HARRISONBURG, Estados Unidos. — Este domingo 28 de agosto coinciden tres efemérides significativas en la historia nacional cubana: el 260 aniversario del nacimiento de José Agustín Caballero, el 150 aniversario del nacimiento de Manuel Márquez Sterling y el centenario de la muerte de Emilio Bacardí Moreau, tres cubanos extraordinarios.
José Agustín Caballero: Un sacerdote que agrietó los moldes
Ingresó en el Seminario de San Carlos y San Ambrosio a los doce años el mismo día de su fundación, el 4 de abril de 1774. Luego continuó estudiando en el colegio San Gerónimo de La Habana, donde obtuvo los títulos de bachiller en Artes en 1771, bachiller en Sagrada Teología en 1787 y Doctor en Sagrada Teología en 1788. Se inició como sacerdote en 1781.
Al analizar la historia llama la atención cómo sucesos aparentemente triviales se hilvanan a lo largo de los años para tejer otros de trascendencia. Hago esta afirmación porque el llamado a desterrar la rigidez del pensamiento escolástico tiene sus raíces precisamente en José Agustín Caballero, de quien Félix Varela fue alumno, como también lo fueron José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero, quien ejerció honda influencia sobre José Martí.
Sobre estos vínculos invisibles —o desestimados— escribió acertadamente Jorge Castellanos en su obra Raíces de la Ideología Burguesa en Cuba: “La historiografía cubana tradicional no ha querido tomar en cuenta los méritos de todos aquellos varones que humilde y calladamente prepararon el terreno para la profunda renovación de los valores filosóficos, educacionales y cívicos que experimentó Cuba en el primer tercio del siglo XIX. Hasta ahora Varela —el héroe— ha acaparado todos los lauros. Los demás —los precursores— han sido sistemáticamente olvidados”.
Uno de esos precursores fue José Agustín Caballero, pensador y escritor estrechamente vinculado al movimiento conocido como la Ilustración Reformista criolla, que surgió a finales del siglo XVIII y se extendió hasta bien entrado el siglo XIX. A este movimiento se le atribuye el inicio de la transformación cultural e ideológica cubana, que tendría en Varela y Martí otros referentes imprescindibles en ese siglo.
Manuel Márquez Sterling, presidente por seis horas
Aunque es reconocido como una figura icónica del periodismo cubano durante la etapa republicana, Márquez Sterling también fue diplomático, político, escritor y ajedrecista.
Se inició como periodista en El Pueblo y El camagüeyano en 1889, cuando tenía dieciséis años.
En 1895 conoció a José Martí y se declaró partidario de la independencia de Cuba, por lo que tuvo que partir al exilio, radicándose primero en México y luego en EE. UU.
Regresó a Cuba cuando todavía estaba en suelo patrio el gobierno interventor estadounidense. A partir de entonces, practicó asiduamente el periodismo, siendo además el fundador de los periódicos El Mundo (1901), El heraldo de Cuba (1913) y La Nación (1916).
Ocupando el cargo de embajador de Cuba en México se destacó por la protección que otorgó a Francisco Madero y a otros de sus seguidores cuando se produjo el golpe de Estado ejecutado contra el presidente mexicano. Sus reflexiones sobre el suceso quedaron expuestas en su libro Los últimos días de Madero.
Márquez Sterling escribió alrededor de quince libros, entre los que se hallan algunos dedicados al juego de ajedrez, una de sus pasiones.
Se opuso radicalmente a la dictadura de Gerardo Machado. Cuando el presidente Carlos Hevia tuvo que dimitir por presiones de Fulgencio Batista, se creó un vacío de poder. Para cubrirlo, Márquez Sterling, quien era Secretario de Estado, asumió la presidencia del país desde las seis de la mañana hasta las doce del mediodía, cuando el cargo fue asumido por Carlos Mendieta. Este suceso convirtió a Sterling en uno de los presidentes más fugaces de la historia mundial.
Fue un crítico tenaz de la Enmienda Platt. El 29 de mayo de 1934, cuando ocupaba el cargo de embajador de Cuba en Washington y después de haber firmado el tratado que derogaba el infame texto, declaró: “Ya puedo morir tranquilo”.
Emilio Bacardí Moreau: un mentís a la propaganda castrista
Nació en Santiago de Cuba el 5 de junio de 1844 y fue hijo de Facundo Bacardí y Massó, el catalán fundador de la importante ronera que lleva ese apellido.
Se trasladó a Barcelona siendo muy joven y allí hizo sus estudios primarios y algunos de pintura.
Se destacó tempranamente en la literatura al obtener en 1867 un premio otorgado por el Liceo de Puerto Príncipe.
Por su vinculación al movimiento independentista cubano fue enviado en 1876 a la prisión española de Chafarinas. Terminada la Guerra de los Diez Años regresó a Cuba, pero por vincularse a la conspiración que fraguaba el levantamiento conocido posteriormente como Guerra Chiquita, fue deportado otra vez a España en 1879.
Un año después de iniciada la tercera guerra por nuestra independencia, Emilio Bacardí sufrió su tercer destierro acompañado de prisión, esta vez en Ceuta.
Obtenida la independencia y radicado nuevamente en Santiago de Cuba, fue elegido alcalde en 1901.
Como gobernante realizó una activa labor que ha trascendido hasta nuestros días como ejemplo de civismo, lo cual desmiente la reiterada afirmación castrista de que todos los políticos de la república eran corruptos.
En el caso de Emilio Bacardí, pueden citarse, como resultado de su labor en beneficio de su ciudad natal la creación del museo que lleva su nombre, donde se exponen valiosos documentos y objetos vinculados a nuestras guerras por la independencia. Anexa al museo todavía se encuentra la biblioteca Elvira Cape, también fundada por él. A esas obras se sumó la Academia de Bellas Artes, todas creadas en gran parte con fondos de la fortuna personal de Bacardí.
Retirado de la política, Bacardí se dedicó por entero a la creación literaria. Entre sus obras más destacadas se encuentran las Crónicas de Santiago de Cuba, escritas en diez tomos, las crónicas de sus viajes por Egipto y Palestina y el drama El abismo, puesto en escena en 1912 por la compañía de Virginia Fábregas. Pero los estudiosos coinciden en señalar a sus novelas Vía Crucis y Doña Giomar como lo más trascendente de su creación literaria, aunque gran parte de ella quedó inédita cuando falleció un día como hoy hace cien años.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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Fuente Cubanet.org