Periodista: ¿Qué factores llevan a una canción al éxito?
Damián Mahler: No existe fórmula, estamos en constante búsqueda. Cuando trabajás para grandes compañías los requerimientos aparecen y se trabaja colectivamente. Desde los pequeños aportes que hacen a la creación se construye la gran producción. No hay uno al que se le prende la lamparita y viene con una idea innovadora, puede pasar, pero se trabaja en equipo.
Federico Vilas: Muchas veces está la bajada racional de lo que necesitan como requerimiento pero después hay que ponerle arte y el componente más emotivo, siempre conjugado con necesidades técnicas de cómo armar el todo. Se busca que la canción sea bonita y exprese además lo que pasa y lo que se quiere contar.
P.: ¿Qué canciones de series o películas destacarían? ¿La canción sigue teniendo el mismo peso de antes?
D.M.: La música siempre es ese puente emotivo entre lo que sucede en el film y el espectador. Muchas veces nos toca ser esa emoción y nos ponemos en lugar del público a la hora de componer la música. Sea canción o parte de lo instrumental. Pensamos en transmitir con la música lo que ese personaje está atravesando, o conducir al espectador hacia esa emoción que queremos lograr en cierta escena. Las canciones siguen teniendo peso, inclusive con la última de “Top Gun”, el tema nuevo que compusieron es espectacular, así que evidentemente las canciones siguen teniendo el peso y protagonismo de siempre. No por nada “Encanto” batió récords en gran parte gracias a las canciones, es una mejor que otra.
F.V.: Por eso también vienen los encargos ´Haceme la canción tipo Encanto´.
Mauro Frances: El género tiene incidencia, muchas películas que van más en la línea pop o balada mandan desde un lugar emocional. Otras que cultivan géneros más latinos cuentan otra cosa.
P.: ¿Qué fortaleza deben tener los artistas actuales y su música para llegar al público?
F.V.: El artista que llega, algo tiene. No olvidemos que hasta los Beatles tuvieron en su momento resistencia hasta convertirse en parte del andamiaje y el sistema. Cuando arrancaron, mi abuelo decía que mejor escuchar un tango. Los nuevos artistas hacen una música que si bien no es la que elijo para escuchar en el sillón, merecen mi respeto porque son cultores de las músicas que emergen, y algo tienen. Están tomando de lo que pasa en el contexto para ser exitosos, no es marketing. Hay chicos que se abren paso sin marketing, por ejemplo, María Becerra se gestiona sola, se abre sola, y si hay marketing lo hace ella sin una empresa atrás imponiendo nada.
M.F.: Los artistas hoy, a diferencia de otras camadas de músicos, tienen que ser genuinos para trascender. Al público le gusta hoy conocer a quien escucha, siento que ahí hubo un cambio en relación al pasado. Hay un eje en el artista y quizá la música que hace pase a otro plano, pero el público de hoy busca ante todo conocer y querer al artista. Es una mixtura que va entre las redes y la música, y si lo que el artista proyecta de sí mismo gusta, el resto funciona.
P.: ¿Qué otras transformaciones notan en la industria de la música?
F.V.: Empecé a trabajar cuando te llamaban las discográficas para producir o arreglar discos, que era el negocio en sí mismo, hoy es una herramienta más que suma a los shows en vivo. Las discográficas se subieron al negocio del espectáculo, influyen pero no son lo poderosas que supieron ser. La fantasía de que llega la discográfica a buscar al artista, lo transporta en limousine y si el demo lo escucha alguien lo lanza a la fama y la vida cinco estrellas, eso quedó en la historia y está en imaginario. Hoy cualquier chico o chica se propone grabar y lo hace, se apunta a lo autogestivo de impronta personal, alcanzan las ganas y necesidad de avanzar para contar cosas. Ya nadie llega con la varita mágica.
M.F.: Cambió el eje, que antes era la discográfica y hoy son YouTube y otras plataformas que generaron ganancias y empujaron a las discográficas a mutar su función. Cambió el foco económico que volvió a estar en el live show, se perdió la venta de discos con Spotify y iTunes y las discográficas pasaron a ser coproductores de shows y eventos, generando otra clase de negocios musicales y acompañando desde ese lugar.
D.M.: Las discográficas antes eran el filtro obligado y hoy se alían con el éxito de muchos de los artistas que saltan a la fama desde redes o Spotify. Ya no hay un filtro mayor.
P.: ¿Cómo influyó la pandemia en una tendencia a la composición colectiva para trabajar en conjunto desde la virtualidad?
F.V.: Siempre la música fue un ámbito para juntarse a tocar, mirarse y empatizar. La música naturalmente pide juntarse a tocar. Pero cuando no se podía hacer, surgió la producción a distancia y hay cuestiones más técnicas que si cada uno está en su casa generando cosas, tiene su beneficio.
D.M.: Fue una herramienta que se incorporó pero no reemplaza lo otro. Hoy brinda mucha facilidad por la comodidad de no necesariamente citar a los artistas al estudio, se puede ahorrar tiempo de viaje haciendo cosas de manera virtual y remota. Y las sesiones pueden resultar hasta mejores que las presenciales. La pandemia fue un desafío para hacer lo que hacíamos, que creíamos imposible sin ese intercambio energético y emocional que se genera cuando dos personas se juntan a componer.
P.: ¿Cómo ven el modo de producir cripto, en el que millones de colaboradores aportan dinero para ser dueños de los productos?
F.V.: Estando siempre abiertos y receptivos no hay que perder de vista que se da y qué no, hay que ser claros.
D.M.: Hay una evolución hacia artistas que emergen de la nada y son independientes, que están en todo y hacen todo. Hay una democratización de la música o el arte que tienen que ver con descentralizar, si antes no te producía una película Hollywood no te producía nadie, hoy se sube algo a YouTube a ver qué pasa.