LA HABANA, Cuba. – El único libro que se puede encontrar hoy en las librerías cubanas sobre el derrumbe del campo socialista es el de José Luis Rodríguez García, nacido en La Habana en 1946. Este señor obtuvo el grado de doctor en Ciencias Económicas de la URSS en 1978. Además, es Académico de Mérito de la Academia de Ciencias de Cuba y autor de varios libros, casi todos sobre el tema de la economía.
Pero Rodríguez García, a pesar de haber sido el asesor del Centro de Investigaciones de la Economía Mundial, ministro de Finanzas y Precios de Cuba por los años 90 y vicepresidente del Consejo de Ministros, vive con su numerosa familia en algo parecido a un plan pijama: por no pertenecer al grupo de favoritos de Raúl Castro, permanece relegado del acontecer político.
En su libro, Rodríguez García comienza diciendo que “la desintegración de la URSS constituyó una tragedia de gran magnitud para toda la humanidad progresista en su lucha contra el capitalismo, provocando confusión y desmoralización”.
Aclara además que “no basta que la nacionalización de los medios fundamentales de producción se desarrollen adecuadamente”. También nos hace saber que “la corriente del socialismo no fue capaz en la mayoría de los casos de producir estudios realmente profundos sobre dicha ideología, que fue valorada por muchos autores como sencillamente irrealizable”.
Y, además, acepta la opinión de Fidel de que “no fue el imperialismo quien desintegró al socialismo, sino los propios soviéticos”.
Pero el pasaje más interesante del libro de Rodríguez García es aquel en que describe, muy acertadamente, las razones por las cuales ocurrió dicha desintegración.
Para enfrentar la inflación, el Gobierno soviético lanzó una reforma monetaria y de precios que resultó un fracaso y provocó la indignación del pueblo, mientras que el deficiente desarrollo del sector se convirtió en un verdadero talón de Aquiles de la economía.
“La URSS no pudo evitar que el fin de la economía cada vez fuera peor, puesto que la economía decrecía, así como la producción agropecuaria, al punto de incrementar la importación de bienes de consumo, al tiempo que se introducía el racionamiento de los productos y la deuda externa en dólares se elevaba a 54 000 millones en 1989, mientras la población vivía bajo el límite de la pobreza”.
Y así, en el momento en que se arrió la bandera de la hoz y el martillo del Kremlin, el 25 de diciembre de 1991, terminaba el socialismo.
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Fuente Cubanet.org