En el fondo de todas las vidas de los madrileños de aluvión siempre hubo un centro regional. Algo más que un lugar de paso, una estancia intermedia entre el domicilio y lo que daba la urbe. La web del Ayuntamiento de Madrid las unió en un mapa, pero el teléfono que debiera centralizarlas no está… Ni se le espera. Y sólo queda la opción de asociarse a la buena de Dios en lo que unos llaman la «España plural», y otros ven como no «perder el arraigo con la colonia». Las casas regionales, al menos en Madrid, tienen el aroma del XIX, cuando la ciudad creció. Y tuvieron un segundo arreón en los 50. La patria, la patria chica, también en provincias. ABC agrupa a los máximos responsables de las casas de Castilla-La Mancha, Soria y del Centro Asturiano de Madrid en la sede del primero. De entrada, se saludan entre lienzos de un Campo de Montiel con nubes y agasajan al reportero con parabienes. Después, hablan. Cada uno con su acento y sobre el ‘target’ que tienen en estos tiempos tan distópicos. José Fernando Sánche
z, máximo responsable de la castellanomanchega, indica un elemento que las vertebra. Una solidaridad por encima del terruño. Nadie es exiliado en Madrid, pero Castilla es diversa y el asturiano ha tenido mucho mar mediante. Hay, además, «un concepto de reformulación de la casa regional: el corredor hacia Guadalajara y las cercanías de La Sagra ya no dan a estas comarcas sensación de lejanía». Y sin embargo, José Fernando, anfitrión entre molinos y cielos de discípulos del Greco o de Benjamín Palencia, insiste en su necesidad. Solidaridad
En una sala como de juntas, Valentín Martínez-Otero, del Centro Asturiano (el más antiguo de España), pide la palabra. Rememora actos conjuntos a los que no han llegado los políticos: de entrada, uno con los manchegos en apología de la Carta Magna. Y es que el chovinismo no pasa por el magín de estas gentes. Javier Muñoz capitanea la Casa de Soria en Madrid y pena por la gente que no sólo se llevó el exilio («más que Galicia»), sino también la pandemia. Suyo es el esfuerzo de que Soria sostenga a Salamanca y Palencia. Llegaron a 700 socios, hoy apenas 30, y el espíritu intacto. Y con un coro en el que los sorianos mezclan las voces, y las tonalidades, y disuelven unas inexistentes polémicas provinciales dando el «do» de pecho. El anfitrión, José Fernando, vuelve a tomar la iniciativa de la parla para señalar la imbricación de las casa regionales en la construcción de «un Madrid que es metrópolis» y que se ha venido construyendo con la aportación de los más cercanos, de los más lejanos; españoles todos en el caso que nos ocupa. Se presenta en un rato un libro sobre Ceuta, lo que indica la heterogeneidad que refiere el máximo responsable de la Casa de Castilla-La Mancha. Cierto es, también, que «se prestan gaitas, coros», y Valentín rememora el orgullo asturleonés, casi minero, con el que los leoneses ayudaron a sus paisanos de abajo en tiempos difíciles. A los de la calle del Pez. Porque España es más que la división provincial de Javier de Burgos. Vertebrando España
Las casas regionales son un mundo. Hace poco mantuvieron una reunión con el concejal del distrito Centro once entidades, de muchas más que son, para coordinarse. Hay multitud en la Corte, están unidas, y de ahí las palabras de Martínez-Otero de «volver a vertebrar España» si se le perdona/entiende la comparación orteguiana. No les mueve la patriotería, quizá más atraer al madrileño al que todas las nuevas tecnologías y los transportes han puesto su terruño a la puerta de su domicilio. Evidentemente, trabajan con las instituciones, pero no son embajadas. Son algo más profundo y más integrador. El objetivo es volver a traer a los jóvenes, que atrás quedó «la concepción de la casa regional como centro de auxilio». José Fernando incide en la cuestión fundamental. O se actualiza todo, o se programan actividades casi a diario, o el horror. Sus homólogos le dan la razón. Posan bajo la atenta mirada de una porcelana del Doncel de Sigüenza. Martínez-Otero, por Asturias, concluye recitando de memoria un fragmento de ‘Letanía a nuestro señor Don Quijote’ de Rubén Darío. Los tres asienten y preparan una cumbre con más gente, sin tanta prensa. Lo universal, sí, del castellanomanchego. Un concepto que su Casa quiere adaptar al siglo XXI.
Fuente ABC