Todavía no se han aprobado y las cuentas del Gobierno ya corren el riesgo de quedar obsoletas. Apenas han pasado 24 horas desde la publicación oficial del cuadro macroeconómico sobre el que el Gobierno ha montado los presupuestos generales de 2023 y ya ha aparecido la primera gran institución cuestionando las premisas del Ejecutivo.
El Banco de España (BdE) ha recortado hoy a la mitad el crecimiento que preveía para la economía española el año que viene. Si en junio de 2022 esperaba un incremento del PIB del 2,8% en 2023, ahora lo vaticina del 1,4%. Esto supondría una brusca desaceleración desde el 4,5% al que estima que ha crecido el PIB este ejercicio. Además, en un encuentro con periodistas, Ángel Gavilán, director general de Economía y Estadística, ha advertido de que es posible que en el tercer trimestre (julio-septiembre) la economía española se haya contraído.
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“La persistencia de tasas de inflación elevadas, el endurecimiento de las condiciones financieras y las prolongadas distorsiones de la oferta han conducido a un empeoramiento de las perspectivas de corto plazo”, afirma el BdE en su informe trimestral sobre la economía española, en el que advierte de una “pérdida de dinamismo de la actividad económica” en España y en el resto del mundo.
En cuanto a la inflación, si hace tres meses esperaba un IPC armonizado del 2,6%, ahora ya espera un 5,6%, una revisión de más del doble. El Gobierno, en cambio, confía en crecimiento del PIB del 2,1%, siete décimas por encima del estimado por el BdE, y eso que la vicepresidenta primera, Nadia Calviño, ya revisó a la baja seis décimas este indicador. Hasta hace dos días, el Ejecutivo pronosticaba un crecimiento del 2,7% en 2023.
Además, el propio Gavilán ha advertido de que todos los sesgos están “al alza en inflación” y “a la baja en crecimiento”, lo que traducido de la jerga macroeconómica quiere decir que, de haber sorpresas en estas dos partidas, lo más probable es que sean negativas: los precios subirán más de lo que estima el Banco de España y el PIB crecerá menos. Esto último alejaría aún más las previsiones de la institución de las del Gobierno.
Ignacio Varela
Para 2024, la visión del BdE es algo más optimista: revisa tres décimas al alza el crecimiento previsto de PIB (del 2,6% al 2,9%) y apenas toca una décima al alza el IPC (del 1,8% al 1,9%, una décima por debajo del objetivo a medio plazo del BCE, que es del 2%). Sin embargo, advierte también de que los factores positivos que se espera empiecen a actuar a lo largo de 2023 —moderación de precios de energía y alimentos y mitigación de cuellos de botella de las cadenas logísticas— están sujetos “a un grado de incertidumbre muy elevado”.
El BdE dibuja un escenario muy complejo: un entorno geopolítico extremadamente inflamable, con el riesgo de que la guerra en Ucrania escale; una crisis energética especialmente aguda en Europa —donde no descarta interrupciones del suministro de gas en invierno—; una inflación persistente durante más tiempo y a niveles más altos de lo previsto, y el consecuente endurecimiento de la política monetaria de los bancos centrales en todo el mundo. No es que el Gobierno de España ignore estos factores en su cuadro macro, sino que contempla un impacto menos dañino del que espera el BdE.
Pérdida de dinamismo en España
El informe publicado hoy advierte de señales de debilidad en la economía, derivadas en su mayor parte del efecto corrosivo de los elevados precios de la energía y de su consecuente impacto en la inflación. En concreto: “Un menor ritmo de crecimiento de la afiliación a la Seguridad Social”, un “debilitamiento de los indicadores” que miden el gasto de los hogares y el desplome de la actividad de la industria electrointensiva, factores que se estarían contagiando al resto de la economía.
“Esta disminución de rentas de la industria y de los hogares está conduciendo también a una reducción de la demanda de la producción del resto de ramas“, apunta el BdE, que también advierte de que la economía española podría perder el apoyo exterior, en forma de mayores exportaciones o en su condición de gran receptor del turismo internacional.
Lo describe en un párrafo que debería poner en guardia a los agentes económicos del país más dependientes del turismo y las exportaciones. “Desde la persistencia de la inflación, de la reducción de la confianza de los agentes y del mantenimiento de un elevado grado de incertidumbre —aspectos, todos ellos, muy influidos por las consecuencias de la crisis energética actual y del conflicto bélico en Ucrania—, es probable que el turismo receptor pierda cierto dinamismo una vez que se ha satisfecho el grueso de la demanda embalsada. Adicionalmente, cabe esperar un debilitamiento de la demanda externa en un contexto de tensionamiento simultáneo de la política monetaria en numerosas jurisdicciones”.
Mirando a futuro, el BdE se mantiene en el guion. Asegura que “la evolución económica depende crucialmente de los desarrollos de la guerra en Ucrania” y que “un eventual alivio de la incertidumbre generada por el conflicto debería dar pie a una mejora de la actividad”, en un contexto, afirma, “en el que están empezando a aparecer algunas señales incipientes de que los cuellos de botella que han aquejado la producción y el transporte mundiales podrían estar comenzando a remitir” y de que “las presiones inflacionistas podrían estar alcanzando su pico, como indica un cierto abaratamiento de la mayor parte de las materias primas”.
Fuente El Confidencial