La ingenuidad de las pinturas de Sokol se relaciona con la inocencia y la sinceridad de la autora, que, sin duda se sintió feliz pintando a su manera, tan lejos del rigor académico como de las teorías vanguardistas. El Arca de Noé, las flores de los vestidos típicos ucranianos, sus gatos, los bellos príncipes y princesas, Adán y Eva cuando Dios los expulsa del Paraíso, paisajes y retratos, eran sus temas recurrentes. Aunque, a decir verdad, pintaba sin ninguna precisión formal. No obstante, entre muchos coleccionistas e instituciones, Osvaldo Giesso le compró un cuadro; Manuel Mujica Lainez le escribió un catálogo, y describió el universo de Sokol como “un mundo inusitado” donde se confunden “viejas lecturas bíblicas, nostalgias infantiles” y los “paisajes con cúpulas bulbosas” que “fueron apareciendo, multiplicándose, como en un sortilegio de fuerte cromatismo”.
Paola Vega no les teme a las palabras. Cuenta que Sokol, abandonada por el marido apenas llegaron de Ucrania y con un hijo adolescente muerto por sobredosis, no perdió su alegría. Vega describe la magia que puede generar el arte. “El arte en el que creo, porque se trata de eso, de creencia, es ese que aparece, […] tiene una fuerza poderosa y arrolladora que nos emociona y nos conecta con algo que está más allá, no sólo de nuestros cuerpos, sino de las palabras. Una energía poderosa lo mueve, el deseo, la pasión aparecen a cada paso. Es difícil hacerle entender esto a quienes no le sucede”.
A partir de este concepto, Vega, conocedora del mainstream del generalmente solemne universo del arte, le dedicada su trabajo a Jorge Gumier Maier, ideólogo que gestó en el Centro Cultural Rojas un refugio para embellecer la vida. Al igual que entonces, hoy en el Recoleta los límites entre los rigores del arte conceptual y político parecen desvanecerse. A las 50 obras de Ana Sokol, se suma un homenaje a la Galería El Taller, donde figuran Orlando Ruffinengo, Juan Otero, José Luis Menghi, Leonor Vasena, Valerio Ledesma, Casimiro Domingo, Luis Centurión, Adolfo Ollavaca, Manuel Mujica Lainez, Susana Aguirre y Dignora Pastorello, artista que en estos días, Vega presenta en la Galería Calvaresi.
En la sala del ala derecha, el texto de la muestra “Las oportunidades”, se inicia con una frase del libro “Invenciones del recuerdo” de Silvina Ocampo, que dice: ¨Un destello de estrellas cayó alguna vez como fuegos de artificio¨. En medio de la diversidad estilística del “destello” figuran quienes utilizan el oficio para la realización de su obra, como Sebastián Gordín que domina la marquetería como un experto, o Nushi Muntaabski, eximia muralista y escultora que trabaja con mosaicos venecianos. Consultada Paola Vega sobre la recepción de sus proyectos, cuenta que no le pidieron que retirara ninguna obra. En la misma sala están quienes se ganan la vida con un oficio y hacen arte casi sin darse cuenta, como Jimena Travaglio quien, con la paciencia de las hilanderas enhebra una a una las mostacillas hasta formar un manto. Por ultimo están aquellos que tienen un trabajo artístico, como el de las fascinantes teleras de Sachamama en Santiago del Estero, las artesanas Belén Guzmán, Miriam Juarez y Beba Taboada, que deslumbran con sus textiles, al igual que el grupo de las Bordadoras del Museo del Puerto de Ingeniero White. La muestra se completa con los trabajos de, entre otros, Fabio Risso Pino, Pielcitta, Julio Nielsen, ZilianteMusetti, Agustín Croxatto, Tito Portela, Komando Marión, Yale Jaros y Fabián Bercic.