Ya las últimas elecciones fueron dando alertas. En las PASO 2015, el intendente de San Isidro, Gustavo Posse, enfrentó una dura interna contra Guillermo Montenegro, el hombre del PRO en San Isidro, que ganó por corto margen, debiendo ceder dos concejales titulares a los “amarillos”.
En 2017 mientras la lista de Cambiemos obtenía el 62 por ciento de los votos en las categorías nacionales, en el orden local solo sacaba el 43 por ciento, cediendo más de 20 puntos al espacio vecinal de los jóvenes de ConVocación por San Isidro, hoy muy consolidados en el electorado de algunos sectores de la ciudad.
Con decisiones típicas de un “barón del Conurbano” que ejerce mucho poder hace muchos años, Posseinterpretó que sus problemas eran las críticas internas a la necesidad de cambios políticos y transparencia, cuyo principal vocero era su hasta entonces amigo y uno de los principales referentes del possismo, Carlos Castellano.
A Castellano, entonces, decidió castigarlo quitándole la presidencia del Concejo Deliberante e imponer así un disciplinamiento a toda la estructura política y municipal. Pero el presidente de dicho cuerpo, criado y formado en la escuela de su papá Melchor Posse, no se disciplinó: al contrario, enfrentó la embestida del intendente, planteó la necesidad de producir renovaciones políticas y de gestión, y logró sostener la presidencia en la histórica votación de elección de autoridades del 7 de diciembre del 2017. La acción unificada de los 5 concejales de ConVocación, los 3 del propio Cambiemos (Carlos Juncos, Rodrigo Seguín y el propio Castellano), los 3 de Unidad Ciudadana y 2 del PJ (hoy aliados de Posse) hizo que el intendente tenga que recular y aceptar que perdía la votación.
Pero la historia cambió ese día, porque ya las votaciones en el Concejo debían ser más consensuadas por obligación que por convicción.
Castellano seguiría siendo presidente del Concejo Deliberante por el voto unánime de sus colegas hasta el 30 de mayo de 2018, cuando el intendente logra acordar con los concejales del Frente Renovador que responden al ex senador bonaerense Sebastián Galmarini (actual director del Bapro por los acuerdos de Sergio Massa con Cambiemos) y el sospechoso cambio de voto de los concejales del PJ sanisidrense que responden a Santiago Cafiero y Leandro Martín. Este último tiene hoy con un alto cargo en el Municipio, y llamativamente dejó de ser un fuerte opositor para pasar a ser un “fanático possista”.
En el medio de esta nueva realidad legislativa, Posse tuvo que mandar a uno de sus funcionarios a dar explicaciones por Lollapalooza 2018, vetar una Ordenanza para regular el tema del Puerto y parte de la Costa, negociar diversos proyectos con el PJ para que no salga la Oficina Anticorrupción, negociar con los Renovadores para que le aprueben el aumento de Tasas Municipales, y así sistemáticamente.
Pero en la sesión del día 17 de abril pasado, la fuerza y coherencia de ConVocación -que tiene en Manuel Abella y Martín Lutufyan buenas espadas-, sumada a la experiencia de Carlos Castellano y Carlos Juncos, hizo que un proyecto de Unidad Ciudadana tenga también el acompañamiento del PJ y los Renovadores.
Ahora le tocó el turno a Posse: será interpelado por los concejales y deberá dar explicaciones por las “arbitrariedades y poco transparentes” obras en el Puerto de San Isidro.
Posse y los concejales que aún le responden de forma casi obsecuente -por los privilegios que reciben-, pretenden victimizarse. Se asombran que ConVocación, Juncos y Castellano voten con kirchneristas, pejotistas y massistas. Raro: ¿Cuando votan con ellos no se asombran? ¿O será que negocios son negocios?
Públicamente, Galmarini y los diversos peronismos acusan a Castellano, ConVocación y Juncos de ser Cambiemos. Pero es gracias a estos siete concejales que muchos buenos proyectos pueden prosperar a pesar de la oposición de Posse.
Desde el possismo saben que sus adversarios electorales dentro o fuera de Cambiemos es el espacio vecinal que hoy representa ConVocación, y la capacidad que este espacio político tenga para sumar trayectoria de radicales possistas como Castellano, Juncos; seducir a los “lilitos” de Carrió -que detestan el estilo poco transparente y republicano de Posse-, y lograr que muchos peronistas sanisidrenses los vean como la verdadera alternativa a un reinado que lleva más de 35 años y parecía imposible de ganar.
Todas las encuestas marcan que en San Isidro la puja electoral no será con un espacio peronista, que tiene límites de crecimiento. El possismo y el peronismo lo saben. Sino no se entiende el ataque sistemático que en redes sociales y medios zonales se despliega contra estos siete concejales. Castellano y ConVocación ya han denunciado en la justicia actividades de inteligencia y campañas sucias que serían financiadas de forma directa o indirecta por fondos del Municipio.
“Le robaron la casa a la concejala Catalina Riganti, robaron dos veces la sede de ConVocación, le rayaron con saña el auto a Castellano, les mandan panfletos en la vía pública ensuciando las trayectorias de sus dirigentes con mentiras, aprietan a periodistas zonales para que no les den notas… ¿No será mucho, Almirante? ¡Faltaba más, Coronel!, diría la canción de Piero”, señaló un vocero del deliberativo sanisidrense.
En ese aspecto, muchos coinciden en que, para seguir siendo distintos, los sanisidrenses saben que “hay que salir del letargo y la comodidad”.
fuente seccionesbonaerenses