Contra lo que muchos creen, esta semana no se define el acuerdo con el FMI, lo que se define es quién se queda con el poder político. No es cierto que la pelea sea técnica. Es política. Y la letra chica es una excusa en el oficialismo y en la oposición.
El Frente de Todos es un misterio. No se sabe finalmente qué ocurrirá con aquella alianza, ni cómo votarán.
Juntos por el Cambio, en cambio, opera en simultáneo en Diputados y en el Senado donde el reglamento genera un problema con las abstenciones que restan para el quórum.
En ese escenario Macri condiciona a sus socios casi sin moverse de su casa, excepto el jueves cuando Gerardo Morales, presidente de la Unión Cívica Radical, le propuso hablar pero en un lugar neutral.
Ocurrió en el patio de Pipino, una casa de comidas rápidas de Acassuso: Macri tomó jugo de naranja y Morales sólo un café. Coincidieron en un comentario de cortesía respecto a la necesidad de reforzar la unidad de Juntos por el Cambio. El ex presidente insistió con que el acuerdo es “una bomba de tiempo“.
En paralelo, Morales vino el viernes a San Rafael, en vísperas de una cumbre amplia por la Vendimia que se dejó ver este sábado. Sin Lousteau, que a pesar de ser vice del partido insiste como Macri en que aún divididos los artículos no pueden votarse, Morales cenó con Ernesto Sanz, Alfredo Cornejo, Facundo Manes, Gustavo Valdés y otros importantes dirigentes radicales.
El encuentro no es menor: el grupo cree que el endurecimiento de Macri y Patricia Bullrich acercará a la oposición hacia el pensamiento radicalizado de Javier Milei.
Fuente Mendoza Today