La amplia comunidad ruso-parlante de Israel, formada por más de un millón de personas de origen judío procedente de países de la URSS, contempla con preocupación la actual guerra de Ucrania y la tensión con Rusia, y gran parte se opone a los pasos tomados por Moscú.
El impacto de la invasión rusa sobre Ucrania se percibió casi de inmediato en la céntrica calle Yafo de Jerusalén, donde un célebre bar llamado «Putin», uno de los puntos de reunión de israelíes de habla rusa, eliminó su nombre el pasado 24 de febrero.
Desde entonces, en su entrada solo se lee «pub», el bar dejó de tener una denominación concreta y sus propietarios, contrarios a la guerra, quieren evitar cualquier asociación con el presidente ruso.
Por la calle, transeúntes familiarizados con el cartel «Putin Pub» se paran para ver cómo el apellido del mandatario ruso desapareció. Era ya en un elemento icónico de esta zona de Jerusalén, donde el espacio abrió hace dos décadas y el ruso es lengua común entre clientes.
«Cambiamos el nombre como declaración política», dice su copropietario, Leon Teterin, que quiere mantener un ambiente «sereno y relajado», sin que se señale el bar por «tomar parte» de un bando.
La invasión rusa de Ucrania ha tenido un fuerte impacto en Israel, donde residen 1,2 millones de personas que emigraron en gran medida al Estado judío tras la caída de la Unión Soviética en la década de los noventa del siglo pasado.
Esta comunidad es de origen judío y muy secular, y en parte de derecha y nacionalista israelí. Se identifica al tener el ruso como idioma materno, que muchos transmiten a sus hijos nacidos en Israel. Su alfabeto cirílico propio se ve en carteles de instituciones, administración o comercios, e incluso hay cadenas de televisión como el Canal 9 y otros medios que emiten íntegramente en esa lengua.
Muchos de sus parlantes proceden de Rusia, Moldavia, Letonia o Kazajistán, pero en gran medida también de Ucrania, por lo que la invasión rusa y la tensión con Moscú les afecta en varios grados.
Este es el caso de Nikolai, administrador de edificios de oficinas en Jerusalén de 72 años, que llegó a Israel hace tres décadas. Pese a que toda su familia y amigos viven en el Estado judío, tiene aún conocidos en Ucrania y está «muy preocupado» por la situación.
«Putin es un desgraciado y un fascista, hace lo mismo que Hitler», denuncia mientras habla un hebreo con marcado acento ruso.
Según la periodista y exdiputada israelí Ksenia Svetlova, nacida en Moscú, la contundente crítica a las acciones de Putin es ahora muy general entre la extensa comunidad ruso-parlante de Israel.
«Está muy unida ante lo que está pasando, y no hay división entre ucranianos y rusos», comenta Svetlova.
La reportera agrega que ahora «la mayoría siente inmensa simpatía por los ucranianos, y por los rusos que protestan contra la guerra», y muchos se animan colaborar en distintas iniciativas de ayuda.
«Mucha gente dona dinero, hay proyectos de recaudación de fondos, de entrega de ayuda humanitaria, medicinas y todo esto», concreta.
Entre otras iniciativas, médicos y psicólogos israelíes de habla rusa se han organizado para apoyar y atender consultas a refugiados ucranianos de forma gratuita, añade.
En estos momentos, muchos están pendientes de los acontecimientos, comparten todo tipo de información y también se han movilizado en las protestas contra la guerra convocadas en Tel Aviv.
Desde el inicio de la invasión hace dos semanas ya «hubo cinco o seis manifestaciones» en la urbe israelí, relativamente numerosas.
Gran parte de los congregados eran ruso-parlantes, algo destacable teniendo en cuenta que esta comunidad no se caracteriza «por asistir a protestas de forma masiva», remarca Svetlova.
Los hay que conservan familiares, amistades y conocidos en Ucrania y Rusia, ahora se esfuerzan por mantener contacto con ellos, y si son de origen judío les dan detalles sobre cómo hacer «Aliyá», el proceso de emigración a Israel según la Ley del Retorno.
En Rusia y Ucrania viven aún cientos de miles de personas de ascendencia judía. Desde hace semanas, la Agencia judía evacua a muchos huidos de Ucrania, Israel ya acogió a cientos y prevé que unos 100.000 con derecho a ciudadanía se trasladen pronto al país.
Esto se produce mientras el Gobierno israelí -estrecho socio tanto de Kiev como del Kremlin- tiene una postura conciliadora con Putin y busca posicionarse como mediador para un todavía improbable alto el fuego.
El pasado sábado, el primer ministro de Israel, Naftal Bennett, fue el primer líder extranjero en reunirse en persona con Putin, y a su vez mantiene contacto fluido con Ucrania, Alemania, Francia y Estados Unidos.
Bennett se reunió tres horas con el mandatario ruso, y lo acompañó uno de sus ministros ruso-parlantes, Zeev Elkin, nacido en Ucrania. Cuando este traducía, Rusia seguía atacando su ciudad natal, Jarkov, mientras su hermano y su familia huían de la brutal ofensiva. EFE
Fuente Aurora