Por Carlos Pagni
Batakis fue a presentarse ante el FMI y no quiere ser vista como una delegada de Cristina Kirchner, pero en Washington se preguntan quién es el responsable de la administración, quién decide
Podríamos enfocarnos en un episodio, en una circunstancia específica y a partir de ahí abrir el foco de nuestra visión sobre lo que está pasando hoy en la Argentina. Ese episodio es el viaje que está realizando Silvina Batakis a la capital de los Estados Unidos, a Washington, para tomar contacto -a través de una agenda que le preparó el embajador Jorge Argüello- con las autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI) y también con algunos directivos de empresas con inversiones en el país. ¿Qué pretende Batakis con este viaje? Que la conozcan. Es desconocida en ese ambiente. ¿Y por qué quiere que la conozcan? Porque la imagen que se ha constituido alrededor de su persona, con elementos objetivos y en alguna medida imaginarios, es que ella es en el Ministerio de Economía una delegada de Cristina Kirchner. Por lo tanto, en el FMI y diversos centros de poder hay una duda, una gran incertidumbre respecto del compromiso de Batakis con el programa negociado por su antecesor Martín Guzmán. Esa duda, esa incertidumbre respecto de qué convicción tiene Batakis sobre ese programa, ahora es más importante que en la época de Guzmán. Porque ahora hay más exigencias. Porque Batakis está en una situación más complicada que Guzmán. Y esa complicación no proviene tal vez ni principalmente de las jugadas, de las posiciones de Cristina Kirchner, que sí era un problema para Guzmán.Default Mono Sans Mono Serif Sans Serif Comic Fancy Small CapsDefault X-Small Small Medium Large X-Large XX-LargeDefault Outline Dark Outline Light Outline Dark Bold Outline Light Bold Shadow Dark Shadow Light Shadow Dark Bold Shadow Light BoldDefault Black Silver Gray White Maroon Red Purple Fuchsia Green Lime Olive Yellow Navy Blue Teal Aqua OrangeDefault 100% 75% 50% 25% 0%Default Black Silver Gray White Maroon Red Purple Fuchsia Green Lime Olive Yellow Navy Blue Teal Aqua OrangeDefault 100% 75% 50% 25% 0%¿Y dónde está el piloto?. El editorial de Carlos Pagni.
Hoy para Batakis el problema es el Gobierno en su conjunto, el funcionamiento de la administración y también el diseño político del Gobierno. De un Gobierno perforado políticamente, de un oficialismo que se ha ido deteriorando muchísimo en todos sus rostros, no solamente en el de Alberto Fernández. Entonces, Batakis va a que la escuchen, a despejar dudas respecto de si ella puede seguir con el plan de Guzmán. En una etapa de ese plan para la que el FMI ya le pidió a su antecesor -y seguramente se lo habrá pedido también a ella el lunes- algo que se animó finalmente a decir Kristalina Georgieva: hay que tomar medidas dolorosas. Son las que están cifradas en la página 13, que chorrea sangre, del informe que hace el staff del FMI después de concretar la primera revisión del programa. Allí aparece un ajuste fiscal muy importante para compensar los descalabros que se hicieron durante el primer trimestre de funcionamiento de ese programa.
Hay otro problema que tienen que enfrentar Batakis, menos visible, que tiene que ver con la relación entre la Argentina y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Ahí está Mauricio Claver-Carone, declarado enemigo por este Gobierno por haber sido una figura importante en la concesión del préstamo del FMI a la administración de Mauricio Macri. Claver-Carone está sometido a una investigación por temas personales, no muy claros -ha trascendido muy poca información- en el BID y lo que sí se conoce es que la acusación formal, casi una denuncia penal, la ha llevado la representación argentina en el BID. Y ese debe ser un motivo bastante poderoso para que el organismo le haya suspendido el crédito a nuestro país, inclusive algunos préstamos ya aprobados. Es decir, un Gobierno con un enorme problema de financiamiento internacional y local, en dólares y también en pesos, se va privando de otras fuentes de ingresos por este tipo de conflictos. De hecho, en la Cumbre de las Américas que se celebró en Los Ángeles, el presidente Alberto Fernández le pidió a su par en Estados Unidos Joe Biden que reemplace a Claver-Carone como representante de su país. Y Biden le dijo: “No, mire Fernández. Puede ser un hombre de Donald Trump. Pero es un norteamericano. Nosotros no solemos hacer esto, aunque sea alguien de otro partido. Si es un funcionario estadounidense lo seguimos respaldando. Si lo quieren echar, échenlo ustedes. Junte una masa crítica latinoamericana y vea si lo puede reemplazar”.
En el FMI siguen el tema argentino por razones obvias. Es mucha plata la que está comprometida, se trata de un crédito histórico por su volumen. ¿Y qué están mirando? Lo que vemos todos y lo que se empieza a insinuar si uno mira con detenimiento: el problema por el cual Batakis no puede cumplir con las medidas que prometió ni bien asumió en aquella conferencia de prensa no tiene que ver con Cristina Kirchner o con el FMI, sino con gente del gabinete de Fernández. Funcionarios que cuando vieron venir una interrupción de los fondos comenzaron a gastar antes y a atacar la caja de Batakis por las dudas de que ella cumpla lo que promete, que es no repartir más plata.
La primera medida que anunció Batakis no la pudo cumplir. Ella dijo: “Quiero reformar la ley de administración financiera para que el ministro de Economía tenga injerencia en el gasto de todas las dependencias del Estado”. ¿Qué quiere decir todas las dependencias del Estado? Empresas públicas, por ejemplo. Aerolíneas, el PAMI, lugares donde están los críticos de la gestión de Fernández y del acuerdo con el FMI, como La Cámpora. Además de ir sobre estas dependencias, quería ir también sobre unas unidades administrativas misteriosísimas, cajas muy opacas tanto por los fondos que manejan como en las designaciones que realizan -y esto no es un problema de este Gobierno sino de muchos años para atrás- y se conocen como fondos fiduciarios. Batakis quiso controlar esas cajas de financiamiento, que tienen una suerte de autonomía del Tesoro, y hasta ahora no pudo porque ni siquiera -lo cuenta Horacio Verbitsky en su portal El Cohete a la Luna– empezó a redactar el proyecto de la ley de administración financiera.
Al revés de lo que ella pretende, lo que está pasando ahora es que se crean nuevos fideicomisos. Y ahí hay que poner la vista el que parecía ser el padrino de Batakis, el garante de la gestión: Daniel Scioli, ministro de Producción. Scioli tiene, esto es muy sabido en el mundo político, una especie de padrino en el empresariado que es el líder del gran negocio que se hace con protección del Estado y exenciones impositivas en Tierra del Fuego. En esa provincia hay un gran negocio que tiene que ver con la importación y ensamblado de electrónicos que tiene dos cabezas: uno es Nicolás Caputto, el amigo de Mauricio Macri, y el otro es Rubén Cherñajovsky, que es el íntimo amigo del padre de Scioli, que pertenecía justamente al negocio de los electrodomésticos. Cada vez que Scioli llega a un lugar en la función pública, hay alguna medida que emana de él que beneficia a Cherñajovsky.
Cherñajovsky ha sido públicamente el principal recaudador de la campaña de Daniel Scioli en 2015 y se encargaba de reunir empresarios para pedirles dinero. Cuando Scioli llega a Brasil, lo primero que publicita es una gestión para abrir el mercado brasileño para los langostinos que exporta Cherñajovsky. Ahora llegó al Ministerio de Producción y emitió el 19 de julio -apurándose por las noticias que venían de su discípula Batakis, que anunciaba que se terminaba el gasto- una resolución en combinación con el Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), que comanda José De Mendiguren, para establecer un fideicomiso para Tierra del Fuego y sus industrias. Es decir, para beneficiar entre otros a Cherñajovsky. Esto de que Scioli llega a una dependencia y la primera medida tiene que ver con el beneficio para quien lo ha financiado ya dentro del Gobierno es conocido como el “Teorema de Pichichi”.
En esa resolución se dice lo siguiente: “El sendero de desarrollo de la provincia de Tierra del Fuego ha estado marcado por los lineamientos incentivos generados por la ley 19.640 -que es la que establece ese régimen de protección- y en particular el denominado subrégimen industrial en torno al cual la sociedad local ha acumulado un conjunto de saberes, capacidades y stock de capital”. Y agrega: “A casi medio siglo de la redacción de esa ley resulta necesario generar nuevos instrumentos para impulsar, sostener y garantizar el crecimiento de la provincia mediante la creación de nuevos instrumentos”. Lo que nos dice Scioli acá es que hay que crear nuevos instrumentos para crear nuevos instrumentos. Eso lo escribe un funcionario, que seguramente no lee dos veces lo que está escribiendo, y lleva la firma de ministros y pasa por un extenso trámite administrativo. Pero nadie se da cuenta del disparate que redactaron. A la vez, nos está diciendo algo importante. Le dimos 50 años de protección a ese régimen y todavía no sirve. Necesita más protección, necesita que el Estado le inyecte más plata para hacer un negocio. Como dice uno de los empresarios que está instalado en esa actividad de importación, “yo hago negocios con impuestos”. Scioli es un amigo de Batakis, que va sobre su caja y se apura para crear un fideicomiso donde el Estado nacional, en vez de ahorrar, le va a inyectar más plata a un sector con el que está relacionado políticamente.
El otro amigo de Batakis, tal vez el funcionario más ligado de toda la administración a Alberto Fernández y probablemente la figura por la cual el Presidente se peleó con Cristina Kirchner y con Máximo Kirchner, es el canciller Santiago Cafiero. El también escuchó que venía el congelamiento de vacantes. Entonces, en la Cancillería, consiguieron el 20 de julio -un día después del fideicomiso de Scioli- que en Jefatura de Gabinete se firme una resolución ocupando 191 cargos que están vacantes. No vaya a ser que Batakis los congele. Hay que gastar rápido antes de que llegue Batakis. Estas no son cosas de Cristina Kirchner, que tendrá con Batakis otros problemas. Estas son medidas del equipo más íntimo del Alberto Fernández y, en el caso de Scioli, de los amigos de Batakis.
La ministra está indignada con sus colegas. Sobre todo con uno: Julián Domínguez, el ministro agropecuario, que gastó 60.000 dólares, junto con su comitiva, en un viaje a Roma para asistir a la FAO.
Hay un problema que sí Batakis va a tener con el kirchnerismo y tiene que ver con la segmentación de tarifas. No es un problema solo con el kirchnerismo. Lo primero que se está demostrado es que la segmentación es muy disparatada como se ha demostrado con el formulario que hay que llenar. Hoy las distribuidoras de electricidad en la Argentina están abarrotadas de gente que va a preguntar cómo es este sistema de segmentación por el cual alguien considera que no merece que le quiten el subsidio y reclama que se lo mantengan. Y de eso se tienen que encargar las compañías porque el Estado todavía no sabe cómo explicarlo. Hay además una falta de información enorme en las empresas porque no les llegaron ni siquiera los cuadros tarifarios. Todavía no saben sobre qué tarifas habría que aplicar los subsidios. No se hicieron o por lo menos no se publicaron. Y además hay una polémica dentro del Gobierno. Guzmán y su programa -que ya no tiene quien lo ejecute porque la gente de Guzmán se fue- pretendía esta segmentación por nivel de ingresos. Es todo un problema por un detalle técnico. Alguien en buena posición respecto de alguien en mala posición, por ejemplo, gasta 5 a 1 en términos de comida. En términos de indumentaria, según datos del INDEC, alguien del primer 10% de la población más acomodada respecto del 10% menos acomodada gasta 7 a 1. En electricidad no. Es 2 a 1. Es decir que hacer un gran ajuste sobre la tarifa, aumentarla para el sector más acomodado tampoco rinde mucho en términos de ahorro. Va a haber un ahorro que es el 0,75% del total de los subsidios. O sea que, al final, va a ser muy poco eficiente en términos fiscales.
¿Esto que supone? Supone que Batakis va a tener que explicar cómo va a lograr lo que no logró Guzmán, ahora que hizo el anuncio de que va a gastar menos y los ministros, junto a los distintos sectores, se largaron a atacar la caja. En consecuencia, va a haber mucha dificultad para achicar el déficit. Si no se puede achicar el déficit, ese déficit gigantesco va a haber que financiarlo. Y como no hay financiamiento en dólares, y hay cada vez más dificultades para conseguir financiamiento en pesos, el Gobierno va a tener que seguir emitiendo. Por eso la gente que ve que sus pesos se deterioran por la inflación -que se van a deteriorar aún más- huye al dólar. Y al huir hacia el dólar, en cualquier de sus variantes libres, lo que sucede es que se amplía la brecha. Ya tenemos una brecha de 138% entre el dólar oficial y el contado con liquidación (CCL). El primer efecto de esa diferencia es desalentar a que el que tiene un bien que vale dólares lo venda, porque supone que esa brecha es insostenible y que en algún momento el oficial se va a encarecer, probablemente el blue tienda a bajar, esas puntas se van a acercar y él pueda vender sus bienes en dólares a un precio más ventajoso.
Esto es algo que se ve, por ejemplo, en la venta de soja de los productores a las cerealeras. Están en un piso histórico. La cerealeras dicen: “Nunca tuvimos tan poca entrega de soja por parte de los productores, que atesoran la soja”. Y la atesoran por lo poco que reciben a cambio. Hay cerealeras que tienen plantas de molienda que las han puesto en mantenimiento porque no tienen producto para procesar. ¿Esto es la perversidad del productor? No. Es la perversidad del sistema económico, que le envía al productor una señal muy contundente. Es como si los funcionarios le dijeran al chacarero: “Dado que no podemos manejar el mercado de cambios porque la economía se ha descalabrado por el exceso de gasto, te estamos indicando que no vendas”. Esto es lo que al Gobierno le cuesta entender porque cree que el mercado es un partido político que compite en la política. Le cuesta entender cosas tan sencillas como la ley de la oferta y la demanda.
Vamos a ver cuál es la lógica del productor. En un cuadro de Fernando Marull vemos el precio que recibe el productor en dólar billete como porcentaje del precio internacional.
Con la convertibilidad, que fue el momento en el que despertó la Argentina a este nuevo negocio de la soja, un productor recibía un 97% del precio internacional en dólares. En 2014, con el gobierno de Cristina Kirchner, vemos que recibía 39%. Durante el de Mauricio Macri, que tuvo una política relativamente favorable al campo, subió, pero el productor se llevaba 70 o 73% del precio. Hoy está en 27%. Ese piso histórico de venta de soja del productor a las cerealeras se explica porque recibe el 27% del valor del producto en dólares.
Un negocio de producción de oleaginosas o de cereales recibe un precio de 144 dólares por su producto, cuando en Uruguay recibe 512, en Paraguay 498, en Brasil 510 y en los Estados Unidos 530. Lo que hace el campo argentino con esta política oficial -que lo estrangula vía retenciones, atraso cambiario, etc.- es un milagro, que es competir con otros productores con precios tan desfavorables. Encima, tiene que soportar la diatriba del Gobierno culpándolo por una mala política económica.
La mala política económica por parte del Gobierno se ve en que, a pesar de la no venta de soja, por la gran venta de trigo, de maíz etc., que ha habido en los primeros seis meses del año, hubo una buena liquidación de divisas. Aun así, le faltan dólares, por una enorme desconfianza que hace que la gente salga en busca de dólares para proteger una moneda nacional que está pulverizada. Quiere decir que un Gobierno que defiende aparentemente la soberanía nacional, destruye la moneda y destruye al productor del sector más competitivo que tiene el país que es el agropecuario.
Hasta acá tenemos una pintura de lo que está pasando en la economía argentina que tiene que ver, en el fondo, con la inflación y con la destrucción del salario que significa la inflación. A esto se le agrega, y es otra razón por la cual estos dólares no alcanzan, un boom de importación de la energía. Tampoco podemos manejar el otro sector en el que la Argentina se destacaría en el mundo. Recuerdo hace unos años a Felipe González en la Universidad Di Tella, diciendo que el destino manifiesto de la Argentina era el éxito porque maneja dos negocios de gran rentabilidad a nivel global, porque el mundo los demanda: el agro y la energía. A fin de cuentas, el mundo los demanda pero no manejamos bien ninguno de los dos.
¿Qué es lo que pasa hoy con la energía? Hoy producimos gas en Vaca Muerta, pero no se puede producir más porque no tenemos cómo transportarlo. Hay intención de hacer el gasoducto Néstor Kirchner, pero entre otras cosas, que tienen que ver con la incompetencia propia del gobierno y de la dirigencia política en general, tenemos ahora la aparición de confederaciones, de pueblos originarios que no tienen ninguna representación legal. No estamos diciendo que no sean mapuches, lo son -la mayoría de ellos-, pero no tienen ninguna forma de reconocimiento legal organizativo. Algo parecido a lo que pasa con los movimientos sociales. Hablan, reclaman, pero ¿Quién los voto? Nadie. A diferencia del sindicalismo argentino que, con todas las trampas que conocemos, cuentan al menos con un libro de actas donde se estableció una reunión de secretariado. Este otro, en cambio, es un mundo de total informalidad: los mapuches de Neuquén.
Hoy hubo una reunión entre empresas, el gobierno de Neuquén y los mapuches – estos últimos reunidos en una confederación que carece de personería jurídica, entre otras cosas, porque dejaron vencer todos los trámites- que piden resarcimientos para que las petroleras -y, entre ellas, la firma que tiene que hacer el gasoducto, la estatal Enarsa- puedan pasar por sus tierras. ¿Cuáles? Las que ocupan, que ellos pretenden que se les reconozcan pero que todavía la provincia no se las reconoció. Aun así, pretenden que las empresas les reconozcan esos derechos y paguen para pasar con el gasoducto y realizar cualquier tipo de obra. El líder de esta agrupación se llama Gabriel Cherqui, es un mapuche adoptivo que tiene un ideólogo atrás que se llama Jorge Nahuel. Están asociados a la clase política de Neuquén. En algunos casos, para autorizar determinadas actividades piden dinero. Por ejemplo, hay empresas que han recibido pedidos por 300.000 dólares para realizar un pasaje por tierras que no son de ellos. Mientras, la provincia mira para otro lado.
Entonces, se celebró un acuerdo para poder empezar el gasoducto Néstor Kirchner que quedó cifrado en una especie de acta. El procedimiento es que la provincia se compromete a someter cualquier actividad petrolera de Neuquén a la consideración de asambleas mapuches, sin personería legal. Esas comunidades convocan a asamblea, tienen diez días para realizar una reunión preliminar. Se llega a una negociación, establecen sus condiciones frente a la empresa, y después llegan a un acuerdo que debe ser acatado por las autoridades. ¿Y si no hay acuerdo? ¿Si exigen irracionalidades? Sin pacto, no hay negocio.
No solamente ellos dicen cuánto hay que pagar, sino que además indican con qué contratista hay que realizar la obra. Cherqui tiene unos desarrollos turísticos extraordinarios que él mismo promueve, unas cabañas divinas sobre el Río Atuel. ¿Qué relación tienen estos mapuches con el secretario general del gremio petrolero, el señor Marcelo Rucci? Rucci fue intendente de Rincón de los Sauces, donde aparentemente no se puede hacer nada en materia de petróleo sin pasar por empresas que, se sospecha, están vinculadas a Rucci y que maneja un señor Ángel Salazar. ¿Hay una relación entre los mapuches y el sindicato? Aparece otro personaje que se llama Guillermo Coco, que fue la mano derecha e izquierda en materia de energía de Jorge Sapag. Gobierno, sindicato, mapuches, en una especie de ataque piraña no muy claro hacia cualquier inversión que vaya a Vaca Muerta y contra cualquier inversión que quiera hacer un gasoducto.
La profecía de Felipe González es problemática. En este régimen va a ser muy difícil que se pueda hacer un desarrollo próspero en materia energética. Obviamente que, si no hay gasoducto, no hay la posibilidad de hacer la extracción de gas y vamos a seguir dependiendo del gas importado, que va a estar devorando las reservas; por lo que vamos a seguir con esta inestabilidad financiera, cambiaria, monetaria que estamos viviendo.
Los otros que vieron que se acababa el reparto de dinero son los sindicalistas. Se apuraron para conseguir que el Estado les saque de encima a la CGT y a las obras sociales sindicales, las prestaciones para discapacitados. Es cierto que muchas veces no corresponde que esos servicios los den entidades de salud. Lo curioso es que el expediente por el cual la agencia de discapacidad les concedió a los gremios de la CGT este beneficio, gracias al cual se van a ahorrar 60.000 millones de pesos al año, empezó a generarse el 22 de junio a las 23.07 y ya estaba terminado dos días después, el 24 de junio a las 16.30. En menos de dos días, los sindicatos consiguieron que les hagan un expediente para ahorrarse 60.000 millones de pesos sin que ese ahorro redunde en una reducción del aporte que hacen los trabajadores.
Este sistema no contrasta solamente con Suiza sino también con Paraguay. Hoy hubo una noticia en los diarios financieros que informaba que Paraguay acaba de conseguir que Moody’s, que es una agencia de calificación de riesgo de los países, es decir que determina cuánto tiene que pagar un país por obtener crédito, lo pase de estable a positivo. En cualquier momento consigue el grado de inversión, es decir, pasaría a la élite de los sujetos de crédito, los países a los que conviene prestarles porque son solventes y son serios. Esta gran ventaja paraguaya se debe a una decisión de largo plazo de mantener determinada política fiscal. Ya se consignó el otro día la enorme ventaja que lleva Bolivia en materia de tipo de cambio y cómo en el norte argentino se ahorra en bolivianos, así como en la Capital se ahorra en dólares.
¿Cuál es el problema? Obviamente es un problema político. Si uno habla con embajadores de países poderosos, los que mandan en el FMI, dicen: “Este es un Gobierno con el que uno no sabe con quién hablar. Es un Gobierno sin centro. Es un Gobierno ausente”. El Presidente está fisurado emocionalmente. El otro día en una reunión con intendentes, la Casa Rosada tuvo que aclarar que “no hubo lágrimas”. Estamos en el fondo del mar si hay que hacer esa aclaración. Cristina Kirchner la sostiene a Batakis como puede, sin mostrarse, y le da el auxilio de Kicillof, lo cual sirve de poco porque es alguien que no cree en su programa con el Fondo. Es como ir a un médico que tiene la terapia contraria a la que uno tiene que cumplir. Mientras, Massa sigue creyendo que esta es la oportunidad para entrar al Gobierno, tomar todo, poner amigos y, si logra salvarlo de una catástrofe, postularse en 2023 como presidente. A él sus amigos le preguntan si está viendo el problema de falta de respaldo político. Pero acá intervienen las ganas de Massa, la voluntad. Como dice el mítico Tatino, citando un tango sobre turf, “si me devuelven lo perdido, muy hunde de nuevo la confianza”. Massa está confiado en que puede, y pide el Banco Central, la AFIP, pide energía. La quiere a Batakis de secretaria de Hacienda.
Entonces, en el FMI se preguntan: “¿Estamos hablando con la ministra o va a ser secretaria de Hacienda dentro de 15 días?”. ¿En calidad de qué fue a Washington? Porque si uno mira lo que deja trascender Massa dentro y fuera del Gobierno y a través de la prensa es que el Ministerio de Economía lo va a poner él dentro de poco. No pudo poner a Lavagna ni a Álvarez Agis. Tiene aliados dentro de la Casa de Gobierno, ya tiene un vicejefe de gabinete que lo está esperando. Para espanto de Manzur, a quien Massa quiere reemplazar. Para espanto de Scioli a quien odia y lo quiere mandar de nuevo a Brasil.
¿Cuál es el problema? Que Alberto Fernández dice que le daría el poder, aunque no sabemos si todo lo que pide. Fernández, en realidad, cree que Massa le serviría, aunque sea para tenerlo adentro, para que no se vaya, para tenerlo cerca, para que no se baje del barco. Sigue habiendo un problema con Cristina, quien hasta hoy sigue sin darle la bendición a un Massa jefe de Gabinete. Parece que últimamente ha visto algunos videos que no había que ver. Videos conocidos, nada extraño, declaraciones del pasado de Massa, que tienen una resonancia enorme en el departamento de Uruguay y Juncal: “Los meto presos”; “No les tengo miedo”; “voy a terminar con los ñoquis de La Cámpora”.
Fernández, como vimos, no sostiene a Batakis. Cristina la sostiene, pero no se quiere identificar públicamente. Massa la quiere degradar. Hay una frase de Perón, que me la hizo llegar un justicialista memorioso, que dice: “El que quiere conducir con éxito tiene que exponerse. El que quiere éxitos mediocres que no se exponga nunca y si no quiere cometer ningún error, lo mejor es que nunca haga nada”. Este último caso sería el de Alberto Fernández, que ya está casi sin cometer errores por inacción.
El problema central sigue siendo la política. Cristina Kirchner, Alberto Fernández, Sergio Massa, todos tienen más de 60% de imagen negativa. Ahí está la brecha. Es entre ellos y la sociedad.
Batakis llega al FMI con este problema en la valija. Allí le hacen preguntas basadas en los informes que mandan las embajadas de las potencias que gobiernan el organismo. Le preguntan lo de aquella vieja comedia, tan simpática, de hace unos 40 años: “Batakis, ¿Y dónde está el piloto?”.
Fuente La Nación