De pronto, Mendoza se convirtió en el incómodo espejo del conurbano bonaerense. No solo por el crecimiento de la inseguridad, sino también —sobre todo— por la elocuente violencia que esta empezó a reflejar.
Los partes policiales que llegan desde el Ministerio de Seguridad de la provincia reflejan ese incremento fatal, que muchas veces regalan hechos como el de ayer, el brutal asesinato de Emiliano Fernández para robarle la bicicleta.
Ello enfureció a la sociedad mendocina, no solo por el hecho en sí, sino por lo ya dicho: es el reflejo de cómo empieza a crecer el delito en la provincia. Hay ostensible preocupación, pero también hay bronca acumulada.
¿Qué hace el gobierno al respecto? ¿Por qué nadie ha trazado un plan concreto para lograr disminuir el avance de los malvivientes? ¿Quién se hace cargo de lo que ocurre? Son solo algunas de las preguntas de los ciudadanos de a pie.
Entretanto, los funcionarios de Seguridad “juegan a la escondida”, como saben decir los referentes del peronismo local. Nadie da explicaciones de nada. Nunca.
Ello suma temor al temor ya existente, y provoca desazón en la sociedad, que siempre espera alguna respuesta tranquilizadora.
El gobierno mendocino debería tomar nota ya mismo, porque la paciencia siempre se agota, y trae consecuencias impredecibles. ¿Qué ocurriría si los mendocinos decidieran salir a la calle a reclamar respuestas como hicieron en 2019 con la minería?
Es el escenario que más teme Rodolfo Suarez. Y es entendible que así sea. Porque el poder de la calle es atronador. Siempre.
Fuente Mendoza Today