LA HABANA, Cuba.- Casi existe consenso en el sentido de reconocer la mala calidad de las viviendas que se están construyendo en Cuba. Las dan por terminadas sin la totalidad de las instalaciones hidrosanitarias, a veces sin puertas en los cuartos, con deficiente pintura, y con filtraciones en las paredes cuando llueve.
Con independencia de la impericia de muchos de los obreros que laboran en las brigadas constructivas del país, hay un elemento innegable que impide el confort de las obras que se ejecutan, y en especial de las viviendas. Se trata de la escasez de algunos materiales de la construcción, entre ellos el cemento, el acero y la madera.
El caso más crítico es sin dudas el cemento, un producto vital para la fortaleza e integridad de las construcciones, y cuya producción ha caído en picada en los últimos años.
De acuerdo con cifras emitidas por la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), en el año 2018 el país produjo un millón 590 mil toneladas de cemento; en el 2019 la cifra bajó hasta un millón 334 mil toneladas; y ya en el 2020 la producción se redujo a un millón 15 mil toneladas. La crisis tocó fondo el pasado 2021 cuando solo se alcanzaron 700 mil toneladas de cemento.
Semejante situación ha llevado a que se busquen materiales alternativos al cemento, sobre todo para aquellas viviendas que se construyen a expensas de la producción local de los materiales de construcción. Una experiencia que, obviamente, no siempre aporta los resultados positivos que esperan las autoridades.
No hace mucho, por ejemplo, el Comandante de la Revolución, Ramiro Valdés Menéndez -devenido en máxima autoridad gubernamental para la minería, la energía eléctrica y las construcciones, después de pasar casi toda su vida reprimiendo y encarcelando a opositores- sugirió en la provincia de Villa Clara “la conveniencia de fomentar la construcción de techos de bóveda a partir de la utilización de ladrillos”. De esa forma se pretende minimizar las afectaciones que ocasiona la falta de cemento.
En una entrevista concedida al diario Granma, el ministro de la Construcción, René Mesa Villafaña, al preguntársele sobre las acciones de su organismo para mejorar la calidad de las construcciones, respondió que “La calidad de las construcciones, en particular en las viviendas, se inicia con el proyecto, que debe ajustarse a los recursos materiales y financieros con los que cuenta cada territorio, que es donde se implementa la política de la vivienda y donde se materializa la calidad de la ejecución”.
Es decir, que el ministro reconoce, y al parecer lo da por inevitable, que en un territorio donde escaseen los materiales -en especial el cemento-, los proyectos que se ejecuten ya condenan las viviendas a ser de mala calidad.
Y la carencia de cemento también ha golpeado su distribución a través del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN), en cuyos puntos de venta adquieren el producto las personas que construyen sus viviendas por esfuerzo propio.
Ha trascendido que en el pasado 2021 un total de ocho provincias, más de la mitad del país, ofertaron una cantidad de cemento muy por debajo de lo esperado.
¿Las causas del incumplimiento?, pues problemas organizativos, falta de coordinación con comercio para incrementar las ventas, limitaciones en la capacidad de almacenamiento en las tiendas de materiales, así como indefiniciones en los precios a aplicar, tanto al producto como a la transportación.
Como vemos, una vez más los tentáculos de la burocracia y la centralización de las decisiones continúan arruinándole la vida al cubano de a pie.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org