De los diez candidatos restantes, el izquierdista Jean–Luc Mélenchon es el único con alguna opción de impedir que ambos consigan su boleto para la segunda vuelta del 24 de abril. Ese duelo “no ocurrirá”, dijo convencido el martes.
Le Pen y Macron ya se disputaron en 2017 las llaves del Elíseo, que consiguió el centrista con un 66,1% de votos. Pero, ahora, esta ventaja se reduce a entre 3 y 6 puntos, según los sondeos.
Aunque el escenario parezca repetirse cinco años después, Francia no es la misma. Entre tanto, una pandemia confinó a millones de personas en el mundo y la guerra volvió con fuerza a Europa, con la invasión rusa de Ucrania.
Un editorial reciente de Ouest-France, el diario regional más vendido, situaba la guerra en Ucrania, la lucha contra el cambio climático y “conservar la unidad de los franceses” como los principales retos del próximo jefe de Estado.
La elección en esta potencia económica y nuclear se seguirá con atención también fuera de sus fronteras, máxime si Marine Le Pen logra el inalcanzable hito de llevar a la extrema derecha al poder. Esto podría suponer un nuevo revés para la Unión Europea (UE).
El conflicto en los confines orientales de Europa impulsó la candidatura del gran favorito, Macron, pero su imagen se vio lastrada en la recta final de la campaña por una polémica sobre el uso masivo de consultorías por el gobierno.
Esta polémica devolvió a la palestra su imagen de “presidente de los ricos”, que ya le pasó factura durante el movimiento de los “chalecos amarillos” que sacudió la primera mitad de su mandato en protesta por su política hacia las clases populares.
Macron, que retrasó hasta el último momento su entrada en campaña, decidió además no participar en debates antes de la primera vuelta. Sus rivales, como la derechista Valérie Pécresse, lo recriminaron una “escandalosa huida”.
El candidato de La República En Marcha (LREM) apostó por maratónicas ruedas de prensa o conversaciones con ciudadanos para exponer su programa, que retoma su impulso reformista aparcado por la pandemia. Su medida estrella: atrasar la edad de jubilación a los 65 años.
Pero entre temores de fuerte abstención, que un sondeo de Ipsos/SopraSteria estimó el domingo en un 30%, Macron llamó a sus votantes en su único mitin a la “movilización general” para evitar la llegada del “peligro extremista”.
El presidente-candidato también recrudeció sus ataques contra Marine Le Pen por su presunta “complacencia” con el presidente ruso, Vladimir Putin, con quien se reunió en 2017. Su partido rembolsa además un préstamo millonario a acreedores rusos.
La invasión rusa de Ucrania no socavó en cambio la imagen de la candidata de Agrupación Nacional (RN), que se presentó como la defensora del poder adquisitivo, dejando en un segundo plano sus controvertidas propuestas sobre migración.
“Entre Macron y nosotros, hay que elegir entre el poder del dinero que beneficia a unos pocos y el poder adquisitivo que beneficia a todos”, esquematizó Le Pen, intentando recentrar el debate en un duelo ineludible.
La irrupción de una candidatura rival, encabezada por el ultra de extrema derecha Éric Zemmour, ayudó a moderar su imagen. A diferencia de 2017, Le Pen suavizó además su discurso, aunque su programa mantiene las tradicionales ideas de la ultraderecha.
La gran sorpresa de la primera vuelta podría venir de Mélenchon, que se presenta como el candidato del voto “útil” en una izquierda atomizada.
“Sentimos nuestro destino al alcance de la mano”, dijo el martes durante un mitin simultáneo en 12 ciudades: en persona en Lille (norte) y por holograma en el resto.
Para ello, debe superar a Macron y Le Pen, por encima del 20% de intención de voto.
El izquierdista recaba alrededor del 15%, seguido por Zemmour (9%), Pécresse (8%) y el ecologista Yannick Jadot (5%). Por debajo de ese umbral clave para la financiación de la campaña, se sitúan el comunista Fabien Roussel (2,5%), la socialista Anne Hidalgo (2%) y el resto.
Fuente Ambito