de voluntades y la prueba de fuerza. La primera es de naturaleza psicológica. El objetivo ideal es conquistar sin combatir. El enfrentamiento puede ser directo o mediante la disuasión: la amenaza entendida en su conjunto como “diplomacia de la violencia”. Las voluntades pueden ser minadas indirectamente, a través de la destrucción parcial de la fuerza. La segunda es propiamente el combate. Aun así, existe una dialéctica entre ambas. Cada ataque es, a la vez, una amenaza de ataque sucesivo y, al mismo tiempo, un gesto implícito que invita a la negociación.
En los conflictos contemporáneos entender la verdadera naturaleza conceptual de los hechos y amenazas “en acto” y su proyección futura, es el primer paso hacia una verdadera resolución de los mismos. En la naturaleza estratégica coexisten factores racionales (la lógica), irracionales (la emoción, el miedo y la violencia) y arracionales (la fricción o el choque de voluntades), siendo la comprensión del ritmo del tiempo el factor esencial para cualquier conceptualización estratégica.
*Dr. Jorge Corrado.
Coordinador del Área de Seguridad y Defensa, Profesor del Máster de Historia Militar y del Máster de Inteligencia del Instituto de Estudios en Seguridad Global de España (iniseg.es). Director del Instituto de Estudios Estratégicos de Buenos Aires
Wright, Robin y MacManus, Doyle. “Futuro Imperfecto”. Ediciones Giralbo, Barcelona, 1992.
Toffler, Alvin y Heidi. “Las Guerras del Futuro”. Ediciones Plaza & Janes, 1994.
Jean, Carlo. “Guerra, Estrategia y Seguridad”. Editorial Laterza, Roma, 1997.
Luttwak, Edward. “Estrategia, la lógica de la guerra y la paz”. Instituto de Publicaciones Navales, Buenos Aires, 1992.