Por Carlos M. Reymundo Roberts
En tiempos de guerra –impía la de Putin, perturbadora la de los Fernández, apasionante la de los precios–, he quedado entre dos fuegos. Ahora, cuando critico al Presidente, la columna es retuiteada por Cristina, Máximo, Parrilli…, y el Instituto Patria me invita a dar charlas, sin público pero bien pagadas. Cuando soy duro con la señora, Alberto se deshace en agradecimientos y hasta me dice que le encanta que lo llame Meme o FF (Furcio Fernández). Cris sabe por dónde correrme: ha hecho acopio de todas las cosas que escribí sobre él desde que asumió, y amenaza con publicarlas como un frondoso anexo de su próxima carta abierta. FF no se queda atrás con la presión: “Dale –me anima–, un empujoncito más y la sacamos de circulación. Ella es la causa de todos los males, el pecado original: ella me hizo presidente”.
Estuvo cerca de convencerme: tantos años en la cátedra le han dado una labia tremenda.
Cualquiera diría que de esta encrucijada puedo salir por el camino de la ecuanimidad: atendiendo a los dos. El problema es estar en medio del tiroteo. Como que nunca vi tan difusos los contornos de mi mercado. Ya sé, me debo a los lectores de siempre; pero ¿qué hacer cuando también te leen, con semejante expectativa, el presi y la vice? Además, no nos dejemos engañar, nada es lo que parece. A estas alturas resulta obvio que Cristina quería que se aprobara el acuerdo con el Fondo para poder hacer campaña embanderada en la lucha contra el “ajuste salvaje”. Lo salvaje es la falta de un ajuste en serio, y más salvaje es la guerra de guerrillas entre las dos facciones del Gobierno. Me pregunto si Cristina se piensa candidata, como creen algunos peronistas que la conocen bien, o si revalidará sus pergaminos de gran electora, acreditados con Boudou en la vicepresidencia, Aníbal como candidato a gobernador de Buenos Aires y Alberto a cargo de la lapicera. No es por no verla nuevamente con la banda, pero deberíamos darle la oportunidad de que vuelva a sorprendernos. Es la gran apuesta de Massa: que esta vez el error sea él.
Massita no pregunta adónde van los colectivos: se sube al primero que le para.
Tampoco es lo que aparenta la guerra contra la inflación, caricaturizada por decenas de memes. Uno decía que un supermercado fue reducido a escombros por no rebajar el salchichón primavera. Es cierto que el Presidente, un chambonazo, se apuró al anunciar el congelamiento, con lo cual anteayer fue el reino de las remarcaciones. El arte de callarse le está negado. Pero igual los precios, sobre todo en alimentos, caerán presas del pánico: enfrentan al ejército de los generales Alberto y Felletti, guardianes de la mesa de los argentinos. Monopolios y especuladores ya agitan la bandera blanca. Bien por el profesor: las comidas en Olivos para los amigos de Fabiola estaban costando una fortuna.
“La guerra contra la inflación ha sido injustamente caricaturizada; miles de productos se ofrecen desde ayer a precios de liquidación”
Esos sectores desestabilizadores, agrupados en el PPPP (Patronato Protector de Precios Prohibitivos), mostraron su arrepentimiento y prometieron que no aplicarán subas de acá hasta el final del mandato, “a excepción de un eventual contexto de conflicto bélico internacional, tarifazos de luz y gas e inestabilidad política por fracturas en el seno del Gobierno”.
La Argentina tiene hoy la inflación más alta de América Latina, superior incluso a la de Venezuela, donde está bajando drásticamente. En cualquier momento llega Maduro para darnos una mano.
Decía: no hay que dejarse llevar por la primera impresión. ¿Cristina no contestó el llamado de Alberto después del ataque a su despacho porque lo tenía en la lista de sospechosos? Nada que ver: cuando recibió el llamado estaba haciendo el video que subió a las redes. ¿Cafierito ni siquiera puede leer un discurso en inglés? Puede hacerlo, pero le sale con acento mandarín. ¿La agencia Télam es prorrusa y defiende la invasión y la matanza de civiles? No es así: Télam habla de la cruzada de Putin para rescatar al pueblo ucraniano de las garras del nazismo. ¿El secretario de Energía, Darío Martínez, acusó a Guzmán de no mandarle los fondos para la compra de gas, con lo cual en el invierno la vamos a pasar peor que la senadora Sandra Mendoza tratando de hacerse entender en el recinto? No. Martínez solo le preguntó al ministro dónde se pueden conseguir estufas eléctricas. ¿Luana Volnovich, la jefa del PAMI que este verano abrió una sede en el Caribe mexicano, designó en el organismo a decenas de chicos que no tienen el secundario aprobado? Es cierto, pero son leales militantes de La Cámpora, y en horario de oficina no les pide que trabajen, sino que se pongan al día con los estudios.
Acabo de caer en la cuenta de que a Cristina Fernández le tiraron piedras cuando estaba reunida con Anabel Fernández Sagasti y Máximo Kirchner Fernández. El que respondió a las críticas de que Alberto Fernández no condenó el ataque a Cristina Fernández fue Aníbal Fernández. Che, y si se juntan y recuerdan a sus ancestros, bajados de los barcos (Fernández significa, precisamente, “viajero valiente”). Para un Fernández no debería haber nada mejor que otro Fernández.
Bueno, era una broma, no se la agarren otra vez conmigo.
Fuente La Nación