Entre un tumulto de cabezas trajeadas se encontraba él, Alfonso Fernández Mañueco. Con dar la mano no parecía suficiente. Abrazos, cientos de abrazos, casi hasta los 250 invitados y buena parte de la bancada de las Cortes de Castilla y León. Recuerdo de niño los abrazos entre Tristán e Isolda, el Cid y doña Jimena, todo pasión. Pero también abrazos oscuros, como entre los Corleone. Históricos como el de Vergara y muchos más. El abrazo con fuertes palmadas se ha puesto en boga entre nuestra clase política. Los hay en general con expreso deseo de felicitar y animar, pero no lo neguemos, hay a cientos que van con el puñal escondido por la espalda o con el interés implícito para que… Ver Más
Fuente ABC