Poe Nicolás Wiñazki
El Presidente y la vice, tras el acuerdo para nombrar a Massa en Economía y la tregua que habían sellado, ahora prefieren no hablarse para no intercambiar insultos.
La crisis económica tapa por ahora otra crisis que generó acostumbramiento en un Gobierno anómalo. El presidente Alberto Fernández y la vice, Cristina Kirchner, no lograron recomponer su relación, de vuelta la dinámica es de pelea y para preservarse prefieren no hablarse.
El dúo intenta disimular este escenario con alguna charla esporádica y de consulta corta, pero fuentes gubernamentales inobjetables reafirmaron a Clarín que la relación entre Presidente y Vice se resintió otra vez, remarcando que uno y otro no esperan nada bueno de sus diálogos imposibles.
La renuncia de Martín Guzmán al ministerio de Economía, los dos días de zozobra en los que entró el Gobierno intentando encontrarle un reemplazante provocaron que el Presidente y la Vice olvidaran los rencores, volvieran a comunicarse entre sí y hasta a verse cara a cara, pero pasadas las primeras semanas de esa tregua la dinámica entre Fernández y Kirchner volvió a ser lo que fue.
Las disputas de poder volvieron, con grados variables por el peso específico que tiene una sobre el otro. El Presidente finalmente siempre cede si las imposiciones o las presiones de la Vice se extreman: ha decidido hacer declaraciones públicas para agrado de ella si es necesario evitar que vuelvan a escalar los conflictos o se instale en la opinión pública, con pruebas concluyentes, que la coalición oficialista se dividió otra vez.
“Me quieren dejar pintado, como si estuviera ocupando el cargo de Presidente pero solo para cumplir con lo protocolar, y esto no es así. Nunca voy a ser un títere”, intenta consolarse el Presidente, que acepta siempre en la intimidad y frente a sus asesores de confianza, uno minoría cada vez mayor, lo que es evidente: su poder se diluyó, se corrió de las decisiones de fondo de su propio Gobierno, pero no significa que haya capitulado, como lo describen sus enemigos internos.
“¡Acá se hace lo que yo digo!”, es una de las frases con las que la Vice suele imponer sus planes para una gestión lacerada. La atención de la opinión pública, algunos funcionarios y el poder económico se centran ahora en las acciones del funcionario en las que giran los lineamientos más relevantes y prioritarios en el tiempo escaso que deja la crisis: el ministro de Economía, Desarrollo Productivo y Agricultura, Sergio Massa.
Hostilidades cruzadas
Los últimos encuentros entre Fernández y Kirchner terminaron siempre mal, o se desarrollaron en un clima de hostilidades cruzadas más que de búsquedas de consensos. El sábado 23 de julio pasado, Fernández invitó a Kirchner a almorzar a la Residencia Presidencial Olivos (RPO). Ese día ella impuso finalmente su plan para que haya un recambio de Gabinete que incluyera a Massa en el cargo de ministro de Economía, sumando atribuciones sobre otras áreas, algo que el Presidente se resistía a ejecutar. La gestión de Silvina Batakis, acordada con la Vice, sería nonata.
En esa reunión el Presidente y la Vice analizaron todos los escenarios políticos que podrían afectar a la gestión sumida en una zozobra económica. Incluso aceptaron y debatieron, no en tan buenos términos, que la turbulencia crítica de la economía, y la falta de paz política en el peronismo, podrían provocar un desenlace dramático como sería una salida anticipada del poder tras un crack financiero o una explosión social en las calles.
El nombramiento de Massa volvió a darle aire a la administración pública, algo de calma a los gobernadores del PJ que habían iniciado un alzamiento en contra de la Casa Rosada y frente a un posible ajuste de la plata que la Nación les envía a sus provincias.
Massa llegó al Palacio de Hacienda y avanza en sus planes sin moverse de lo que pactó tanto con el Presidente como con la Vice.
Abrió diálogos con la dirigencia del campo, logró un aval del FMI a su nombramiento, y anunciará finalmente quién será su viceministro el lunes, después de los problemas que le trajo la filtración de que ese cargo sería ocupado por el economista Gabriel Rubinstein, crítico feroz en las redes de los K y del Presidente.
“Es un p…”, definió la Vice no al ministro si no a quien lo secundaría en Hacienda cuando se enteró, primero, lo que pensaba, y después, lo que había declarado o escrito públicamente.
Massa avanza y frena, siempre de acuerdo al ritmo que le marca la interna gubernamental entre Presidente y Vice.
Su vínculo con Fernández es bueno, y con Kirchner, también.
Conoce a los dos. Y los dos lo conocen a él.
Esa experiencia es la que lo ayudó a designar como nueva secretaria de Energía a Flavia Royón. Esa área era de total sensibilidad tanto para los K como para el Presidente.
La Cámpora, en Energía
El ministro de Economía se ocupó de que el anuncio de ese nombramiento esté acompañado de una foto en la que podía verse a un funcionario que detonó durante un largo año las políticas del sector por orden de la Vice y en contra de la Casa Rosada y del renunciado Guzmán: el subsecretario de Energía Eléctrica, Federico Basualdo, de La Cámpora, dejó ese puesto por orden de su jefa, Cristina, después de lidiar con el ex ministro de Economía y el Presidente que intentaron en vano que permitiera diseñar un plan para aumentar las tarifas de la luz a su manera, y no a la de La Cámpora.
Más allá de que finalmente Massa logró designar a Royón en reemplazo del renunciado Darío Martínez, el “camporismo” continuará trabajando y marcando límites en los cargos medios y bajos de las áreas de Energía.
Algo estaba mal en ese sector, tanto que el principal anuncio que afectará a la ciudadanía, sincerar la suba de las tarifas de la luz, se pospuso para que Royón pudiera mejorar lo que iba a implementarse. Fuentes del mercado, e incluso funcionarios del área, le dijeron a Clarín que lograr una “segmentación” en los aumentos de la electricidad de los hogares, aun entre quienes se inscribieron en el pedido para seguir recibiendo el subsidio estatal debido a su supuesta dificultad para pagar los nuevas números, es de cumplimiento complejo.
Las facturas de la luz, sobre todo en la Capital Federal y el inmenso conurbano bonaerense, no están actualizadas de acuerdo a los propietarios reales de los inmuebles, lo que provocaría desajustes en el ajuste esperado.
El tiempo dirá.
Mientras tanto, usuarios del servicio eléctrico de provincias como La Rioja, Tucumán o Salta empezaron a quejarse porque las últimas boletas ya incluyen el “tarifazo”.
En el caso de La Rioja, esas subas son del doble de lo que se pagaba por igual consumo eléctrico.
El trato que la Vice tuvo con Guzmán es uno de los puntos que más enoja al Presidente, aun hasta hoy.
“Al final, se terminó demostrando lo que yo decía: Cristina operó a Guzmán para que se fuera solo por una cuestión personal. Ahora acepta el ajuste y cumplir con el FMI con Sergio como ministro. Ella le hizo mucho daño al país”, se lamentaría el Jefe de Estado, según pudo reconstruir Clarín de acuerdo a fuentes que lo tratan a diario, y evitando incluir insultos en la frase, algo que los funcionarios consultados contaron que nunca faltan cuando él habla de ella.
Lo mismo pasa cuando ella, Cristina, habla de él, Alberto.
Ambos son incapaces de opinar del otro sin descalificarlo de modo brutal.
La Vice se irritó con la crisis cambiara que provocó la salida de Guzmán, y con el escenario económico en general, argumentando así, palabras más, palabras menos, sin insultos, y siempre de acuerdo a fuentes que la escucharon hablar de estos temas; “Alberto no quiso ver la realidad, que yo le fui avisando que iba a terminar por hacer chocar todo. Se lo dije, y además se lo repetí en discursos y en mis cartas. Él fue ingenuo, dejó que el tiempo pase, y se encerró en su grupo de amigos que le decían que estaba todo bien. Ahora llegamos hasta acá: la sociedad fue benevolente con nosotros”, es su lamento con un tono mucho más intenso de enojo y reproche.
La Vice es durísima con el Presidente cuando describe sus métodos y ritmos de trabajo: “No está honrando la investidura presidencial. Está errático y pierde tiempo”.
Hace diez días, la propia portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, desmintió en su cuenta de Twitter una información difundida por el blog de Horacio Verbitsky: en esa web se difundió que el Jefe de Estado pasaba largas horas tocando la guitarra en Olivos con el músico Gustavo Santaolalla, de quien se dijo en el mismo artículo que estaba viviendo en la residencia presidencial.
Cerruti aseguró que aquella anécdota, publicada por quien influye en el pensamiento de los Kirchner, Verbitsky, era mentira.
El autor de la nota la ratificó.
Alberto Fernández enfurece cuando se entera que Cristina Kirchner deja trascender ese tipo de actitudes que le atribuye a él.
El más crítico de la familia K con el Jefe de Estado sigue siendo Máximo Kirchner, hijo de Cristina, diputado nacional, Jefe de La Cámpora, presidente del PJ bonaerense. Por ahora, él está en silencio, siguiendo e intentando controlar, junto a su madre, otros conflictos probablemente más severos para ellos si ser repiten en el futuro: el juicio oral y público por la causa Vialidad, en el que la Vice es la principal acusada de cometer delitos de corrupción para favorecer a su socio comercial, Lázaro Báez, terminaría en un pedido de condena de cárcel para ella, que los abogados K apelarían. No es una condena que ya esté escrita como ella intenta convencer a su militancia. Ocurre que las pruebas que el fiscal Diego Luciani y su adjunto, Sergio Mola, enumeran en sus alegatos, es abrumadora.
¿La inclusión de Máximo Kirchner como protagonista de diálogos y reuniones con Báez que dieron a conocer los fiscales podrían provocar un pedido de declaración indagatoria para el legislador? Sí, pero en un expediente conexo que aun está en etapa de instrucción, contestaron fuentes judiciales al tanto del tema.
La Justicia, además, reabriría otro juicio oral y público que la familia Kirchner logró evitar, al menos por un tiempo. Es el que debía determinar si los negocios hoteleros de la Vice y sus hijos, y además su inmobiliaria Los Sauces, fueron fachada para canalizar dinero de origen ilegal.
Ese futuro, en medio de una crisis económica y zozobra política, generan total nerviosismo en la Vice.
Fernández aceptó ser el Presidente de ésta Vicepresidenta. Y fue ella el que lo ungió a él como candidato al puesto que hoy ocupa.
Si entre ellos no pueden lograr resolver sus conflictos, ¿qué se puede esperar de un Gabinete ya habituado a convivir con sus jefes en estado de pelea constante?
Alguna vez, hace ya varios meses, Cristina se sinceró con un interlocutor después de haber tenido una charla telefónica feroz con el Presidente: “¿Sabés qué? Se pudre todo, eh. Estoy cansada. Me importa una m… todo. Tres carajos me importa, ya está, no doy más”.
Fuente La Nación