Putin tiene desplegados decenas de miles de soldados en la frontera de su país con Ucrania. La pandemia del Covid aún ruge y raja salud y vidas. Siendo tantos los miedos que ambos hechos infligen al mundo entero, ¿a quién le puede interesar una verdadera historia de un verdadero amor, sin traiciones ni broncas, como esas que alimentan el morbo malsano de todos aquellos que siguen –audiencias multitudinarias cantan— los avatares y pleitos de parejas enfrentadas? No sigan leyendo quienes crean que en las líneas siguientes se les dará noticia de algún que otro infiel Urdangarín. Todo lo contrario. Este es un caso de amor nacido hace mas de setenta años y cuyos protagonistas, Manuel y Amalia, han venido a morir con muy pocas horas de diferencia en una postrera demostración de que cada vez, siempre enamorados, que se dijeron «no puedo vivir sin ti» decían una verdad que ya es eterna. El deterioro de la buena salud del doctor Manuel Desantes Guanter, superados como los 95 años de edad, fue una advertencia que no le pasó desapercibida a él mismo, con tantos conocimientos de Medicina como acumulaba, ni para los siete médicos de su entorno familiar. En paralelo, la salud de su esposa Amalia también se deterioraba. Y aquel juramento hecho en 1958 ante el altar y que les unía «en la salud y la enfermedad, hasta que la muerte os separe», lo han cumplido al pie de la letra, hasta ahora cuando Dios ha dispuesto que era el momento de acogerles en su seno. El pasado viernes la parroquia de San Isidoro de Valencia acogía los féretros del matrimonio. El templo resultaba del todo insuficiente para acoger a familiares y amigos que por decenas querían testimoniar su respeto y afecto. Y, cómo no, también expresar su admiración por la pedagógica demostración de cariño, complicidad y amor que mutuamente se habían profesado. El doctor Manuel Desantes y su esposa Amalia Real han muerto con muy pocas horas de diferencia después de compartir sesenta y cuatro años de matrimonio y ocho de noviazgo – ABC
Todos quedaron sorprendidos cuando el mayor de los cinco hijos, también de nombre Manuel, dio lectura a unas confidencias que dejó escritas su padre y que en aquel momento resultaban mas emocionantes: «No concibo el amor fuera de mi matrimonio. No entiendo que alguien pueda querer a su mujer con el amor tan intenso con el que yo adoro a la mía. No sé vivir sin ella. No solo por la ayuda que me presta, que valoro, sino por la necesidad de estar a su alrededor, mente con mente, alma con alma, corazón con corazón. La quiero, la quiero, la quiero como no he querido jamás a nadie. Forma parte de mí. No soy nadie sin ella. No la he traicionado nunca porque no podría aunque lo intentara. La necesito». Esas confesiones, reveladas ante sus féretros en medio de un muy respetuoso silencio, fueron escritas por el doctor Desantes en varios apartados que los iniciaba con referencias a canciones con las que se sentía identificado. En la última, «al atardecer de la vida me examinarán del amor», dejó escrito: «A nuestra edad ya se nos va poniendo el sol y no puede estar lejos el examen. Mas yo creo que hemos vivido tan de acuerdo que nos han de examinar juntos o, al menos, han de utilizar el mismo arel para cribarnos a cada uno. Si se trata de amor familiar no vamos a estar muy lejos del sobresaliente. Si es del amor al prójimo menos próximo, ya dudo. Espero que con la misericordia de Dios, al menos, llegaremos a alcanzar un cinco». Qué gran y verdadera historia de un verdadero amor. El dolor de hijos, nietos, biznietos, familiares, amigos, pacientes… y miles de niños a cuyas madres ayudó a alumbrar el prestigioso ginecólogo, deja paso a la serenidad que es hija del deber cumplido. El bien ganado cielo les está esperando.
Fuente ABC