
La primera escena es inesperadamente dramática. Uno cree que se equivocó de película. Pero enseguida empieza la comedia. Irónica, punzante, llena de sorpresas, impecable en todo sentido: guión, diálogos, dirección, elenco, maldad. Si, maldad, porque con todo cariño el autor, Fernando de Aranoa, dispuso en los personajes esa proporción natural de virtudes y defectos que tienen los seres humanos, y que algunos saben usar en provecho propio con peligrosa, admirable habilidad, como el sujeto que aquí nos ocupa. Hasta que se encuentra con la horma de sus zapatos.

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